domingo, 29 de noviembre de 2009

Navidades: ¿qué celebramos?

Seguro que a escoriagorgonita le suena este cartel, ¿verdad? ;-)


Ahora que Noviembre se acaba y vamos a entrar en el último mes del año, me gustaría hablar de las Navidades.
De un tiempo a esta parte, parece que las Navidades no significan otra cosa que luces de colores, bolas relucientes colgadas de ramas de abeto, campanillas y calceltines llenos de golosinas, compras, lotería y cenas pantagurélicas. No es que me parezca raro que las cosas vayan así: entiendo que los comerciantes necesitan que consumamos para sacar dinero de donde sea, que de eso viven. No bstante, creo que el concepto de Navidad hoy por hoy está totalmente desvirtuado y se está convirtiendo en un circo. Así que me gustaría compartir con vosotros dos propuestas, a la par que reflexiones, para que este año podamos vivir la Navidad de un modo más auténtico.

Para los creyentes: ¿Recuerdas por qué se celebra la Navidad? No celebramos ni más ni menos que el cumpleaños de Jesús. Sí, sí, ya sé que es poco probable que el emperador Tiberio organizara un censo en Diciembre, cuando el frío y la nieve dificultaba tanto los viajes, y que es mucho más posible que lo que celebramos en invierno sucediera en verano, pero lo cierto es que la fecha no es tan importante: más que una fecha, celebramos un acontecimiento, algo que seguro que tuvo lugar, aunque no fuera el 25 de Diciembre: el advenimiento del Hijo de Dios al mundo.
Siendo yo pequeña, en el colegio me explicaron que la razón por la que hacemos regalos en Navidad es porque hacerle regalos los demás es una forma de hacerle regalos a Jesús, dado que, como Jesús nos dijo que amásemos a nuestro prójimo y que todo lo que hagamos a los demás se lo hacemos a él, hacer felices a los demás con un bonito regalo es una forma de regalarle a él. También es normal que adornemos nuestras casas y hagamos comidas especiales, del mismo modo que preparamos un ágape especial y adornamos con guirnaldas y globos el salón cuando celebramos el cumpleaños de un familiar.
Sin embargo, estas cosas sólo son el bonito envoltorio que rodea al verdadero caramelo. ¿Cuántas veces no pasamos de aquí? ¿Cuántas veces nos centramos en pedir y en regalar montones de cosas caras, en invertir fortunas comprando adornos espectaculares, y luego nos olvidamos de poner el Belén, cantar villancicos, ir a la Misa del Gallo (o simplemente a Misa de Navidad, si tenemos demasiado sueño en Nochebuena)? ¿Acaso no estamos sucumbiendo al consumismo laico? Creo que todos nosotros deberíamos hacer una reflexión y darnos cuenta de si estamos viviendo cristianamente las Navidades, o nos hemos dejado arrastrar por la espiral de consumismo, excesos y luces brillantes. Os propongo que, en lugar de inundarnos (e inundar al personal) con docenas de paquetes envueltos y banquetes llenos de foie, trufas, caviar, jabugo y marisco, nos acordemos un poco de los hermanos pobres que en estas fiestas no van a tener qué comer ni donde dormir, y nos ahorremos unos euros de las comidas y los regalos para ayudar a los que más lo necesitan. Hagámosle un regalo también a ellos. Cambiemos las angulas por gulas, bajemos un poco el presupuesto de esa cámara digital o esa tele de plasma que vamos a pedir o a regalar, y donemos la diferencia a quienes menos tienen. El detalle del regalo gustará igual, la comida será igual de sabrosa, pero la sonrisa de Jesús (a quien al fin y al cabo, en última instancia, estamos haciendo el regalo) será muchísimo más feliz.
También os pido que acudamos a la iglesia el día 25 y/o el 24 por la noche, que recuperemos los maravillosos villancicos, y que dediquemos una parte de estas fiestas a reflexionar lo que realmente signfiica (o debería significar) para nosotros celebrarlas. Por algo somos cristianos.

