viernes, 6 de mayo de 2011

No les votes... el año que viene

Me joroba bastante, pero creo que la iniciativa No les votes va a fracasar. Así de claro. Y mira que me jode, porque estoy de acuerdo con sus bases, pero realmente está mal planteada. Y está mal planteada por dos motivos: el primero es que se ha confiado demasiado en internet para su difusión. Internet es, admitámoslo, un buen medio para llegar a la juventud. El problema es que juventud en esta país cada vez hay menos por culpa del descenso demográfico, y la que hay tiene cada vez menos conciencia política. Se necesita la complicidad de los mayores de 40 años, de los padres y madres de familia y de los jubilados para poder llevar la iniciativa adelante con éxito, y a ese sector de la población no se llega por medio de internet. Sobre todo a los jubilados, que cada vez son más. A ellos se llega en primer lugar desde la televisión, y si la televisión está comprada por los políticos desde carteles en la calle. Y la iniciativa ha brillado bastante por su ausencia en esos dos medios.

El segundo motivo, tal vez el más importante, es que esta iniciativa se tendría que haber lanzado en las elecciones generales, no en las municipales ni las autonómicas. ¿Por qué? Porque no es lo mismo decidir quién quieres que gobierne España que quién quieres que sea el alcalde de tu pueblo, así de claro. El gobierno municipal y autonómico no decide la política económica nacional, ni la política exterior, ni aprueba o deroga leyes; de lo que se encarga es de arreglar los parques, coordinar el transporte público y organizar las fiestas patronales, por poner ejemplo más prácticos de lo que hace. Por eso, la gente tiende a seguir votando a los alcaldes que gestionan razonablemente bien las ciudades, y es reacia a cambiarlos por un desconocido a no ser que lo hagan bastante mal. Y, dado que la situación económica, política y social de España depende del Gobierno central y no de las autonomías (que encima suelen barrer para casa), la gente no va a dirigir el voto de castigo contra los gobiernos autonómicos y municipales. Es decir, va a seguir votando a los de toda la vida.

Y lo peor es que, con el fracaso que sucederá, el movimiento puede quedar muy desprestigiado de cara a las generales del año que viene, consiguiendo que la gente piense "como en 2011 no consiguieron nada, no pienso votar a un partido minoritario, que será echar el voto a la basura y ganarán los otros". Es decir, no sólo no va a ser útil sino que va a ser contraproducente para el momento en que más haría falta que funcionase: cuando haya qur votar para elegir al Gobierno central, que es el que realmente ha provocado este desaguisado y el que realmente tiene poder para cambiarlo.

Sólo me queda una duda, ¿los responsables de No les votes son unos cretinos impacientes, o son responsables del Gobierno infiltrados que quieren desprestigiar este tipo de campañas para que no se hagan fuertes el año que viene?

miércoles, 4 de mayo de 2011

Héroes olvidados (III): Margaret More





Mi historia de amor con este personaje es harto curiosa: en un principio, estaba destinada a ser mi PJ en una partida de rol de Vampiro. Sin embargo, al ponerme a investigar sobre ella, descubrí que el momento de su muerte era demasiado temprano para que coincidiese la fecha del Abrazo con la antigüedad que yo debía tener en el momento de la partida, de modo que al final la convertimos en mi sire y yo fui una descendiente suya que llevaba su mismo nombre.
Sin embargo, anécdotas aparte, Margaret More Roper es un personaje histórico fascinante. Hija de Thomas More (más conocido como Tomás Moro en tierras españolas), fue la mujer más culta del siglo XVI, una erudita en tiempos en los que la buena formación académica estaba reservada sólo a los hombres.
Es tremendamente injusto que Margaret More no sea más conocida ni haya salido a la palestra como adalid del feminismo. Supongo que ha sido fundamentalmente por dos razones: la primera, que fue una mujer con profundas creencias cristianas (recordemos que su padre, Thomas More, fue canonizado como santo y mártir por la Iglesia Católica, ya que murió decapitado por haberse negado a reconocer a Enrique VIII como jefe de la Iglesia y haberse negado a dar su bendición a su divorcio de Catalina de Castilla para poderse casar con Ana Bolena). La segunda, porque fue una mujer que no tuvo que renunciar a su sexo ni a la vida familiar para crecer como persona, sino que fue esposa y madre. Supongo que eso rompería los esquemas de bastantes señoras que creerían en su momento que la fe y la vida familiar era incompatible con el auténtico feminismo, pues no hay otra explicación para que Margaret no sea, en este momento, uno de sus mayores exponentes.

