miércoles, 25 de octubre de 2017

Mi poemas favoritos


No sé si será porque en otoño me pongo melancólica o porque me voy haciendo mayor, pero en los últimos tiempos estoy aficionándome a la poesía. Hay poemas que me relajan, me emocionan, me resultan evocadores y me llenan el corazón. Por eso, he decidido hacer un meme poético, en el que ennumero a mis diez poetas favoritos y escogo una poesía de cada uno: la que más me ha gustado, más me emociona o más sentimientos evoca en mí.
¿Conocéis a todos estos poetas? ¿Coincidimos en gustos? Sentíos libres de reproducir el meme en vuestro propio blog, si os gusta.
Vamos allá. Los autores no están ennumerados siguiendo ningún tipo de criterio; los he ido poniendo conforme se me han ido ocurriendo.


 1 - ANTONIO MACHADO

 Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Dí: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.


2 - LUIS CERNUDA

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.


4 - W.B.YEATS


 Si tuviera las vestiduras bordadas del cielo,
entretejidas de luz dorada y plateada,
las azules, las opacas, las oscuras
vestiduras de la noche y la luz y la penumbra,
tendería esas vestiduras a tus pies:
 
pero, siendo pobre, sólo tengo mis sueños;
he tendido mis sueños a tus pies;
pisa suavemente, pues caminas sobre mis sueños.





5 - PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA

 ¡Ay mísero de mí! ¡Ay, infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.

Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más os pude ofender
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
qué yo no gocé jamás?


 6 - GUSTAVO ADOLFO BECQUER


Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
 
¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: «¡Levántate y anda!».


7 - DYLAN THOMAS


No entres dócilmente en esa buena noche,
Que al final del día debería la vejez arder y delirar;
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.

Aunque al llegar su fin los sabios sepan que la oscuridad es justa,
ya que sus palabras no desviaron el relámpago,
no entran dócilmente en esa buena noche.

Llorando los hombres buenos, al llegar la última ola
Por el brillo con que sus frágiles obras pudieron haber danzado en una verde bahía,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.

Los locos, que al sol cogieron al vuelo en sus cantares,
Y advierten, demasiado tarde, la ofensa que le hacían,
No entran dócilmente en esa buena noche.

Y los hombres graves, que cerca de la muerte con la vista que se apaga
Ven que sus ojos ciegos pudieron brillar como meteoros y ser alegres,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.

Y tú, padre mio, allá en tu cima triste,
Maldíceme o bendíceme con tus fieras lágrimas, lo ruego.
No entres dócilmente en esa buena noche.
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.


8 - PABLO NERUDA


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.



9 - J.R.R.TOLKIEN


Me siento junto al fuego y pienso

en todo lo que he visto,

en flores silvestres y mariposas

de veranos que han sido.

 

En hojas amarillas y telarañas,

en otoños que fueron,

la niebla en la mañana, el sol de plata

y el viento en mis cabellos.

 

Me siento junto al fuego y pienso

cómo el mundo será,

cuando llegue el invierno sin una primavera

que yo pueda mirar.

 

Pues hay todavía tantas cosas

que yo jamás he visto:

en todos los bosques y primaveras

hay un verde distinto.

 

Me siento junto al fuego y pienso

en las gentes de ayer,

y en gentes que verán un mundo

que no conoceré.

 

Y mientras estoy aquí sentado

pensando en otras épocas

espero oír unos pasos que vuelven

y voces en la puerta.



10 - FEDERICO GARCÍA LORCA


¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.

¡Que no quiero verla!

La luna de par en par.
Caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras.

¡Que no quiero verla!

Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!

¡Que no quiero verla!
La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
No.

¡Que no quiero verla!

Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.
 

¿Quién me grita que me asome?
¡No me digáis que la vea!

No se cerraron sus ojos
cuando vio los cuernos cerca,
pero las madres terribles
levantaron la cabeza.
Y a través de las ganaderías,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes
mayorales de pálida niebla.
No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada
ni corazón tan de veras.
Como un río de leones
su maravillosa fuerza,
y como un torso de mármol
su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.
¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué buen serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas
banderillas de tiniebla!

Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Y su sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos,
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una larga, oscura, triste lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas.
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No.
¡Que no quiero verla!
Que no hay cáliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfríe,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No.
¡¡Yo no quiero verla!!


BONUS TRACK: NAMÁRIË (J.R.R.TOLKIEN)*

 Ai! Laurië lantar lassi súrinen 
yéni únótimë ve rámar aldaron! 
yéni ve lintë yuldar avánier 
mi oromardi lissë-miruvóreva 
Andúnë pella, Vardo tellumar 
nu luini yassen tintilar i eleni 
ómaryo airetári-lírinen. 

Sí man i yulma nin enquantuva? 

An sí Tintallë Varda Oiolossëo 
ve fanyar máryat Elentári ortanë 
ar ilyë tier undulávë lumbulë 
ar sindanóriello caita mornië 
i falmalinnar imbë met, ar hísië
untúpa Calaciryo míri oialë.
Sí vanwa ná, Rómello vanwa, Valimar! 

Namárië! Nai hiruvalyë Valimar! 
Nai elyë hiruva! Namárië!

¡Ah! ¡Como el oro caen las hojas en el viento,
 
e innumerables como las alas de los árboles son los años! 
Los años han pasado como sorbos rápidos de dulce hidromiel
en las altas salas de más allá del Oeste,
bajo las bóvedas azules de Varda 
donde las estrellas tiemblan 
en la voz de su canción sagrada y real. 

¿Quién llenará de nuevo mi copa? 

Ya que la Iluminadora, Varda, la Reina de las Estrellas, 
desde el Monte Siempre Blanco ha elevado sus manos como nubes 
y todos los caminos se han ahogado en sombras 
y la oscuridad que ha venido de un país gris se extiende 
sobre las olas espumosas entre nosotros, 
y la niebla cubre para siempre las joyas de Calacirya.
Ahora se ha perdido, ¡perdido para aquellos del Este, Valimar! 

¡Adiós! ¡Quizá encuentres Valimar! 
¡Quizá tú la encuentres! ¡Adiós!


*Era incapaz de decidirme entre este poema de Tolkien y el que finalmente he publicado. He escogido "Me siento junto al fuego y pienso" porque es más génerico y puede entenderlo cualquiera aún sin conocer el universo de la Tierra Media. Pero Namárië es tan especial para mí, que no puedo sino usarlo como epílogo y despedida (más que apropiada, por cierto).