Para los no creyentes: Por suerte, hoy en día en este país tenemos libertad de culto y de expresión. Ya no tenemos que seguirle la corriente al Estado, a los nobles ni a las costumbres: podemos hacer, creen y pensar lo que realmente deseamos. La mejor forma de hacer uso de esta libertad, creo yo, es ser coherentes con nosotros mismos. Así que os lo pido desde ahora: no celebréis la Navidad. De ninguna manera.
Las Navidades son una fiesta cristiana, y voostros no creéis en Dios ni sóis cristianos. Así que, siendo coherente con vuestras propias creencias, no celebréis comidas, no decoréis la casa, no hagáis ni recibáis regalos y no os toméis vacaciones, del mismo modo que yo, por ejemplo, no celebro ni dejo de ir al trabajo en Hannuka o en Ramadán. Y que nadie me venga con que la Navidad es una fiesta familiar o es la fiesta de la familia. La Navidad no es nada de eso. Es una fiesta religiosa, una fiesta cristiana (y musulmana, en menor medida, ya que los creyentes del Islam también celebran la natividad de Jesús, aunque para ellos sea profeta y no Mesías). Si la celebramos en familia es porque las familias cristianas tienen costumbre de reunirse para celebrar una de sus fiestas religiosas, no porque esta fiesta tenga nada que ver directamente con la familia. No existen las Navidades laicas. Así que no celebréis el nacimiento de un Mesías en el que no creéis ni el advenimiento al mundo de un Dios que para vosotros no existe. Celebrad si os place la Nochevieja y el Año Nuevo, pero nada más. Ni la Nochebuena, ni la Navidad, ni el Día de los Inocentes, ni la Noche de los Reyes Magos. Porque si siendo ateos ponéis el árbol de Navidad, hacéis regalos y celebráis estas fiestas, estaréis siendo unos hipócritas. Y creo que una de las principales quejas que tenéis contra la Iglesia es la hipocresía, ¿no? Pues a predicar con el ejemplo y a ser coherentes con vuestra forma de pensar. Los que somos cristianos, por nuestra parte, haremos lo mismo.

viernes, 27 de noviembre de 2009

¿Tradición o prejuicio?

Me jode muchísimo leer noticias como esta. No entiendo, ni entenderé jamás, cómo es posible que en pleno siglo XXI haya tantos imbéciles empeñandos en mantener tradiciones puramente machistas, retrógradas, discriminatorias y sin ninguna base religiosa. Pero, ¿qué insinúan estos paletos? ¿Que las mujeres somos tan pecadoras, impuras, lascivas, ladinas, arteras y sibilinas que no tenemos derecho a pertenecer a SU cofradía? ¿Qué pasa, que desde los tiempos del Génesis aún se resisten a olvidarse de lo de la manzana (que como todo el mundo debería saber es un relato simbólico)? Joder, es que da vergüenza ajena, de verdad.
Eso sí, cuando uno lee el artículo dos veces, hay otra cosa que resulta lamentable: de tapadillo y en la última línea te comentan, como quien no quiere la cosa, que la hermandad del Santo Entierro,a diferencia de la de la Vera Cruz, que lleva existiendo desde finales del siglo XVI, sí que ha decidido admitir a las mujeres. Mi pregunta es, ¿por qué la primera plana es la mala noticia y no la buena? ¿Por qué lo que la prensa resalta como titular es la decisión machist a y no la profgresista? No es por nada, pero yo a eso lo llamo falta de imparicalidad y manipulación periodística.