Margaret More Roper (o Meg, como la llamaba cariñosamente su padre) nació en 1505. Era la hija mayor del matrimonio formado por Thomas More y su primera esposa, Jane Colt. A pesar de que tuvo tres hermanos más (Elizabeth, Cecilia y John), Margaret fue siempre la favorita de su padre, la más inteligente y fuerte y la más parecida a él en personalidad. Desde niña, su padre apreció en ella una aguda inteligencia y unas grandes ansias de aprender, por lo cual contrató a un latinista amigo suyo como preceptor para que le enseñara a leer, escribir y estudiar a los clásicos. Una educación, tengámoslo en cuenta, que por aquel entonces era inusual en una mujer. Tales conocimientos estaban reservados a los varones, ya que el papel de las mujeres era casarse, procrear y cuidar de la casa, con lo cual pocas cosas se les enseñaba aparte de a bordado, costura y buenos modales, y pocas cosas leían (si es que aprendían a leer) aparte de la Biblia.
El maestro de Margaret pronto quedó sorprendido por el intelecto de su discípula, que ya en la adolescencia mostraba un dominio del latín y el griego tan amplio como para ayudarle en sus traducciones profesionales. Cuando Thomas More supo del talento de su hija, se sintió orgulloso de ella, ya que él opinaba que si todas las almas son iguales a los ojos de Dios no había motivo para que fueran educadas de manera diferente, y tanto Margaret como sus hermanos, aparte de las consabidas clases de latín y griego, recibieron amplia formación en filosofía, teología y hasta medicina.
El resultado fue que Margaret, con sólo 19 años, tradujo íntegramente el Precatio Dominica de Erasmo de Rotterdam, con el cual llegó a mantener amistad y una abultada correspondencia. Erasmo, por su parte, no escatimaba elogios hacia Margaret, a la que llegó a calificar públicamente como "una elegante latinista" y a decir de ella que era "el orgullo de Inglaterra". Erasmo de Rotterdam tenía fama de ser un hombre algo huraño y severo, que no regalaba precisamente sus alabanzas, con lo cual que dijera semejantes cosas de una mujer habla mucho de la genialidad de Margaret, que pasó a la Historia como la primera humanista inglesa y la mujer más culta del siglo XVI. También mantuvo amplia correspondencia con Luis Vives. Escribió poemas, discursos y tratados, y participaba como una más en las veladas cultas que su padre organizaba en casa.
Margaret, además, tuvo la suerte de casar con un hombre tan abierto de miras como su padre que siguió alentando su formación. Se trataba de William Roper, un noble gran amigo de su padre con quien, al parecer, tuvo un matrimonio feliz, del cual nacieron cinco hijos.

Margaret se despide de su padre, Thomas More, antes de su ejecución

Margaret, sin duda, vivió los momentos más penosos de su vida cuando el rey Enrique VIII mandó ejecutar a su padre como traidor por haberse negado a abrazar el anglicanismo y a reconocerle como cabeza de la Iglesia. Thomas More era conocido (e idolatrado) por el pueblo inglés por su sabiduría y su piedad, y aunque Enrique debía de tenerle aprecio, ya que Thomas había sido su mentor en la juventud, era consciente de que su prestigio como cabeza de la nueva Iglesia quedaría mermado si no se atrevía a actuar contra Thomas. Así pues, More fue ajusticiado en la Torre del Terror, a pesar de las protestas del pueblo, que lo lloró como a un mártir. Margaret fue la última en visitarle antes de la ejecución, con quien mantuvo abundante correspondencia durantes los días que duró su encierro.
Tras la muerte de Thomas, su cabeza fue expuesta en el London Bridge durante un mes. Pasado ese tiempo, debería haberse arrojado al Támesis, pero Margaret, valientemente, consiguió encontrarse en secreto con el hombre encargado de dicha tarea, y, gracias a un fuerte soborno, pudo recuperar la cabeza de su padre y darle un entierro digno. Hay que tener en cuenta el gran riesgo que entrañaba este acto de rebeldía para ella si Enrique VIII se hubiese enterado del asunto, ya que toda la familia Rope, al igual que el resto de hijos de los More, estaba bajo sospecha. Thomas no fue el único en morir; el esposo de su hija Cecilia fue arrestado y ejecutado sin juicio previo, y William Roper, esposo de Margaret, llegó a estar en prisión durante una temporada, aunque finalmente fue liberado.

Margaret no fue una revolucionaria, ni tampoco una guerrera. Fue el mejor ejemplo de otro tipo de valor, menos llamativo, pero no por ello menos auténtico: aquel que muestran quienes se mantienen fieles a sus creencias y a sus principios por encima de todo. Margaret sabía que el mejor tributo que podía rendirle a su padre era mantenerse firme en su fe, sus creencias y su forma de ver el mundo. Dio a todos sus hijos la misma educación esmerada que había recibido ella (de los cuales destacó por su erudición su hija Mary). Fue una mujer inteligente, culta y humanista, adelantada a su época, que consiguió tanto asombrar con su sabiduría a los más grandes pensadores de la época como mantener su hogar y la dignidad de su familia a flote incluso en los momentos mas difíciles. Fue, en definitiva, la prueba de que ser una mujer moderna y feminista no es incompatible con ser una buena cristiana, esposa y madre (recordemos que una de las mayores críticas a las que tuvieron que hacer frente las feministas fue que ocuparse de estudios y asuntos masculinos las convertían en malas cristianas o incapaces o indignas de mantener una familia; Margaret fue uno de los más sólidos argumentos que podía ofrecerse a tales detractores para mostrarles que se equivocaban). Fue, en definitiva, una heroína, aunque sus armas fuesen los libros y la cultura en lugar del escudo y la espada. Y como tal debe ser recordada.
Murió en 1544, a la edad de 39 años.