DECÁLOGO PARA FORMAR UN DELINCUENTE
1.- Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.
2.- No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.
3.- Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas.
4.- No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.
5.- Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.
6.- Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.
7.- Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia conducta, quede destrozada para siempre.
8.- Déle todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.
9.- Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.
10.- Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarlo.
Este texto me ha hecho pensar en las pasadas Navidades. A mí, cuando era pequeña, los Reyes no me traían todo lo que yo quería. De los juguetes que pedía en la carta, sólo llegaban algunos, y el número variaba en función de lo bien que me portaba o de las notas que sacaba en el colegio. De hecho, aún recuerdo aquella mítica maquinita de hacer algodón de azúcar que los Reyes nunca me trajeron (básicamente porque mi madre pensaba, me imagino que con toda la razón, que con esa cosa conseguiría enguarrar yo solita toda la cocina en media hora), y lo mucho que deseaba tenerla. Pero, oye, mis padres consideraron adecuado que no la tuviese, y aunque aún me acuerdo del asunto tampoco es que haya tenido que ir al psicólogo a causa de ello (además, casi mejor, porque de ese modo me habría empachado de algodón de azúcar, en cambio hoy en día aún me encanta y en las contadas ocasiones en las que veo una de esas nubes rosas corro a comprarla ^^U). Y, de regalos fuera de la época Reyes-Cumpleaños-Santo-Fin de curso con todas aprobadas, ni hablamos. A los ocho años, por ejemplo, tenía muchas ganas de que me compraran la cinta de vídeo de La Sirenita de Disney en cuanto salió, y mi madre me la compró sólo a condición de que estuviera tres días seguidos portándome perfectamente.
Y esto viene a cuento de que, como ya decía, me acordé de las pasadas Navidades y de cómo a mi hermanita, de 4 años de edad, la abrumaron a regalos. En total, entre los padres, los abuelos, los tíos.... no le debieron caer menos de 30 ó 40. Y no exagero. Para que os hagáis una idea, en casa de sus abuelos maternos, que le dieron los regalos en Nochebuena, tenía tantos que se cansó de abrirlos antes de terminar, dijo "mañana más" con su vocecita de niña, y se fue a dormir sin terminar de desempaquetarlos. Eso me hizo pensar con bastante amargura que yo, de pequeña, tenía muchos menos regalos que ella, pero, ¡con cuánta ilusión y alegría los recibía! Cada uno de ellos era un tesoro para mí. Me habían costado esfuerzo, me los había ganado, y cada uno era único. Solía tener un regalo por cada familiar, a excepción de mis padres que me regalaban de tres a seis, según cómo me hubiera portado en casa y en el colegio. Sin embargo, mi hermanita apenas los miraba dos veces. La mayor parte de ellos los olvidaba a la media hora y acababan en un rincón. Mi hermana, igual que muchos niños hoy en día, tiene montones de juguetes más que yo a su edad, pero no se ha esforzado por conseguirlos ni le ha dado tiempo de anhelarlos y desearlos, y, precisamente por eso, no los valora.
También me he acordado de un niño al que le di clases particulares a los 14 años, cuando yo era universitaria y necesitaba sacarme un dinero. El crío en cuestión se pasaba el día jugando a la Playstation y saliendo con sus amigos y no ponía el más mínimo esfuerzo en el estudio, por eso sacaba malas notas. Sin embargo, los padres no le castigaban porque, según ellos, no creían en el castigo y opinaban que la solución era pactar con él como si fuera un adulto responsable para que hiciera las cosas. Yo me callaba, pero para mis adentros pensaba que lo que ese chico necesitaba no eran palabras dulces ni una profesora particular, sino una buen colleja y que le retirasen las llaves de la moto, la paga y la Playstation hasta que hincara los codos sobre la mesa y se pusiera a estudiar de una vez por todas.
En el mundo real los niños y los adolescentes son inconscientes y egoístas. No se les puede dejar a su aire esperando que se comporten de forma razonable, si lo hicieran serían ya adultos. Los niños son como esponjas, absorben todo lo que ven y oyen y no discriminan entre lo que es bueno y lo que es malo, porque no tienen criterio ni madurez para hacerlo. No se puede dejar a un niño sin principios éticos y morales para que decida libremente cuando sea adulto. Eso no es progresismo ni libertad, es pretender que el niño se autoeduque él solito. Y, lo que es peor, es presumir que, si los padres no le enseñan nada, el chaval se va a mantener virgen de influencias hasta los 18 años. A ver, lo que el niño no aprenda en su casa lo aprenderá de la televisión o de los amigos. Está bien educar a los hijos enseñándoles a pensar y a razonar por sí mismos para que cuando sean mayores puedan tomar sus propias decisiones. Pero no meterles ninguna clase de principio moral, ético o religioso implica dejar que cualquier otra persona o circunstancia le imponga sus ideales. Ideales que suelen ser, por ejemplo "haz lo que quieras", "tú vales más que nadie y eres lo único que importa", "las reglas son para los tontos", y "Consume, consume, consume y compra todo lo que puedas y serás el más guay".
