domingo, 28 de octubre de 2012

El libro de un día de verano

Hoy me ha ocurrido algo extraño. Me he puesto a releer un libro, uno de mis favoritos de la infancia. Ha llegado un extraño, de Mollie Hunter, colección El Barco de Vapor. De esos que tan de moda estaban en los 80 y los 90. No se trataba del libro original, que en algún momento de mi adolescencia (para mi infinito fastidio) se traspapeló y desapareció en el portal dimensional oculto que hay en mi vieja estantería de los libros infantiles (única explicación lógica a por qué me ha desaparecido tantos a lo largo de estos años sin razón aparente), sino de una nueva edición, con ilustraciones infinitamente peores, que compré hará un par de años en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión.
Y, al volverlo a leer, ha pasado algo extraño. Me he sentido, por un momento, transportada al lugar y al momento en que lo leí, un mes de Julio a principios de los años 90. En Puerto de Sagunto, donde pasaba quince días de vacaciones todos los años con mis abuelos antes de que estos se hicieran demasiado mayores y prefirieran ir a un hotel donde les hacían las camas y no tenían que cocinar.
El apartamento estaba situado en primera línea de playa, justo al extremo norte de ella, donde terminaba el paseo marítimo. Nada más entrar, después de subir al quinto piso en un ascensor diminuto que siempre olía a bañadores húmedos y a cloro de piscina, se abría un largo pasillo que tenía a la derecha la cocina y a la izquierda el cuarto de baño. Más adelante, se abrían tres dormitorios; dos a la izquierda y uno a la derecha. El segundo de la izquierda, justo antes del final del pasillo, era el mío; he podido verme a mí misma, sentirme dentro de mi propia piel, a mis nueve o diez años, leyendo tendida sobre la cama. En mi piel podía sentir la suave aspereza del ligero cobertor, color blanco con dibujos de flores azules. Junto a la cama, una mesilla de noche y un armario empotrado donde guardaba mi ropa; al otro lado, una ventana que se abría al Norte y desde la que se veían los chalets lejanos de la población vecina de Canet. A los pies de la cama, como un testigo silencioso, una silla de madera sobre la que reposaba mi pequeña (y también desparecida) maletita rosa, que llenaba sólo de libros al viajar allá. Algunos eran nuevos, el resto eran mis libros favoritos de casa, los que no me cansaba de releer una vez más. Uno sobre pesca, Matilda de Roal Dahl, El león, la bruja y el armario de C.S.Lewis, Manolito Gafotas de Elvira Lindo, El verano de la sirena de Mollie Hunter, La señora Frisby y las ratas de Nimh, de Rober C. O'Brien, algunos libros de Los Cinco de Enid Blyton...
Entonces, la niña que era yo ha sentido hambre. La hora de merendar. Me he levantado y, con la grácil agilidad del cuerpecito de niña que hace años que dejé de tener, me he dirigido al salón. Descalza y sin hacer ruido, porque mi abuelo dormía la siesta en la cama de matrimonio del dormitorio grande.
Nada más entrar, a la izquierda, un último dormitorio, tan pequeño como los otros, y frente a mí, la mesa redonda donde desayunábamos, comíamos y cenábamos, siempre con mantel y servilletas de tela, que mi abuela era muy cumplida para esas cosas. La mesa se podía abrir y hacer el doble de grande cuando venían mi madre, su esposo, y mis tíos abuelos. Al otro extremo del salón, el sofá donde yo siempre leía tendida cada vez que me cansaba de hacerlo en mi cama, y en la pared del fondo, frente a mí, una cristalera completa del suelo al techo a través de la cual se vislumbraba el mar. Se podía salir al balcón; un balcón lo bastante grande como para poner allí el tendedero y una mesa pequeña con varias sillas de plástico blanco. Frente a él se abría toda la amplia panorámica de la playa, desde las dunas semisalvajes al lado de nuestro bloque de apartamentos hasta el lejano rompeolas del otro extremo de la playa, con las grúas del puerto todavía más allá, y la arena dorada que en las horas puntas de los días soleados parecía por obra y gracia de las sombrillas un inmenso campo de apiñadas setas multicolores. En el extremo norte del balcón, al lado de una columna, había pegado al techo un nido de golondrinas hecho de pegotitos de arena y barro. He sentido el calor, la suave caricia del viento, el sonido de los coches y de las olas, el olor de la sal. Por mi cabeza ha pasado la fugaz idea de hacerme un bocadillo de atún, pero en seguida he sucumbido al capricho de pedírselo a la mejor cocinera que he conocido en mi vida.
-¡Abuelita! ¿Me haces un bocadillo de atún?-.
Y mi abuela me ha respondido llamándome para que le diga cuánto pan quiero. Ella nunca quiso que yo abriera las latas, por temor a que me cortara. Además, yo no tenía fuerza ni destreza suficientes como para manejar el abrelatas de metal ennegrecido, de esos semejantes a cuervos cuyos picotazos van horadando poro a poco la tapa de la lata de conservas, haciendo que el aceite brote de las hendiduras como la sangre de una herida. Yo sabía que dentro de poco podría regresar de vuelta al salón comedor, con mi bocadillo en un platito sujeto en una mano y el libro y una servilleta en la otra. Mi abuela me seguiría, sonriente, con un vaso de agua entre las manos, arrastrando sus zapatillas azules y vestida con uno de esos vestidos de tirantes floreados que siempre llevaba en verano y que a mí tanto me gustaba verle puestos. A ella y a mi abuelo todavía les quedaban casi veinte años de vida sana y feliz, y yo también era feliz, porque sólo estábamos en Julio y el verano era largo, y hacía sol y calor, y estaba de vacaciones, y tenían mis libros, y mis padres y todos mis seres queridos estaban bien, y en ese momento mi vida era todo lo que podía desear una niña como yo.

