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lunes, 31 de agosto de 2015

De viaje por Navarra


A lo largo de Julio y Agosto he actualizado el blog bastante menos de lo que tengo por costumbre. No ha sido porque me haya olvidado de él o porque me haya quedado sin ideas, sino porque he pasado un verano sumamente interesante (y ocupado).
A la crianza de mi hija (que ya tiene casi quince mesecitos) y a la escritura de mi fanfic "Misterios del Pasado" (que volveré a actualizar esta semana y al que puede accederse pinchando aquí), he añadido un proyecto personal de trabajo que me está teniendo ocupadísima y varios viajes interesantes. Porque tener un bebé no implica que los viajes se acaben, aunque ahora tienen que ser más cerquita porque dependemos de la buena voluntad de los abuelos para quedarse con la niña y hace falta poder regresar rápido si hay algún imprevisto.
Este verano no sólo hemos tenido visitas interesantes (como la de unos amigos que viven en Figueres, otros que viven en Barbastro, y una muy, muy especial: Laura, la autora de La Biblioteca de Laura, un blog estupendo que no puedo dejar de recomendar, a la que hemos tenido la alegría de poder conocer finalmente en persona), sino también un viaje especial a una región que llevaba mucho tiempo queriendo conocer: Navarra.

Hacía muchos años que no nos íbamos de turismo nacional a gran escala. Mientras nuestra hija sea pequeña, preferimos viajar por España, así que de momento hemos dejado aparcados nuestros grandes viajes habituales (Praga, Venecia, Normandía, Londres o la Toscana, por citar los de los últimos años) y nos hemos lanzado a hacer turismo patrio. La primera parada ha sido Navarra y debo decir que me he llevado una muy agradable sorpresa.
Hay dos características que me parecen denominador común de esta región, ya que nos las hemos encontrado en cada sitio al que hemos ido: la inmensa amabilidad de los navarros y las enormes raciones de comida. Lo primero ha sido maravilloso: creo que nunca, en ninguno de mis viajes, he encontrado a gente más simpática, amable y cordial que en estas tierras norteñas. El único lugar comparable que conozco hasta ahora es Galicia, de la cual guardo muy buenos recuerdos desde que hice el Camino de Santiago hace ya bastantes años. Tanto el personal de los hoteles, como de las tiendas, restaurantes, e incluso la gente que nos encontrábamos en la calle, eran todo un dechado de educación y simpatía. Ya podrían ir algunos de vacaciones allí a tomar apuntes, porque si todas las personas fueran tan majas como los navarros que nos hemos encontrado, el mundo sería un lugar más feliz. Lo segundo (el tema de la raciones de comida), a mí, que soy valenciana y en mis tierras servimos raciones más bien escuetas, me dejó anonadada. Mira que caminé todos los días y regresé del viaje con casi tres kilos de más. Y es que entre los pintxos, la carne, las ensaladas (que parecerán comida ligerita pero un plato de ensalada allí es lo que servimos en casa de mi padre para toda la familia), las pochas, la chistorra... pues, la verdad, no es el mejor lugar para hacer régimen.

Ver todas las bellezas paisajísticas y culturales de Navarra era misión imposible (seguro que se nos han quedado montones de lugares pendientes... lo cual, por otra parte, justificará en el futuro una nueva visita). Como el tiempo y el dinero son limitados, hicimos una selección, que fue la siguiente:


PAMPLONA

Ciudad pequeña (bueno, pequeña si la comparamos con Valencia; al lado de Teruel es Gotham City), pero encantadora. Nos alojamos en el hotel Yoldi, que no puedo dejar de recomendar: pegado al centro (estaba a cinco minutos andando de la Plaza del Castillo), cómodo y con un personal encantador, amable y simpático hasta la médula. Pamplona fue nuestra base de operaciones durante tres días para visitar la ciudad y algunos lugares más o menos aledaños que también queríamos ver. Tuvimos el gusto de cenar un par de noches en el que creo que es el mejor bar de pintxos de la ciudad, El Gaucho. Aún se me hace la boca agua al recordar las tostas de foie a la plancha, el huevo trufado y el erizo de mar, entre otras muchas exquisiteces. Nos pateamos entero el recorrido del encierro de San Fermín, paseamos por las calles del casco antiguo (¡preciosas!) y aunque no pudimos visitar al Santo porque la iglesia estaba cerrada, fuimos a la maravillosa catedral de Santa María la Real y la iglesia-fortaleza de San Nicolás. Tampoco nos perdimos el paseo de ronda y el parque en que han convertido el antiguo fortín, cuyo foso estaba lleno de ciervos. Impresionante.
















