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miércoles, 19 de febrero de 2014
Escribe solo y escribirás mejor
Se habla mucho de lo difícil que es conseguir un orgasmo simultáneo, pero os puedo asegurar, con el corazón en la mano, que lograr uno de esos polvazos a lo Hollywood (en el que las parejas consiguen correrse a la vez sólo con la penetración, en un tiempo récord y sin que la sábana se descoloque del sitio) es mucho más fácil que escribir una novela conjunta con otro autor.
Yo no sé cómo se lo montan Margaret Weiss y Tracy Hickman, pero para mí están catalogados desde ya como la especie más rara del mundo, algo así como una mezcla entre el heliogábalo y el hipogrifo. Desde luego, seguro que si ellos pueden otros también, del mismo modo que (dicen las encuestas sexuales) hay mujeres capaces de alcanzar el éxtasis con la sola estimulación de los pechos, pero tenemos que reconocer que el común de los mortales (yo incluida) no estamos en ninguna de esas dos listas de privilegiados.
Escribir una novela conjunta con otro autor es una mierda, hablando claro. Da igual la amistad, amor, confianza, afinidad intelectual... como si se trata de almas gemelas, vamos. Es una mierda, que en 9 de cada diez casos dará al traste con la novela. Más que nada, porque usualmente la escritura conjunta suele acabar en uno de estos dos caminos:
1) Los dos autores se comprometen al máximo con la obra: Parece lo ideal, y de hecho lo sería... hasta que llega el momento en que cada uno tiene ideas diferentes acerca de cuál debería ser el destino de tal personaje o hacia dónde debería ir la trama. En un caso como éste sólo existe una solución y es que uno de los dos autores ceda ante el otro. Esto, evidentemente, es una patada a la libertad creativa, y como se repita muchas veces va a terminar hartando. Prepárense los autores también para analizar frase por frase en la corrección y acabar teniendo discusiones tan bizantinas como cuántos ángeles son capaces de bailar en la cabeza de un alfiler, aunque en este caso puede que la cosa se parezca más a "¿deberíamos decir que Dorothy se puso blanca como el papel, o es mejor escribir que se puso blanca como la leche?".
2) Uno de los autores se desanima: Tremendo patadón moral al otro autor, que además de sentirse traicionado por su compañero puede sufrir, como consecuencia del abandono, un bloqueo de padre y muy señor mío. Esto suele pasar especialmente cuando cada autor decide especializarse en una parte de la historia. Tomemos el caso, por ejemplo, de una pareja de escritores en la que ella redacta las partes sentimentales o descriptivas y él se centra en las batallas y las escenas de acción. Si la dama se desmotiva, los personajes de la novela acabarán siendo estreñidos emocionales de cartón piedra. Si es el caballero el que abandona, su co-autora tendrá trescientas páginas escritas de magníficos diálogos y descripciones... con multitud de huecos que debían contener escenas de acción y que ahora ya no sabe cómo llenar. Para colmo, en este caso, si el autor creativo comete el error de querer esperar al rezagado, puede acabar perdiendo la inspiración e inmediatez del relato, que correrá algo más que cierto peligro de acabar cogiendo polvo en un rincón sin ser finalizado jamás.
Por eso, por muy buena idea que os pueda parecer en un principio, por favor, haced caso a la voz de la experiencia, que en este caso es propia: NUNCA, JAMÁS, por muy buena idea que pueda parecer al principio, escribáis una novela conjuntamente con otro autor. La escritura ha de ser un acto de inspiración, visceral, de libertad absoluta en soledad, un onanismo mental puro y duro, hablando en plata. Y eso es imposible de lograr cuando tienes que estar esperando o escuchando continuamente a otra persona. Algunos afortunados tocados por Dios como Weiss y Hickman pueden conseguirlo de vez en cuando y sonar tan bien como la Armonía de las Esferas, pero son casos tan raros como un tigre albino. No cuentes con que va a ser el tuyo, querido colega escritor. Escribe en solitario, crea en solitario, sueña en solitario. Y luego, si quieres, muestra tu relato a un grupo escogido de personas y recibe sus sugerencias. Pero nunca pierdas de vista el hecho de que, en nueve de cada diez casos, escribir conjuntamente un relato es condenarlo a quedar inconcluso.