Y es que el señor Calatayud tiene más razón que un santo. Yo entiendo y comparto que no es cuestión de volver a los tiempos en los que los padres no sólo pegaban palizas a los hijos con el cinturón o la vara, sino que les elegían la carrera, el trabajo y hasta la esposa. El problema es que, como siempre, parece que nos vamos de un extremo a otro, y ahora se ha llegado al punto de penalizar los castigos de los padres a los hijos (ojo, un bofetón o una colleja, si no son habituales, no hacen daño a nadie. Yo me llevé algunos durante mi infancia y no estoy traumatizada). Qué lástima que sólo se eduque con severidad o con libertinaje, pero no con sentido común, que es el menos común de los sentidos.
5 comentarios:
Suscribo hasta los puntos y las comas de lo que has dicho. Y eso que, como maestro, yo soy demasiado poco severo y dejo pasar tonterías que no debería, pero una cosa es por culpa del carácter (en mi caso) y la otra la estupidez de pretender ser "modernos" y decidir que dejar libertad absoluta a los niños es guay.
Estoy totalmente de acuerdo con tigo, los niños necesitan y requieren reglas, y bueno, darle responsabilidad a niños, como el ejemplo que decías, es mejor cuando el niño o adolescente se gana las cosas, cuando aprende el valor de ese que quiere. La disciplina muchas veces es confundida y se pasa a los extremos, unos porque golpean demasiado y otros porque no ponen límites.
“como las leyes prohíben pegarle a los niños entonces ya no puedo ser padre, ó madre... entonces que hagan lo que quieran”
Y entonces crecen niños confundidos y también solitarios, donde el ejemplo esta en el medio, sus iguales, la tele y el internet...
Los padres deberían darse cuenta, que es con límites y normas claras que se educan a los niños. Hay estudios familiares en jóvenes y niños con tendencias antisociales y delincuentes que comprueban que estos crecen en un entorno carente de afecto, es decir, puede que papá y mamá cubran sus necesidades económicas, pero no las afectivas y formativas, una carencia del amor...
Se da mucho en casos donde padres de buenas familias se preguntan el porque su hijo salió un delincuente...
Bueno otra cosa es la familia multiproblematica, donde también se da la delincuencia, pero esta obedece además de los factores de afecto, a situaciones sociales limites y dinámicas familiares con violencia y otras problemáticas relacionales.
Sin embargo, sea de donde sea el inicio de las sociopatias, es claro que la familia tiene que ver en la formación de estas conductas en los jóvenes y niños.
Hola Señorita.
Generalemente soy muy crítico, pero esta vez estoy totalmente de acuerdo con vos. Los niños están siendo malcriados de una manera muy descarada y los padres parecen no darse cuenta.
Luego la gente se sorprende de que cada generación es más estúpida que al anterior. A este paso volveremos a la Edad de Piedra sin cataclismo ni apocalipsis, tan solo ayudados por nuestros hijos...
A mi hermano lo malcrían y no puedo hacer nada para remediarlo. Me amargaba hasta que decidí pasar e intentar ayudarle cuando fuese mayor y yo estuviese mejor preparado.
Una pena.
(para la próxima separa un poco los parrafos :P)
Saludos Gorgonitas.
Yo estoy viviendo lo mismo en mi propio ambiente familiar, que viene personificado en la figura de mi primo de seis años. A mí de pequeña no me consentían las mismas cosas que a él. Si me decían que era hora de hacer los deberes, me sentaba a hacer los deberes y más me valía no armar una pataleta porque me quedaba sin merienda y sin ver dibujos. Si decía una palabra malsonante, se me reñía por eso. Si me emperraba en tener un juguete y no me lo querían comprar, me tenía que callar y aguantarme porque mamá y papá mandaban y así eran las cosas.
Pero ahora veo a mi primo creciendo como un niño bueno, pero malcriado. No le gusta jugar con otros niños porque no quieren hacer lo que él propone, sus Navidades y cumpleaños cuentan con un sinfín de regalos, se le mima en exceso por todas partes, se le consienten todos los caprichos y si derrama un par de lagrimitas, su madre se ablanda y le da lo que quiere. Lo único que le gusta es ver la tele y jugar a la consola, y lo peor es que toda mi familia se compincha en mi contra para que le enseñe a jugar a la DS o a la Play Station. Su excusa preferida: ¿Y qué más te da? Juega un poco con él.
Eso me lo dicen a mí, que hasta los catorce años no me dejaron tener una consola y que me pusieron mil pegas cuando, hace un año escaso (tengo 26), me compré una DS de segunda mano. A mí, una persona adulta, que nunca he dado disgustos ni problemas y que adoro el estudio y la lectura, se me mira con lupa. A mi primo, un crío vago y consentido, se le da todo lo que pide porque es un "niño muy bueno". ¡Deberían leer este decálogo antes de que sea demasiado tarde!
No todos los niños son malos y no todos están malcriados, eso te lo aseguro. Pero teneis razón, la mayoría sí. Lo malo es que cuando los padres no lo hacen bien, algo que pasa cada vez más a menudo, todo lo que los abuelos, tíos, primos hagan hecho para educarlos no sirve para nada.
A mis primos se les consiente todo en su casa, y por mucho que intentamos hacer no sirve de nada. Mi primo pega cuando simplemente le quitan la pelota pegando al fútbol. Llega a su casa y juega a la consola toda la tarde, y dudo que haga los deberes. Su madre le deja hacer lo que quiera y su padre está en Madrid toda la semana con pa familia en Soria.
Da mucha pena el no poder hacer nada!
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