Sea como sea, si yo fuera una mujer zamorana acudiría a la Justicia. No es la primera vez que un gremio, cofradía o asociación antigua se niega a aceptar a las mujeres porque sí, por inmovilismo y por machismo redomado (recordemos si no el célebre caso de los pescadores del Palmar (Valencia), que no querían dejar que las mujeres fueran pescadoras). Por foertuna, la Justicia fallçó a favor de las mujeres del Palmar, así que no sé por qué este caso debería ser diferente. A ver cuándo cierto idiotas se dan cuenta de que una cosa es la tradición, y otra muy distinta el perejuicio.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Gótica


La llegada del frío me pone melancólica. Me ocurre todos los años, desde que era pequeñita. En el momento en que el verano se despide y la estación del sol, las vacaciones y la juerga da paso a la de la melancolía, la lluvia y las hojas caídas, algo dentro de mí se oscurece y no vuelve a renacer hasta la siguiente primavera. Me pongo a mirar la luna y las estrellas, tan brillantes y distantes, en el cielo nocturno, y me da miedo pensar en la inmensidad y en los misterios que me aguardan tras mi muerte. Me da miedo darme cuenta de que un año se acaba, un año se va para siempre, y es un año menos que me queda para morir. Me hace pensar en pérdidas, en despedidas, en cementerios solitarios bajo la helada brisa nocturna y en máscaras venecianas llorando sangre. Me hace sentirme más fría, sola y temerosa que nunca.
Quizás sea porque en esta estación, en estos meses, todo me recuerda a los finales, y yo odio los fianales. Supongo que es porque soy Aries. Aries el el signo zodiacal que rige el nacimiento, el principio y la energía vital creadora, y por eso los finales y los inviernos son tan melancólicos para mí. Es la época del año en que más gótica me siento, con diferencia. La imagen de la dama con colmillos vestida con un largo y vaporoso traje negro, pálida y solemne, tocando el violín sentada en una lápida con un cuervo al hombro mientras le caen lágrimas oscuras por la cara, representa perfectamente cómo me siento cuando el año corre con pasos acelerados hacia su fin.
No hay nada que me congele más el alma que pasear pisando las hojas secan que mueren para siempre al amparo de los árboles desnudos, que notar las gotas de lluvia heladas en la cara, que darme cuenta al mirar desde mi ventana que apenas son las seis de la tarde y el cielo ya está teñido del azul oscuro, denso y líquido, que anuncia la noche.
Desde que era niña, siempre he pensado que me encataría hibernar durante el invierno. ¡Qué alegría cerrar los ojos cuando los días se acortan y el sol se aleja y no volver a abrirlos hasta que los vientos cálidos y los capullos en flor anuncien la primavera!
Pero no es así. Tengo que seguir caminando, que atravesar el otoño y el invierno entre sombras cada vez más largas, entre rosas marchitas, entre nubes tormentosas. Ojalá pudiera dejar de sentirme así.

martes, 17 de noviembre de 2009

Héroes olvidados (II): Santa Tamar, la reina guerrera

A veces, aún en épocas de machismo exacerbado como la Alta Edad Media, la Historia nos proporciona ejemplos de mujeres inteligente y valientes que demuestran que son capaces de gobernar, guerrerar y vivir igual o mejor que los hombres. Es el caso de una figura histórica muy reverenciada en los países ortodoxos del este de Europa, pero poco conocida en el sur y el occidente: la reina Tamar de Georgia, una de las pocas santas laicas que hay (y además casada, independiente y guerrera, para mayor gloria). A los que habéis leído Canción de hielo y fuego, seguramente os recordará un poco, por su personalidad, a Daenerys Targaryen (al menos a mí me la recuerda).