Pero entonces he cerrado el libro, tras terminarlo, y la visión se ha desvanecido. He vuelto al momento, al lugar y a la persona que soy: una mujer de casi treinta años en su casa, apurando las pocas horas de asueto que le quedan antes de que vuelva a ser lunes y empiece otra fastidiosa semana de trabajo, casada pero todavía sin hijos, y con algunos sueños todavía por cumplir. Y que a más de año y medio de la muerte de su abuela, y a menos de dos semanas el primer aniversario de la muerte de su abuelo, sigue amándolos a los dos con tanta fuerza como aquella niña de antaño, y los echa de menos más aún que a aquellos días de luminosa infancia, y siente en el pecho el agujero doloroso y sangrante que sigue dejando, y siempre dejará, su ausencia.
Ese dolor, más que cualquier otra cosa, es lo que me hace estar segura, más allá de toda certeza, de que jamás volveré a ser esa niña, del mismo modo que aquellos días de verano no regresarán jamás. Supongo que eso es lo que los hace tan valiosos.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Mi nueva viciada: Once Upon a Time

Los que seguís este blog con asiduidad sabéis que no sigo muchas series. En el pasado, fui fan de Expediente X y de Charmed (Embrujadas), y recientemente he estado siguiendo la serie Game of Thrones (Juego de Tronos), ya que soy fanática de los libros.
Bien, puedo decir, y ya es oficial, que he caído totalmente rendida y enamorada de un nuevo fandom: la serie Once Upon a Time (Érase una vez). Profanos, podéis leer con tranquilidad: no hay spoilers (y si hay alguno, es de poca importancia).





La premisa inicial es bastante chula: Los personajes tradicionales de los cuentos de hadas han caído bajo una terrible maldición, lanzada por la Bruja Malvada, que les ha trasladado al mundo real (concretamente un pueblo de los EEUU llamado Storybrooke), bajo nuevas identidades y borrados todos los recuerdos de su vida anterior. En este mundo no existe la magia, ni los finales felices, y el tiempo está congelado, dejando a todos los personajes viviendo perpetuamente una vida anodina, gris y desgraciada. En teoría, nadie puede ir ni escapar de Storybrooke.
Sin embargo, un día algo cambia: Emma, una solitaria detective privada, recibe el día de su vigésimo séptimo cumpleaños la visita de un niño. Se trata de su propio hijo, al que tuvo muy joven y en circunstancias difíciles, y que fue entregado en adopción. Emma, al interrogar al niño, descubre que se llama Henry y que vive en un pueblo llamado Storybrooke, a donde decide llevarlo de vuelta. Entonces, Henry le revela tres cosas: Primera, que su madre adoptiva, por la que no siente gran cariño, es la alcaldesa del pueblo. Segunda, que en el pueblo viven atrapados todos los personajes de los cuentos. Y tercero, que ella, Emma, es la única que puede romper la maldición que los tiene atrapados y devolverles sus finales felices...