  

A la izquierda, Tindomion y yo con el Ayuntamiento de Pamplona al fondo. A la derecha, la famosa calle Estafeta. ¡A Pamplona hemos de iiiir!


ZUGARRAMURDI Y ELIZONDO

No podíamos ir a Navarra y no visitar las famosas cuevas de las brujas. Aunque debo admitir que lo único infernal que nos encontramos fue el camino para llegar: una carretera secundaria llena de curvas que consiguió marearme como no me mareaba desde que era una cría. El pueblecito de Zugarramurdi es pequeño y muy pintoresco, y a las cuevas (que hay que pagar para visitar) se accede a través de una agradable ruta de senderismo llena de escaleras y puentes de madera, rodeada de bosque y atravesada por un río. Tras un rato de caminata, se llega al prado donde supuestamente las brujas hacían sus aquelarres y la enorme cueva donde se montaban las orgifiestas.


 La ruta de senderismo y el precioso paraje natural que conducen a las cuevas de Zugarramurdi

Al salir de Zugarramurdi, pasamos por una granja donde nos vendieron quesos que ellos mismos producían con la leche de sus propios rebaños, y cargados con el botín hicimos parada en Elizondo, un pueblo precioso que merece la visita, no sólo por lo bonito que es sino por el delicioso chocolate que venden allí.

En Elizondo se pueden ver casitas tan chulas como las que Tindomion tiene a su espalda


MONASTERIO DE LEYRE Y CASTILLO DE JAVIER

El momento más pío del viaje llegó cuando visitamos estos dos monumentos tan importantes desde el punto de vista religioso como arquitectónico. Leyre está rodeado de bosque, habitado por una comunidad de monjes benedictinos que tuvimos oportunidad de escuchar cantando misa gregoriana. Tras hacer una visita guiada, muy recomendable, nos dirigimos al Castillo de Javier, famoso por haber sido el lugar de nacimiento de San Francisco Javier, fundador de los Jesuitas junto a San Ignacio de Loyola. A pesar de que el castillo fue parcialmente desmochado por el Cardenal Cisneros, está restaurado y vuelve a lucir como en sus mejores tiempos. Si vais a Navarra, no lo dudéis: merece la visita.

El castillo de Javier


SOS DEL REY CATÓLICO Y SANGÜESA

Aquí nos desviamos un tanto, porque aunque Sos está muy cerquita de Javier y pegado a Navarra, pertenece a la provincia de Aragón. El pueblo, que debe su nombre y su fama a que el rey Fernando el Católico nació en él, es maravilloso, pero muy fatigoso de recorrer: es el típico pueblecito afincado en una colina y lleno de calles empinadas. Aquí fue donde comimos ese día, y menos mal que la chica que nos atendió en el restaurante me aconsejó pedir solamente una ensalada, porque eran ENORMES. Ni siquiera me la pude terminar entera, y eso que no comí otra cosa. Si vais a este pueblo cuidado con las raciones que son grandes hasta para los estándares navarros.
Sangüesa fue una pequeña decepción. A pesar de que la iglesia y el castillo eran bonitos, esperábamos un lugar más pintoresco, más al estilo de Sos, pero nos encontramos un pueblo bastante normalita. No está mal para visitar si se está haciendo turismo por la zona, pero yo no iría de propio.