Tamar de Georgia, Por la gracia de Dios, Rey de Reyes, Reina de las Reinas de los abjacios, armenios, kakhetios y kartalios, Autocráta de todo el Este y el Oeste, Gloria del Mundo y de la Fe, Campeona del Señor


Tamar, de la Casa Real de los Bagrationi, nació en 1159. En pleno siglo XII, vamos, cuando por lo común las mujeres no eran más que objetos que servían para procear niños, dar placer a sus maridos y servir de floreros en sus casas. Se nota, en cualquier caso, la influencia bizantina en su país y su estirpe, ya que sin duda lo habría tenido mucho más difícil de haber nacido en Europa occidental.
Hija del rey Jorge III de Georgia, desde muy pequeña fue educada en las artes del gobierno y la guerra, igual que si fuera un hombre, ya que estaba destinada a reinar a la muerte de su padre. Desde muy joven destacó por su belleza, astucia, valor e inteligencia, siendo también una joven piadosa, austera y disciplinada, dueña de una férrea voluntad. El rey estaba tan orgulloso de su hija, que la nombró co-regente a los 19 años.

En 1184, Jorge III murió y su hija ascendió al trono, siendo coronada por el arzobispo de Kutaisi. Su familia le había elegido como esposo a Yuri Boboliusky, hijo del Príncipe de Kiev. El joven era guapo, pendenciero y bastante machista (al uso de la época), de modo que despreciaba a su esposa y pasaba el tiempo emborrachándose y organizando orgías. Despreciaba a Tamar como mujer y pocas veces acudía a su lecho, pero después le recriminaba que no se quedaba embarazada porque era "demasiado mayor" (tenía 25 años cuando se casó con él), y seguramente eso la hacía infértil.

Tamar, mujer orgullosa que no estaba dispuesta a tolerar semejantes desmanes, consiguió que se anulara el matrimonio tras acusarle de adicción al alcohol y sodomía. Acto seguido, lo envió a Constatinopla y escogió un nuevo esposo, esta vez elegido por ella: David Sosland, un príncipe osetio. Cuando Yuri supo esto, se sintió ultrajado y trató de compincharse con los nobles que estaban en contra de Tamar para derrocarla y hacerse con el trono (una de las principales razones que ostentaban como excusa, por supuesto, es que era mujer y por ello no estaba capacitada para el gobierno). Pero Tamar, que además de gobernante era una buena guerrera, sofocó las rebeliones, capturó a Yuri y lo exilió permanentemente del reino bajo pena de muerte si osaba regresar. Por lo que se sabe, Yuri terminó sus días en Bizancio, sin pena ni gloria, haciendo lo que mejor sabía hacer: emborracharse y participar en orgías.

Tamar gobernó el reino con mano firme junto a David, con el cual tuvo dos hijos: Gregorio y Rusudani (lo cual demuestra, además, que no era infértil como Yuri decía). Consiguió aplacar a los nobles que murmuraban contra ella otorgándoles honrosos títulos
como gobernadores de provincias, y se dedicó a hacer una política de conquista y expansión. En multitud de ocasiones, Tamar demostró su valor y habilidad en combate, cabalgando a la guerra al frente de sus tropas en diversas ocasiones. Hacia el año 1190, la reina comenzó a intervenir en los gobiernos limítrofes, consiguiendo una victoria total contra los ejércitos del Atabeg de Azerbaiyán, Abu Bakar. En 1199, el ejército georgiano de los hermanos Mkhargrdzeli, sojuzgó a los musulmanes armenios. Alarmado por estos éxitos georgianos, Suleimán II, Sultán de Rumi, coaligado con varios Emires vasallos, atacó Georgia. Ante este ataque, Tamar cabalgó junto a su esposo comandando el ejército que derrotó a Suleimán II en la batalla de Basiani. Más tarde, cuando Bizancio fue atacada 1204 por medio de la infame Cuarta Cruzada, Tamar mandó tropas a Trebizond y Kerasund en apoyo de su pariente, el emperador Alejo III Angelo. En 1209 el emir de Ardabil atacó Georgia, matando a 12.000 georgianos y llevándose de escalvos a muchos más. Un año más tarde, Tamar contraatacó, matando al propio emir y a más de 12.000 musulmanes súbditos suyos como venganza por lo sucedido con los georgianos.
Además de ser una reina guerrera, también fue una mujer piadosa, protectora de la cristiandad, y auspició y mantuvo iglesias y monasterios de lugares tan lejanos como Egipto y Chipre. Era respetada y querida por su pueblo. Bajo su mandado, Georgia se convirtió en un imperio rico, culto y poderoso, lo que se conoce como la Edad de Oro del Imperio Georgiano.
Tamar murió en 1213, siendo sepultada en Gelati, en el panteón familiar de los Bargationi. A pesar de que dejó un imperio sólido y poderoso, su hija la reina Rusudani no pudo evitar la invasión mogola de Gengis-Khan, al cual tuvo que rendir tributo con oro y apoyo militar para que no arrasara Georgia.
La reina Tamar, que fue proclamada en vida Campeona de la Cristiandad, fue canonizada por la Iglesia Ortodoxa, celebrándose su onomástica el día 14 de Mayo.
Aunque la Iglesia proclama como sus principales virtudes "la humildad, mansedumbre, sabiduría, religiosidad, amor al prójimo y belleza", en realidad sólo las cuatro últimas pueden serle adjudicadas en justicia, puesto que Tamar, a la vista de lo que la Historia nos muestra, de humilde y mansa tenía más bien poco. Sin embargo, esto no debe considerarse una falta de virtud, puesto que sin su ambición, orgullo y valor nunca habría sido capaz de conseguir la expansión y la gloria que consiguió para su reino y para toda la cristiandad.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Crítica de "Celda 211"