El Piloto y los primeros capítulos me dejaron con una buena sensación; la historia parecía interesante (aunque ignoraba cómo iban a desarrollarla), aunque los efectos especiales eran en ocasiones mejorables. Seguí viéndola a lo largo de cada semana (es emitida por Antena 3 todos los martes a partir de las 10:30 de la noche, en capítulos dobles), y cada vez me fue enganchando más y más.
Y es que el guión, afortunadamente, va mejorando de capítulo a capítulo. Cada uno de ellos, aunque involucra en mayor o menor medida a todos los personajes, se centra en un cuento clásico, alternando la historia actual del mundo real con lo que ocurrió en el mundo mágico. Los guionistas hacen una interesantísima, novedosa y original revisión de los cuentos de hadas, entrelazándolos todos entre sí (lo que sucede en un cuento va influyendo en los demás), y relacionándolos también con lo que le sucede a sus protagonistas en Storybrooke.
Otro punto fuerte son los personajes, que se dividen en dos tipos: los buenos y los absolutamente brillantes. Ninguno me ha disgustado, pero algunos han conseguido de verdad enamorarme. He aquí a los principales:




Emma, la Elegida
En principio, no es un personaje de cuento (aunque ya a lo largo del Piloto se van desvelando las claves de su pasado y de por qué es ella la Elegida para deshacer el hechizo). Traumatizada por el hecho de haber sido abandonada por sus padres cuando era un bebé y haber tenido una infancia y adolescencia difíciles en las que pasó por varios hogares de acogida, se ha convertido en una mujer solitaria que recela de los vínculos emocionales y de las personas en general. La llegada de Henry a su vida trastocará todo lo que ella creía sobre sí misma, y aunque al principio trate de hacerse la dura acabará quedándose en Storybrook a causa del afecto que empieza a sentir por Henry...




Henry, el niño enigmático
 Hijo biológico de Emma y adoptivo de Regina, es el único personaje de la serie que vive en Storybrooke sin proceder del mundo mágico. Es un niño agradable, imaginativo y entusiasta, que está convencido de que todos los habitantes de pueblo son personajes de los cuentos y que deben volver al mundo mágico. Aunque, si lo pensamos bien, es también el personaje con más incógnitas (y con la más difíciles de resolver). ¿Cómo sabe la verdad acerca del pueblo? ¿Por qué Regina lo adoptó? Y, si finalmente Emma tiene éxito, ¿que será de él? ¿Habrá lugar para Henry en el mundo mágico si las puertas entre los dos mundo volvieran a abrirse? 




Regina / La Bruja Malvada
La Mala de la película (en el mundo real y en el de los cuentos), así como suena. Pero pronto nos daremos cuenta de que "mala" no significa "personaje plano". Regina es una mujer fuerte, autoritaria y poderosa, con una arrolladora personalidad y un corazón tan negro como lleno de astucia. Sin embargo, no es mala porque sí; tras ella hay una compleja historia, llena de decisiones difíciles y tragedias personales, que la han hecho ser quien es. No es que carezca de la capacidad de amar (a lo largo de la serie la veremos fingir sentimientos para aprovecharse de otras personas, pero también se la ve sufrir de verdad por amor, por más que muchas veces ese sufrimiento se lo busque ella misma), sino de que en un momento determinado decidió que había ciertas cosas que le importaban mucho más que el amor. Entre ellas, la venganza. Es por venganza por lo que decide lanzar la maldición sobre su mundo, aunque hará falta toda la temporada para que se vayan desvelando poco a poco todas sus motivaciones y los más ocultos entresijos de su persona.
En el mundo real es Regina, la alcaldesa de Storybrooke, que posee un inmeso poder sobre la comunidad, un extraño don de la ubicuidad (parece saber siempre dónde ha de estar en cada momento para ser el perejil de todas las salsas), y es temida en mayor o menor medida por todos los habitantes del pueblo. Aunque hay alguien a quien temen todavía más...





