viernes, 3 de agosto de 2012

Hablar con Dios

De pequeña, en clase de Religión, me enseñaron que "rezar es hablar con Dios". Acto seguido, a lo largo de ese curso y los siguientes, solían enseñarnos una serie de oraciones que, al parecer, servían cada cual para una ocasión.
Debo reconocer que esas oraciones, que se aprenden de memoria y se recitan de carrerilla, nunca me han gustado demasiado. Casi da la sensación de que son "hechizos", más que
conversaciones con la divinidad, al estilo de la santería haitiana que mezcla el vudú con el cristianismo (en plan "reza tres veces esta oración a la Virgen de Caravaca en luna llena y con una vela blanca encendida y tu enfermedad sanará"). La única excepción es el Padre Nuestro, no sólo porque me parece profunda, natural y bellísima, sino porque es la única (la ÚNICA) oración que Jesús nos enseñó en persona, en los Evangelios.
La inmensa mayoría de oraciones me parecen, por decirlo en palabras claras, grandilocuentes y estereotipadas. No es que no sean bonitas, o que no digan verdades, sino que me parecen demasiado afectadas. Igual, dicho sea de paso, que el lenguaje que mucha gente emplea para hablar de Dios o con Dios: de
inmediato se llenan la boca (o los dedos, al escribir) de palabras rimbombantes, expresiones afectadas, solemnidades y arcaísmos, como si Dios no fuera a escucharnos a no ser que vistamos nuestro léxico de punta en blanco, con chaqué o con polisón.

Veamos un ejemplo, sacado de la
página web Iglesia.org. Una oración por los difuntos:

Oh Jesús, único consuelo en las horas eternas del dolor, único consuelo sostén en el vacío inmenso que la muerte causa entre los seres queridos! Tú, Señor, a quién los cielos, la tierra y los hombres vieron llorar en días tristísimos; Tú, Señor, que has llorado a impulsos del más tierno de los cariños sobre el sepulcro de un amigo predilecto; Tú, oh Jesús! que te compadeciste del luto de un hogar deshecho y de corazones que en él gemían sin consuelo; Tú, Padre amantísimo, compadécete también de nuestras lágrimas. Míralas, Señor, como sangre del alma dolorida, por la perdida de aquel que fue deudo queridísimo, amigo fiel, cristiano fervoroso. Míralas, Señor, como tributo sentido que te ofrecemos por su alma, para que la purifiques en tu sangre preciosísima y la lleves cuanto antes al cielo, si aún no te goza en él! Míralas, Señor, para que nos des fortaleza, paciencia, conformidad con tu divino querer en esta tremenda prueba que tortura el alma! Míralas, oh dulce, oh pidadosísimo Jesús! y por ellas concédenos que los que aquí en la tierra hemos vivido atados con los fortísimos lazos de cariño, y ahora lloramos la ausencia momentánea del ser querido, nos reunamos de nuevo junto a Ti en el Cielo, para vivir eternamente unidos en tu Corazón. Amén.

Creo que aquí se ve lo que quiero decir. La oración es bonita, quién lo duda, y lo que dice es cierto. Pero, ¿acaso es ese el modo en que hablamos a un amigo en un momento de dolor? ¿Acaso es la manera en que alguien, sumido de veras en el dolor que esa oración expresa, habla con su Padre Celestial en intimidad y confianza para pedirle consuelo? Yo creo que no. O, al menos, cuando murieron mis abuelos yo no rezaba así. Mis
conversaciones de Dios siempre han sido más viscerales, más salidas del corazón, más con mis propias palabras. Hablo a Dios como le hablaría a mi familia o a mis amigos. Y lo hago así porque, la verdad, no veo a Dios como una divinidad distante que envuelta en su gloria mira con desdén a los simples mortales esperando a ver qué oración le complace más, como si fuera una deidad pagana cuyos fieles la complacen con un concurso de poesía. Yo veo a Dios como un ser cercano, amigo, que nos consuela y nos quiere infinitamente porque somos sus criaturas, que desea que busquemos refugio en él para no sufrir. En este sentido, llama también la atención que el propio Jesús de Nazaret hablara (de Dios y con Dios) con un lenguaje sencillo y llano, el mismo que usa para dirigirse a sus padres, a sus hermanos, a sus amigos. No hay más que ver, aparte del Padre Nuestro, las bienaventuranzas y las parábolas: Jesús hablaba de pastores, de semillas, de jornaleros, de mujeres que van a buscar agua, en definitiva, de las cosas cotidianas de la gente que le escuchaba.