Ayer fui con Tindomion a ver Celda 211. Me ha gustado (e impactado) bastante. A pesar de que no es perfecta, es la mejor película española que he visto desde "El orfanato". Se trata de una mezcla de crítica social, drama carcelario, humor engro y acción trepidante que no dejará indiferente a nadie, respaldada por un guión sólido (sólo flojea en una cosa, que detallaré en el spoiler) y totalmente adictiva, de las que hacen que no puedas despegar la mirada de la pantalla ansioso por lo que va a suceder a continuación.

Esta impactante, brutal, dura y trepidante película de acción, como hay pocas en el cine español, nos muestra lo que sucede cuando Juan, un funcionario de prisiones que acaba de aprobar la oposición, acude al trabajo un día antes de empezar para ir familiarizándose con la situación, y acaba metido de cabeza en un motín carcelario de enormes proporciones (moraleja: hacer horas extras puede perjudicar seriamente su salud y la de los que están a su alrededor).


La película no se queda en un mero visionado de escenas de acción, llenas de tensión, que haberlas haylas y en gran cantidad (yo he estado todo el rato al borde de la butaca y creo que a los demás que había en el cine les ha pasado otro tanto), sino que también entra a denunciar las duras y en ocasiones inhumanas condiciones de vida que sufren algunos presos. Es necesario puntualizar, sin embargo, que esa no es la situación normal de los presos en las cárceles españolas; durante mis prácticas como estudiante de Derecho, tuve la ocasión de visitar una cárcel con el resto de compañeros de la asignatura de Derecho Penitenciario, y lo cierto es que los de segundo grado vivían bastante bien, y de hecho había muy buen rollo entre ellos y los funcionarios de prisiones. Así que, desde luego, si suceden cosas como las de la película sucederán sólamente en los módulos de primer grado y aislamiento.


También es cierto que los guionistas de este filme no saben absolutamente nada de Derecho, ni Penitenciario, ni Penal, ni de ningún tipo, porque uno de los personajes dice que le han condenado a "homicidio en primer grado", cuando cualquiera que se documente un mínimo sabrá que ese delito no existe en España (no hay delitos de primer ni de segundo grado, esa nomenclatura es propio del Código Penal de los EEUU, no de España), sino simplemente homicidio o asesinato. No era tan difícil, bastaba con echarle un vistazo al Código Penal ¬¬U


Recomiendo su visionado a todo el que esté ávido de emociones fuertes y desee ver una buena película de acción.