 Una callejuela cualquiera de las que te puedes encontrar en Sos del Rey Católico :-)


OLITE

Otra de las grandes atracciones de viaje junto con Pamplona. Olite no sólo es un pueblo medieval precioso con un palacio real de cuento de hadas, sino que tuvimos el acierto de planificar nuestra llegada para que coincidera con la feria medieval que se celebra allí todos los años, el segundo fin de semana de Agosto. Gracias a Luis, un amigo nuestro que vive muy cerquita de allí (en Estella), pudimos participar en el desfile nocturno y la cena medieval que tuvo lugar después en el patio del castillo. Olite es tan, tan bonito, que merece una visita en cualquier momento del año, pero con la feria medieval fue aún mejor. Tiene un alojamiento de lujo que es el Parador Nacional, pero nosotros nos quedamos en el hotel El Juglar, situado a las afueras del pueblo y realmente bonito.

¿Frikis? ¿Quién dijo frikis? ¡Pues sí, y a mucha honra! :-D


ESTELLA

Nuestra parada final fue Estella, el pueblo de nuestro amigo Luis. Está muy cerca de Olite, así que vale la pena ir a visitar uno de paso que se ve el otro. Ya habíamos estado en Estella en otra ocasión, concretamente en 2009, cuando contrataron a Tindomion para arbitrar un torneo de Warhammer. Sin embargo, en aquella ocasión apenas tuvimos tiempo para hacer turismo, y esta vez lo hemos compensado con creces. Vale la pena ver iglesias como la de San Martín, San Juan Bautista o el Santo Sepulcro, y monumentos como el palacio del Gobernador, donde está el Museo del Carlismo. Por último, Estella también es famosa por una estupendísima chocolatería que pienso volver a visitar cada vez que viaje allí: la bombonería Torres, donde venden todo tipo de dulces y bombones increíblemente buenos. Entre mis favoritos, las Rocas del Puy y la crema de chocolate artesanal, ambos fabricados con avellanas deliciosas y chocolates de todo tipo que ellos mismo fabrican. ¡Para morirse de bueno!

 Estella: para perderte en ella (¡toma eslogan turístico!)


PUENTE LA REINA

Este pueblo se puede ver perfectamente en dos o tres horitas, y eso fue lo que hicimos el día de la vuelta, haciendo un alto en el camino después de comer. No sólo visitamos el famoso puente románico, ruta imprescindible para los millones de peregrinos que hacen el Camino de Santiago, sino la iglesia templaria y unas cuántas callecitas preciosas con sabor medieval. Tras nuestra visita relámpago a Puente la Reina, seguimos nuestro camino de vuelta a Aragón, dando por finalizado nuestro periplo navarro.

El famoso puente románico que le da nombre al pueblo


Y este ha sido nuestro viaje. Nos hemos llevado recuerdos estupendos, una gratísima impresión de la gente, souvenirs muy sabrosos (queso, chocolate, e incluso pochas y chistorra, que mi suegra cocinó días después para deleite de toda la familia), y unas ganas enormes de volver. ¿Alguna nota negativa del viaje? Pues en realidad, sólo dos: una, el pequeño incidente que sufrí en Pamplona (en el paseo de ronda tropecé, me hice un esguince, y tuve que pedir ayuda a los de mi hotel para que me encontraran un fisioterapeuta abierto en Agosto que me arreglara el tobillo. Afortunadamente lo encontraron, y aunque me metió una clavada importante, el tratamiento combinado de masaje y láser que me hizo recompuso las cosas lo suficiente como para quitarme el dolor y permitir que aquella misma tarde hiciera la ruta de las cuevas de Zugarramurdi), y dos, la politización rara que encontré en algunos sitios, sobre todo en Elizondo y en algunas calles de Pamplona. cada cual, por supuesto, tiene sus ideas políticas, pero ver las banderitas pro presos etarras (que aunque estuvieran en Euskera se entendían perfectamente) y las ikurriñas colgadas de balcones, acompañadas casi siempre de esteladas (!!) llegó a ser un poco irritante.
Pero en fin, radicales políticcos hay en todos lados y no es cuestión de que una minoría empañe la buenísima experiencia que tuvimos del viaje, así que, ¡gora Iruña! Jejeje. ¡Volveremos! :-)