Mr. Gold / Rumpelstinskin
Agarraos, que vienen curvas. Este personaje es, en mi opinión, el más complejo, brillante y genial de toda la serie, que se come con patatas al resto del elenco. Rumpel se nos presenta al principio como otro villano, la cruz de la moneda de la que Regina es la cara, pero poco a poco se va desvelando que este personaje no es realmente una Sombra, sino una Figura Cambiante de manual. Su personalidad es como una muñeca Matrioska; cuando crees haberla descubierto vuelven a aparecer más capas debajo, y más, y más... Este personaje es una sorpresa en cada capítulo, sus acciones suelen ser tan geniales como imprevisibles, y realmente cuesta saber por dónde saldrá en cada ocasión. Ayuda en ocasiones a la Reina, pero también rivaliza fuertemente con ella. En realidad, parece que Rumpel sólo se ayuda a sí mismo, pero sus motivaciones distan mucho de estar claras, y cuando ya parece que le comprendemos, nos sorprende una vez más...
En Storybrooke es Mr. Gold, un enigmático anticuario de quien los lugareños hablan entre susurros temerosos afirmando que "él es el verdadero dueño del pueblo". ¿Y de dónde saca Mr. Gold tanto poder? Del mismo sitio del que lo sacaba siendo Rumpelstinskin: de sus tratos, tratos ofrecidos en el momento justo a personajes desesperados, cuyos precios (y consecuencias) son como él: imprevisibles.
Por mi parte, sólo puedo añadir que este personaje me gustó desde el principio, me fue fascinando poco a poco, y acabé totalmente enamorada de él en el capítulo 11: Skin Deep, que para mí (y para la mayoría de los fans), es el mejor capítulo de la primera temporada.




Mary Margaret / Blancanieves
 Uno de los personajes protagonistas, tanto de la trama de los cuentos como de la realidad. Por supuesto, es buena, y será de las primeras personas que ayude a Emma y a Henry cuando estos llegan al pueblo. Blancanieves es una chica romántica, dulce, buena persona, como todas las princesas de cuento, pero también es valiente y fuerte. Quiere a su Príncipe Azul consigo, pero si está en problemas no es de las que se queda quieta esperando ser salvada. Como personaje me gusta mucho más que la Blancanieves de Disney.
Su identidad en el mundo real es la de Mary Margaret, una profesora de educación infantil tímida, amable, de vestuario monjil y poca suerte el el amor. La maldición ha matado gran parte de su espíritu rebelde, pero pronto se dará cuenta de que tiene que sacar las garras y luchar si quiere conseguir su final feliz y a su verdadero amor.




David / Príncipe James
Probablemente, uno de los personajes que más diferencias tiene entre su yo de cuento y su yo del mundo ordinario. Como James es el príncipe ideal: valiente, galante, romántico, heroico... Sin embargo, como David es todo lo contrario: un petimetre indeciso, algo cobarde, con las ideas poco claras y en ocasiones algo mezquino. La maldición actúa contra él con mucha fuerza, quizás más que con cualquier otro personaje de la serie. Y es una lástima, porque como príncipe James me ENCANTA (y su historia de amor con Blancanieves, también).






Graham / El Cazador
Este personaje está destinado a darnos unas cuantas sorpresas. Es el Cazador al que la Reina ordena matar a Blancanieves y arrancarle el corazón. Su pasado es atípico, incluso para ser un personaje de cuento; fue criado entre lobos, en pleno bosque (un poco en plan Mogwli), de modo que tiene una profunda conexión con la naturaleza y los animales que pocos pueden comprender. Su personalidad, en cierto modo, se parece a la de sus adorados lobos, a los que considera su familia: leal, un poco salvaje pero a la vez ingenuo, visceral, idealista. Es un excelente luchador, pero sabe muy poco de hipocresía y fingimientos.
 En el mundo ordinario es Graham, el sheriff de Storybrooke. En principio es leal a Regina, aunque cuando conozca a Emma comenzará a plantearse muchas cosas, pues la llegada de la Elegida provocará en él reacciones que ni siquiera la poderosa e inquisitiva alcaldesa podía esperar...




Ashley / Cenicienta
Uno de los personajes que menos me gusta, lo que no quiere decir que me disguste. Ya como Cenicienta tenía un aire choni, y su alter ego en el mundo real padece ese chonismo elevado al cubo: es una limpiadora pobre que va a ser madre soltera y tiene la personalidad de una avellana (más o menos la misma que tenía en el mundo mágico, para qué mentir, pero al menos allí llevaba vestidos bonitos). No es tan inteligente ni tan valiente como Blancanieves, pero al fin y al cabo sigue siendo una princesa, por lo que también es dulce y de buen corazón. Es por eso que acabas empatizando con ella, aunque a veces te den ganas de sacudirla por las tontadas que se le ocurren.




Chica desconocida / Bella
Poco puedo decir de este personaje sin chafar una parte importante de la trama. Pero sí hay algo que voy a decir: Su versión del cuento es la mejor de todas, su historia de amor es la mejor de todas, ha conseguido tocarme mi punto más sensible, me ha hecho quedarme sin uñas esperando el final de la primera temporada, me ha hecho reír, me ha hecho llorar, y OMG BITCH ME MUERO DE LA ENVIDIAAA!!!