A PARTIR DE AQUÍ, SPOILERS



Lo mejor:


-El personaje de Malamadre. Luis Tosar hace un papelazo que con toda seguridad será un Goya al mejor actor. Desde el primer momento se convirtió en mi personaje favorito. Es duro y despiadado, sí, pero porque no tiene nada que perder, y no ejerce la violencia gratuita, sino con un propósito bien definido. Su causa es justa y todos los sabemos: las reivindicaciones que hace son más que razonables, y no decide organizar un motín porque sea malo o porque quiera dar por el saco, sino porque sabe que es la única forma de que le escuchen. En el fondo, es un buen tipo, y posee un honor, un sentido de la amistad, un valor y una honestidad que para sí quisieran todos los funcionarios y negociadores que salen en la película, que no dudan a la hora de vender al joven funcionario atrapado si de ese modo consiguen conservar su puesto o salvar su pellejo.


-Que Malamadre sobreviva al final. Impagable la cara de terror que se le queda al traidor colombiano cuando sus ojos se cruzan con los de Malamadre y se da cuenta de que ha sobrevivido, y de que está sentenciado...


-Los efectos visuales, impresionantes (el suicidio que sale en la primera escena hizo que tuviera que apartar la vista de la pantalla, mareada ante la visión de la sangre).


-El guión. Los diálogos son de lo mejorcito que he oído últimamente. Pocas películas pueden hacer que te retuerzas de tensión, te partas de risa y asientas enfervorecido con la cabeza a la vez, pero esta lo consigue con creces.



Lo peor:


-El personaje de Antonio Resines, el "malvado carcelero facha que le pega de leches a los reclusos y seguramente tiene la foto de Franco enmarcada en su mesita de noche", está ya un poco manido, ¿no? Era tan malo maloso que parecía de cartón piedra. Aún así, su muerte me dejó un agradable sabor de boca: estaba pidiendo a gritos que lo matasen.


-La carga de los antidisturbios es el momento más flojo de toda la película, y un fallo de coherencia que impide que alcance la perfección. En primer lugar, queda muy forzado que se autorice una carga de esas características. ¿Desde cuando la policía carga a lo bestia contra civiles desarmados que lo único que hacen es protestar?

En segundo lugar, no me parece creíble que una mujer embarazada se meta en semejante follón; el instinto natural de todas las madres es proteger a su bebé, no correr hacia los antidisturbios con una tripa de seis meses.

Y, en tercer lugar, una porra de goma de los antidisturbios no puede matar a una persona. Hacer perder el bebé a Elena por culpa de un mal golpe en la barriga, sí, pero, ¿matarla? Demasiado inverosímil.

En definitiva, que esta parte está muy cogida con pinzas, no parece más que un recurso forzado para hacer que a Juan se le vaya la pinza ya no tenga nada que perder.


-El asunto de los etarras. Al principio queda bastante bien, pero me decepciona un poco la resolución del asunto. Tanto lío con eso de "los rehenes perfectos" y al final nadie se acuerda de ellos. Además, me fastidió que no los mataran. Mucho ruido y pocas nueces.