Otra cosa que tampoco me convence mucho es cómo habla la gente cuando se pone a soltar ripios religiosos. Y no hablo sólo de los curas, sino de cristianos corrientes y molientes. Intentan ponerse tan solemnes que acaban sonando falsos, aunque realmente no lo sean.
Como ejemplo, un mensaje que leí en el
Facebook de otra persona donde alguien pedía oraciones por la salud de un familiar:

Me uno a tus oraciones, ten la firme certeza que tu familiar va ha sanar el señor es misericordioso y con su infinito amor les va ha cubrir.

Hermosas palabras y sin duda hermosas intenciones, pero no es el tono natural con el que hablamos de las cosas que nos importan. Al referirse al Señor, la gente que se expresa así habla como si se estuviera refiriendo a un señor feudal, a un rey o a un noble poderoso, de esos que como no les trates de "vos" o de "majestad" te fulminan de inmediato.
Ojo, no digo que Dios no merezca respeto, por
supuestísimo que merece todo el respeto del mundo; lo que quiero decir es que a Dios creo que le pega más el respeto afectuoso y familiar que le mostramos a nuestros padres o a nuestros abuelos, más que el servilismo afectado y adulador que se emplea para dirigirse a un monarca.

Por eso, me gustaría animar a todos los creyentes que me lean a que se atrevan a hablar con Dios con menos empaque, con más
familiaridad, como corresponde al ser que más íntimamente nos conoce y que más nos quiere. No se trata de olvidarse de las oraciones tradicionales, que son bellísimas, sino de saber dirigirnos a Dios como al mejor amigo que es, y de hablar de él a las demás personas con más familiaridad, sin miedo, para que la gente vea que tratamos a Dios como lo que es (nuestro padre y nuestro amigo) y no como una deidad irascible que nos puede lanzar un rayo si no nos dirigimos a él con el más solemne y servil de los respetos.
Como último detalle, quisiera compartir con vosotros un relato que
Paulo Coelho recoge en su libro Maktub, que creo que ilustra bastante bien el espíritu de cercanía, afecto y humildad con el que yo intento envolver mi relación personal con Dios.

María, con el Niño Jesús en sus brazos, decidió bajar a la Tierra y visitar un monasterio. Orgullosos, todos los sacerdotes formaron una larga fila, y uno a uno se acercaban a la Virgen para rendirle homenaje. Uno recito bellos poemas, otro mostró las iluminaciones que había realizado para la Biblia, un tercero recitó los nombres de todos los Santos. Y así, sucesivamente, monje tras monje, fueron venerando a María y al Niño Jesús.

En el último lugar de la fina había un monje, el más humilde del convento, que nunca había aprendido los sabios textos de la época. Sus padres eran personas humildes, que trabajaban en un viejo circo de los alrededores, y todo lo que le habían enseñado era lanzar bolas al aire haciendo algunos malabarismos.

Cuando llego su turno, los otros monjes quisieron poner fin a los homenajes, pues el antiguo malabarista no tenia nada importante que decir o hacer y podía desacreditar la imagen del convento. Pero en el fondo de su corazón el también sentía una inmensa necesidad de dar algo de sí a Jesús y María.

Avergonzado, sintiendo sobre sí la mirada reprobatoria de sus hermanos, saco algunas naranjas de su bolsa y comenzó a tirarlas al aire haciendo malabarismos, que era lo único que sabia hacer.

Fue en ese instante cuando el Niño Jesús sonrió y comenzó a aplaudir en el regazo de María. Y fue hacia él a quien María extendió los brazos para dejarle que sostuviera un poco al niño.

9 comentarios:

Malena dijo...

Lo que mencionas, en inglés se conoce como "informal prayer" y es tan válida como la otra. La oración tradicional sirve como parte del ritual, pero mi experiencia es que mayor consuelo trae hablarle a D-s con lo que te sale del corazón.

Edu dijo...

Totalmente de acuerdo. Me has recordado a la película Como Dios. Aunque en esa película no aparecen oraciones rimbombantes, sí que hay una oración "prefabricada", que es la que Jim Carrey le suelta a Morgan Freeman (Dios) en el cielo: Que se termine el hambre y la pobreza y las guerras (o algo por el estilo). Que está muy bien pero que en realidad no le salía del corazón (está bien... si quieres ser Miss América... le suelta Morgan Freeman :P). Luego pide realmente por lo que le importa (que su mujer sea muy feliz, esté con quien esté, etc.). Y Dios afirma: esto es una oración.

Cuantas veces rezamos en modo automático porque no nos atrevemos a poner delante de Dios realmente lo que sentimos...

Estelwen Ancálimë dijo...

Malena: Vaya, no conocía lo de la "informal prayer", qué cosas aprendo en los comentarios ^^
Una curiosidad, ¿eres judía? Lo digo porque como has escrito D-s en lugar de Dios... :-)

Edu: Ciertamente, lo que comentas es la escencia de lo que pretendía transmitir en mi comentario: que deberíamos hablar a Dios como realmente nos sale de dentro, en lugar de decir lo que creemos que quiere escuchar :-)

Malena dijo...

¡Niña, la sangre de elfo te hace sabia! Si, soy judía, y aquí estoy escribiendo en sábado.
Mira, en mi religión yo tengo que rezar en una lengua que apenas domino. Hay oraciones "formales" en hebreo que tienen un gran significado para mi, un significado histórico que me une a mis antepasados que también rezaban igual, pero si estoy en un berenjenal yo le hablo a D-s como me sale del pecho (y a veces soy súper irrespetuosa)
Mil gracias por hacerte seguidora de mi blog, ya te respondí allá.

Estelwen Ancálimë dijo...

¡Wee, qué bien! :-D
Nunca había conocido a ninguna persona judía, pero como religión y cultura el judaísmo me encanta y me interesa muchísimo. Cuando me dio mi pequeña crisis existencial hace ya bastantes años y me dio por ponerme a estudiar todas las religiones para decidir cuál me convencía más, me sumergí en el judaísmo y la verdad es que me fascinó (junto al budismo, es mi religión favorita, dejando al margen la que ya profeso). De hecho, me fascinó tanto que estoy inscrita al boletín quincenal de la sinagoga de mi ciudad, sólo por seguir aprendiendo :-D

Como pequeña curiosidad, si quieres, le puedes echar un vistazo a un artículo que escribí hace ya más de dos años acerca de mi simpatía por el judaísmo, en este mismo blog: http://laluzdevalinor.blogspot.com.es/2009/11/de-mi-simpatia-por-el-judaismo.html

Un honor tenerte como seguidora, Malena. Me interesarán muchísimo todas las aportaciones que hagas a los artículos religiosos que hay en este blog, será interesantísimo poder gozar de tu punto de vista.

Shabat shalom!

Malena dijo...

El honor es mío. No pude evitar responderte (y laargoo) la entrada que me dejaste. Lástima que sea tan antigua. El judaísmo y la cultura judías son temas complicados, me da un poco de miedo a veces discutirlos en sitios públicos. Ya te iré contando de malas experiencias que he pasado por eso. Pero también me preocupan las generalizaciones, la ignorancia o la desinformación que circulan en torno al tema.
Ohh ya no me voy de ir de aquí, me vas a tener de visitante asidua mientras Tata D-s me de vida y mientras el ordenador resista.
Un abrazo.

Sawako dijo...

Yo no soy creyente, no solo es que no sea católica o cristiana, sino que soy atea.
Pero me fascina la religión y la fe me parece tan, tan bonita... comprendedme: no es que me sepa mal no sentirla, porque yo estoy muy bien sin creer en ninguna divinidad, pero es algo que aprecio.