Ruby / Caperucita Roja
Otro de mis personajes favoritos. A estas alturas, Antena 3 aún no ha emitido el capítulo que se centra en su historia, de modo que no puedo decir gran cosa sobre su versión del mundo mágico, salvo que es una gran amiga de Blancanieves, a la cual le debe un gran favor, y que no tengo ni puñetera idea de quién es el Lobo. Sí que puedo decir que esta Caperucita no es ninguna niña; está bastante más crecidita que la del cuento original, y es bastante menos inocentona. Su versión del mundo real es Ruby, una camarera despampanante con aire gótico/punk, que viste muy atrevida, tiene un fuerte carácter, y va de chica ligona y sexy. Es una rebelde y suele discutir bastante con su abuela, que regenta el único hostal de Storybrooke, pero en el fondo tiene buen corazón.






Hay otros muchos personajes que aparecen en la serie (Pepito Grillo, Hansel y Gretel, el príncipe de Cenicienta, Gastón, Gepetto, el Genio de la Lámpara Mágica...), pero he hecho selección de los más importantes, de los que más me gustan o mejor me caen. A partir de ahora, haré una crítica cada semana de los dos capítulos nuevos que vaya emitiendo Antena 3 cada martes por la noche (y lo advierto, ahí SÍ que habrá SPOILERS).
De momento, invito a todos mis lectores a darle una oportunidad YA a esta serie, si es que no lo habéis hecho ya. Dejaos atrapar y enamorar por esta joyita inigualable que ha conseguido atraparme como ninguna otra lo había conseguido en años. No os arrepentiréis. Y, tal vez, como dice la frase promocional de la serie, volveréis a creer en los cuentos de hadas. Yo ya lo he hecho ;-)


 Si tengo que elegir banda sonora para Once Upon a Time, sin duda me quedo con Storytime, de Nightwish. Dedicada muy especialmente a mi adorado Capítulo 11, con cuyo protagonista creo que pega especialmente. MUY especialmente.

lunes, 1 de octubre de 2012

Prejuicios sobre las ratas


Como propietaria de ratas mascota, me enfrento casi semanalmente (exagero, pero no mucho) a los prejuicios que la gente tiene sobre estos simpáticos, inteligentes y encantadores bichitos. Aquí he recopilado los que escucho más a menudo, para contribuir a despejar las dudas y la absurda leyenda negra que hay alrededor de estas preciosas criaturas.


1) LAS RATAS TRANSMITEN ENFERMEDADES A LOS HUMANOS

Sí, por supuesto que las ratas callejeras transmiten enfermedades a los humanos... igual que el resto de bichos callejeros, empezando por los insectos (cucarachas, moscas, mosquitos...), siguiendo por las palomas y otras aves (gorriones, estorninos...) y acabando por los gatos y los perros. Todos estos animales, y en general todos los animales callejeros, están expuestos a contraer y transmitir parásitos y enfermedades. La rata no sólo no es más transmisor que otros animales, sino que incluso hay enfermedades que ellas no transmiten y los demás sí. Por ejemplo, la rabia. Todos los animales de sangre caliente pueden contraer la rabia, pero las ratas (a diferencia de nuestros adorados gatos y perros) no son capaces de transmitirla al ser humano.


2) LAS RATAS PROPAGARON Y CONTAGIARON LA PESTE

¡Falso! La peste no se transmite por las ratas, sino por la picadura de una pulga. Naturalmente, las ratas llevaban esa pulga encima... igual que todos los demás animales de sangre caliente, incluidos los humanos. Las ratas no eran las causantes de la peste, sino sus víctimas; morían por la acción de la bacteria transmitida por la picadura de la pulga, igual que todos los demás animales. Hay quien dice que las ratas tenían especial culpa porque viajaban en los barcos de una ciudad infectada a otra, pero como todos sabemos en esos barcos también viajaban seres humanos, cuya higiene personal en los tiempos de la peste dejaba mucho que desear. Las pulgas también anidaban en sus ropas, sus cabellos y sus enseres. Es más, las matanzas masivas de ratas que hubo por aquellos tiempos agravaron todavía más el problema, porque al no tener ratas huéspedes las pulgas todavía infectaban más a los humanos.