martes, 10 de noviembre de 2009

La mujer y el soldado

Hace 20 años, cuando yo era una niña pequeña que cursaba segundo de Preescolar y acababa de aprender a leer, vi en la televisión una escena que me impactó mucho y se me quedó grabada en la mente hasta el día de hoy.
Había mucha gente congregada en torno a un muro que estaban derribando. Yo no sabía quién era esa gente, qué hacían allí, dónde estaba el muro o por qué lo estaban demoliendo, pero recuerdo que miraba interesada la televisión porque en los telediarios no hablan de otra cosa desde hacía días. Y, entonces, en la pantalla, junto al muro, apareció una mujer. En la televisión subtitularon lo que dijo, por eso pude entenderla. La mujer, una señora que pasaba de los 50 años, se dirigió a un soldado que estaba junto al muro.
"Entonces", dijo, con una expresión entre incrédula e ilusionada. "¿Puedo pasar al otro lado? ¿Puedo ir a ver a mis hermanos, a los que no veo desde hace 30 años?".
"Sí, claro" contestó el soldado, un hombre joven. "Adelante".
Y la mujer, eufórica de alegría al escuchar la respuesta, abrazó al soldado.
Como ya he dicho, yo, una niña de 6 años, no entendía lo que estaba pasando, pero recuerdo que la imagen me regocijó el corazón. Era lo bastante mayor como para saber lo que es una guerra y un soldado, y me gustó el hecho de que la mujer abrazara al soldado y este la dejara pasar, en lugar de hacerle daño.
Ahora, mucho tiempo después, sé perfectamente que ese muro era el Muro de Berlín, también llamado el Muro de la Vergüenza. Sé lo que significaba, por qué se construyó y cómo consiguió seer derribado. Y, en el 20 aniversario de su demolición, no he uerido ponerme grave hablando de los muros que aún quedan por derribar (el que separa México de EEUU, el que separa las dos Coreas, el de Cisjordania, etc), sino que he preferido compartir con vosotros una anécdota acerca de cómo viví yo aquel momento. Aún hoy pienso a veces en la mujer y en el sodlado, y me pregunto qué sería de sus vidas, qué estarán haciendo ahora, si será felices y cómo recordarán ese momento. Pero de una cosa estoy segura: de que volver a ver a sus amigos y a sus seres queridos, después de tantos años de separación, fue el mejor regalo que pudieron tener en las Navidades de 1989.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

De mi simpatía por el judaísmo

Los judíos siempre me han caído bien. No me refiero ni mucho menos a los políticos del estado de Israel que se dedican a bombardear a civiles palestinos, no. Eso son cuestiones políticas de un país concreto, no religiosas. Yo hablo de los judíos en general, del judaísmo en común, como religión, al margen de nacionalidades y razas (pues, por mucho que los nazis se empeñaran, ser judío no es pertenecer a una raza o a una etnia concreta, sino simplemente una cuestión de creencias, de religión).

Al ver lo maltratados que han sido a lo largo de la historia, nunca he dejado de preguntarme por qué. Francamente, no lo entiendo. ¿Que prestaban dinero al 20% de interés? Bueno, eso también lo hacen ahora todos los bancos, y no he visto aún que nadie organice ningún pogromo contra Ana Patricia Botín y su familia. La explicación medieval que daban muchos de "es que son los asesinos de Cristo" no me convence para nada. En primer lugar, porque los que asesinaron a Cristo dudo que fueran lo bastante longevos como para sobrevivir siglos, hasta la Edad Media. Y, segundo, porque es totalmente absurdo culpar a todo un pueblo por algo que hicieron unos pocos. Es como decir que todos los musulmanes son terroristas sólo porque unos cuantos chiflados han fundado Al Quaeda. Y, además, ¿acaso el propio Jesucristo no era judío? ¡No puede ser una religión tan mala, cuando el propio Hijo de Dios la profesaba!

Vaya por delante que yo siempre he sido bastante ecuménica en mis planteamientos religiosos. Soy de las que piensan que en realidad Dios sólo hay uno, y que todas las religiones lo adoran a su manera. tanto Alá, como el Dios cristiano, como Yahvé... en realidad son todos el mismo, el único, Dios, y en realidad lo único que varía es la forma que tenemos de vivir nuestra fe y de adorarlo los distintos pueblos del mundo. Siempre he creído que es más importante tener fe que en qué se tiene fe exactamente. y, sobre todo, creo que a para Dios cuentan mucho más nuestras buenas obras que el hecho de que prefiramos adorarle en una mezquita, el una iglesia o en una sinagoga. Sin embargo, debo reconocer que siento muchísima más simpatía por el judaísmo que por el islam. Esto es así por varias razones. La primera y más importante es porque los judíos han sabido, al igual que los cristianos, avanzar con el mundo, y no se han quedado como los musulmanes anclados en una ideología machista y retrógrada que no ha avanzado desde el siglo XV. Y que nadie me hable de los extremistas como los cristianos del Opus o los judíos ultraortodoxos, que ninguno de ellos representa a la mayoría. A pesar de lo que ponga en el Levítico o en el Deuteronomio, ningún judío cuerdo hoy en día se dedicaría a lapidar adúlteras, homosexuales, o a los que no siguen las reglas del kosher. Tampoco hay ningún cristiano hoy en día que se dedique a quemar en la hoguera a los que considera herejes. Tanto los judíos como los cristianos protestantes (a ver cuándo espabilamos los católicos y los ortodoxos, joder) aceptan mujeres sacerdotisas entre sus filas (las pastoras protestantes y las rabinas judías). En todos los paises laicos donde hay mayoría judía y/o cristiana, las mujeres tienen los mismos derechos sociales y políticos que los hombres, están a la par que ellos. En cambio, en muchos países islámicos, la pena de muerte contra las adúlteras, la mujeres que no llegan vírgenes al matrimonio y los homosexuales, siguen a la orden del día. os derechos de las mujeres están a años luz de los de los hombres, e incluso los países musulamnes más "avanzados", como Túnez o Turquía, distan mucho de ofrecer la igualdad y los crímenes "de honor" siguen siendo frecuentes en ellos. Por eso, si tengo que escoger entre las grandes religiones monoteístas una que no sea la mía, siempre me convertiría al judaísmo antes que al islam.


Me gusta mucho esta imagen :-)


En segundo lugar, creo que siento una afinidad especial por el judaísmo porque para mí es mucho más familiar que cualquier otra religión, aparte de la mía propia. No hay que olvidar que compartimos la inmensa mayoría de textos sagrados con los judíos, y que los cinco primero libros del Antiguo Testamento, que los cristianos también estudiamos, son la Torá. Sí que es cierto que muchas costumbres de los judíos (como todo lo que tiene que ver con el kosher, por ejemplo) me resultan bastante extrañas, pero no por eso me parecen malas. Al contrario. Me parecen curiosas e interesantes, y aunque como cristiana no veo la necesidad de seguir esas reglas (del mismo modo que los judíos no tienen la necesidad de comulgar que tengo yo), tiene tienen todo mi respeto.

Me repugna y me encoleriza la cantidad de veces que otros cristianos han masacrado vilmente a esa pobre gente sin otra razón que un odio irracional y un fanatismo enfermizo. Me avergüenzo de todos los curas perturbados que han lanzado arengas contra sus vecinos hebreos. Me encantaría conocer a algún judío una vez y poder decirle que no le entiendo, que nunca he entendido por qué les han hecho tanto daño, que yo siento una enorme simpatía por su religión y su forma de vida, y que si pudiera retroceder en el tiempo y vasistiera a un pogromo en el que son atacados, les defendería, del mismo modo que los hubiera defendido y ayudado si hubiera vivido durante el auge del nazismo. Afortunadamente (¡por fin!), hoy en día el antisemitismo no es común en Occidente, e incluso está mal visto. Esa es, quizás, la única cosa buena que brotó de todas las semillas de podredumbre, odio y maldad que plantaron Hitler y sus compinches: el hecho de que, tras las barbaridades del Holocausto, la gente sintiera tanta pena y compasión por lo judíos que, por fin, tras siglos de incomprensible estupidez, hayan dejado de odiarlos y le hayan hecho por fin un hueco en el corazón, o al menos en la sociedad.

PD: Dedico esta entrada a mi queridísima amiga Findûriel, que acaba de entrar a currar en el Centro Didáctico de la Judería de su ciudad. ¡Mucha salud, alegría y suerte en tu nuevo trabajo, guapa! ^^