Me ha gustado mucho tu entrada. La verdad es que, creo habértelo dicho antes en algún comentario, me impresiona lo bien que escribes y la sinceridad de tus palabras sobre Dios.

Y siempre me han dado repelús esas oraciones que a ti incluso te parecen bellas, sobre todo históricamente, pero que a mí que no he sido educada sobre su contexto y que no veo nada personal en los rezos en general me resultan falsas y tenebrosas. A mí me lo resultan, quien las disfrute, libre es.


Si yo creyera en un Dios, le hablaría con confianza. Porque quiero creer que si tuviera fe, esta no sería un miedo, embellecido por el espiritismo, al castigo divino.
Ni un respeto desagradable, sino amor hacia quien me ha creado y me acompaña y me da paz. Igual que amo la naturaleza, y no solo porque tenga miedo de extinguirse algún día la raza humana si no cuido el mundo que me otorga, sino porque es de lo que provengo y lo que soy.

Como única pega, porque me gusta aportar crítica constructiva y que el bloggero ya decida si tenerla o no en cuenta, quería comentarte que no me ha gustado ese desprecio mostrado hacia 'lo pagano'. Esto no es un ataque, así que por favor no te lo tomes así.
Cuando comparas tu fe y tu forma de hablar con Dios a un modelo negativo, usas para ejemplificar esta mala relación con la divinidad la religión pagana. ¿A qué te refieres con la religión pagana? Eso lo primero. Y si te refieres a lo que yo creo, que puedo estar equivocada y me retractaré, es decir a creencias envueltas por oscuridad y fetichismo: quizás no sean tan malas, porque ¿Cómo hablar de lo que no conocemos?

Me gustaría sobre todo que resolvieras mi duda sobre a qué te refieres. Y muchas gracias por tan hermosa y sincera entrada.

Besos,
Sawako :3

Estelwen Ancálimë dijo...

Hum... me temo que me has interpretado mal. En realidad no critico el paganismo, sino la forma de relacionarse con la divinidad que tienen algunos paganos (y algunos cristianos).

Me explico: desde mi punto de vista, Dios es perfecto y nos ama. Las deidades paganas (entiéndase pagano no como algo despectivo, sino como religiones politeístas o animistas arcaicas) suelen ser seres caprichosos, orgullosos, con defectos y debilidades semejantes a los de los humanos, con los cuales los fieles llegan a acuerdos como si se tratase de hacer negocios con un mago (yo te hago el poema más bonito o el sacrificio más valioso y tú me das la victoria en batalla/me curas el resfriado/me conviertes en tu favorito).

Yo creo que Dios no es ningún mercachifle ni ningún ser terrible y orgulloso al que haya que agradar temblando para que no te lance un rayo. Creo que es como un padre, como un amigo, alguien que te ama, te cuida y te comprende siempre; a tus padres no necesitas comprarles el afecto o la preocupación por ti, es algo que ya viene de serie con ellos. Y además, Dios es la perfección, con lo cual no creo que esté aquejado de los defectos mortales tales como la envidia, la avaricia, el orgullo...

A eso me refiero, vamos. Si conoces un poco el tipo de culto que se hacía a dioses celtas, nórdicos, romanos, griegos, mesopotámicos... seguro que entiendes por dónde voy :-)

Sawako dijo...

Muchísimas gracias por la aclaración y por no haberte molestado ante mi crítica. Ahora ya no puedo poner ninguna pega al artículo ;)

Y como conozco ese tipo de culto, estoy de acuerdo contigo. Personalmente me fascina mucho más a la hora de leer sobre él e informarme, porque al ser las divinidades tan humanas, dan pie a aventuras y confusiones entretenidas y muy literarias. Pero esto es, claro está, porque no les profeso ningún tipo de fe. Si creyera, sería en un Dios como el tuyo; bueno y paternal conmigo, y 'perfecto' (y no porque crea que se ha de ser una persona intachable para ser bondadoso y un modelo a seguir; sino porque Dios no vendría siendo una 'persona', sino una divinidad, y por tanto no se le aplican las mismas reglas).
Así que estoy de acuerdo contigo.

Besos,
Sawako :3