3) LAS RATAS SON AGRESIVAS Y MUERDEN A LOS NIÑOS

Las ratas, contra lo que mucha gente piensa, no son depredadores sino presas. Su instinto natural es el de esconderse, no el de atacar, y nunca lucharán si pueden huir. Si una rata ataca a un ser humano o a otro animal, es por miedo extremo (ha sido acorralada sin salida), por territorialidad (el animal en cuestión se ha colado en su nido) o por estar enferma de rabia. Claro que, en esos casos, una ardilla o un conejo morderán exactamente igual.
Las ratas salvajes son tímidas y huidizas; tienen miedo de los humanos y por lo general suelen esconderse cuando nos ven. Sin embargo, las ratas domésticas, nacidas y criadas en cautividad, son excepcionalmente simpáticas, sociables y cariñosas, acuden a la llamada de su nombre igual que los perros, y adoran a sus amos humanos. Para ellas no hay momento más feliz que el de jugar con su humano y posarse en su hombro, y lo que realmente cuesta es devolverlas a la jaula cuando ellas sólo quieren quedarse contigo y seguir jugando.


4) LAS RATAS SON ANIMALES SUCIOS

Falso de nuevo. Las ratas son animales que aprecian la limpieza, detestan la suciedad y pasan gran parte del día acicalándose. Yo tengo ratas mascota y puedo dar fe de que se pasan HORAS lamiéndose como los gatos, incluso las he visto lavándose las manos en el bebedero después de comer y limpiarse el hocico y la cara con ellas (¡totalmente verídico, lo juro!). Lo que pasa es que si una rata vive en una alcantarilla, obviamente, no va a poder oler bien por mucho que se acicale. Pero, de nuevo, no hay más que recordar el estado en el que están los gatos y los perros callejeros. Una rata en cautividad es mucho más limpia que un perro y muestra una higiene instintiva similar a la de los gatos: incluso aprender a hacer sus necesidades en un sitio concreto como ellos.


5) LAS RATAS SON DEPREDADORES CARNÍVOROS

¡Mentira! Las ratas son omnívoras, es decir, comen tanto vegetales como animales, pero su principal fuente de alimento son los vegetales: frutas, verduras y sobre todo cereales. También necesitan proteína, pero en cantidades muy pequeñas, y en la naturaleza la consiguen a base de devorar insectos, gusanos o musarañas. Las ratas en cautividad no necesitan proteína más que una vez cada dos o tres semanas, y yo a las mías esa necesidad se la satisfago a base de queso o huevo cocido. La única excepción son las crías de dos a cuatro meses (ratitas niñas y adolescentes, para entendernos), que la necesitan una vez a la semana para crecer sanas, y las madres gestantes y lactantes, que necesitan proteínas cada 2-3 días.


6) LAS RATAS SON UNA PLAGA DAÑINA

Esto puede ser cierto en el campo, ya que las ratas, como he comentado antes, tienen en el grano y los productos hortofrutícolas su principal sustento. Pero vuelta a lo ya dicho; las ratas no son las únicas que le meten mano a las reservas alimentarias campestres humanas; la mayoría de los pájaros y el resto de roedores también lo hacen, y no tienen el sanbenito de "plaga dañina" encima. En la ciudad, además, viven en simbiosis con los humanos; nosotros producimos residuos que las alimentan y ellas gestionan esos residuos de una manera sostenible.


7) LAS RATAS PUEDEN COMER DE TODO / SON CARROÑERAS

Pues no. Que sean omnívoras no significa que coman cualquier cosa. Las ratas no deben comer cítricos (ya producen de manera natural su propia vitamina C), y no deben comer bajo ninguna circunstancia alimentos flatulentos (coles, legumbres...) ácidos (arándanos, limones...) o picantes (rábanos, guindillas...). También son venenosas para ellas las alcachofas, los aguacates y las judías verdes. Y, por supuesto, las especias, las comidas cocinadas y los dulces chocolateados o azucarados les sientan fatal. Del mismo modos, por ejemplo, que les sienta mal la carroña o los alimentos podridos, eso sólo lo comerían si se están muriendo de hambre. Hay quien dirá que las ha visto comiendo esas cosas. Sí, claro. Pero que las coman no significa que sean buenas para ellas. De hecho, es una de las razones por las cuales las ratas callejeras o salvajes raramente llegan al año de vida, mientras que en cautividad y bien alimentadas pueden llegar a vivir más de tres años.


8) LAS RATAS SON FEAS

Para rebatir esto, sólo diré que una imagen vale más que mil palabras: