El teniente coronel Stanislav Petrov en su juventud, vestido de militar
¿Y cómo ocurrió la cosa? Corría el año 1983, y pasaba apenas un cuarto de hora de la medianoche del 25 al 26 de Septiembre. El aquel entonces teniente coronel Petrov se encontraba en el interior del búnker Seprujov-15, centro del alto mando de la inteligencia militar soviética, desde donde se coordinaba la defensa aeroespacial rusa. Recordemos que estamos en plena Guerra Fría, y que las cosas estaban particularmente tensas en ese momento; hacía apenas tres semanas que la Unión Soviética había derribado un avión de pasajeros por violar su espacio aéreo, lo cual había resultado en la muerte de todos los que iban a bordo, varios de ellos estadounidenses y uno de ellos en concreto congresista de los EEUU. Las relaciones ya tirantes de por sí entre los EEUU y la URSS se encontraban en uno de los puntos más frágiles, y los soviéticos estaban en alerta ante un posible ataque nuclear por parte de los norteamericanos como represalia.
Esta era la situación cuando, a las 00:14 (hora de Moscú), saltó la alarma en el búnker donde se encontraba de guardia el teniente coronel Petrov: uno de los satélites dio la alarma de que un misil nuclear de los EEUU se dirigía hacia la URSS y su llegada (y explosión) estaba prevista en 20 minutos.
Es lógico imaginar el salto que debió pegar Petrov en el asiento al ver la alarma. Tras el sobresalto inicial, pensó que debía tratarse de un error, ya que nadie empieza un ataque nuclear con un sólo misil. Sin embargo, poco después las alarmas comenzaron a repetirse: otro misil más. Y otro, y otro... las alarmas aumentaron a cinco. Ahí fue cuando la duda comenzó a corroer a Stansilav Petrov; ¿debía hacer saltar la alarma? No parecía lógico que EEUU comenzara una guerra nuclear enviando sólo cinco misiles en lugar de los cientos que tendría que haber lanzado para dejar a la URSS incapacitada para responder al ataque. Sin embrago, el satélite señalaba que esos cinco misiles se seguían acercando. Si daba la alarma y todo era un error del satélite, probablemente provocaría una respuesta contundente por parte de la URSS que desembocaría en la muerte de millones de personas. Pero si no daba la alarma y el ataque era real, condenaría a la muerte a millones de sus propios compatriotas y se convertiría en un traidor. Menuda disyuntiva. ¿Daba o no daba la alarma? El tiempo seguía corriendo.
Según la lógica y el reglamento militar, Petrov debió haber delegado, haber dejado la decisión en manos de otros. Debió haber activado la alarma, informado a sus superiores y dejar que ellos decidieran. Pero existían grandes probabilidades de que su superior fuera un fanático, un alarmista o un cabeza cuadrada que estuviera deseando reventar los EEUU y sólo estuviera esperando la más mínima oportunidad de poder comenzar la guerra nuclear a gran escala que el mundo llevaba años temiendo. Petrov decidió responsabilizarse él mismo de la decisión, hizo caso a la intuición que le decía que todo era un error del satélite, y no activó la alerta.
Y, efectivamente, era un error del satélite. Los supuestos misiles eran en realidad reflejos del sol en nubes altas, cuyos destellos fueron erróneamente interpretados por el software del sistema de alerta como motores de misiles en funcionamiento. Evidentemente, hubo una investigación, ya que la incidencia quedó registrada y los superiores de Petrov iniciaron una investigación y pidieron al teniente coronel explicaciones acerca de por qué había desobedecido las órdenes y no había activado la alarma de contra ofensiva. La respuesta de Petrov fue que "nadie empieza una guerra nuclear con sólo cinco misiles".
Como, a pesar de haber desobedecido órdenes, era evidente que acababa de salvar Rusia y probablemente el mundo, Petrov no fue castigado. Se le acusó de una falta burocrática menor (completar formularios de manera incorrecta), pero se le miró con malos ojos por la insubordinación y se le dejó de considerar de fiar. Además, interesaba ocultar el incidente, que dejaba en ridículo al ejército soviético y ponía en evidencia el mal funcionamiento de su sistema de defensa. Stanislav Petrov fue asignado a puestos de responsabilidad menor y al cabo de unos meses se retiró voluntariamente manteniendo su rango.
Stanislav Petrov, en la actualidad
Este episodio pasó completamente desapercibido en su tiempo. Petrov, que nunca se consideró a sí mismo un héroe, recibió finalmente en 2004 un pequeño reconocimiento por su labor: recibió el Premio Anual al Ciudadano del Mundo, otorgado por una asociación estadounidense, consistente en 1.000 dólares americanos. Sí, mil. Mil dólares por salvar el mundo.
Ahora, me gustaría que mis lectores se tomasen un minuto para imaginar qué es lo que habría sucedido si, en lugar de Petrov, en el búnker hubiese habido esa noche otra persona (algo muy probable, puesto que esa tarea de vigilancia no era el cometido habitual de Stanislav y sólo estaba allí por casualidad... aunque yo más bien diría que le puso ahí la Providencia). ¿Hubiese reaccionado igual? ¿Y si hubiese sido un alarmista, o una persona con menos lógica? ¿Y si hubiese sido un fanático? ¿Y si hubiese sido un indeciso o un timorato que hubiese preferido lavarse las manos y dejar la patata caliente de la decisión en manos de sus superiores?
¿Y si se hubiese activado la alarma de la contraofensiva?
¿Qué quedaría del mundo ahora mismo?
3 comentarios:
Hola Estelwen
No puedo estar mas de acuerdo,en tú afirmación "lo puso ahí la Providencia".
¿cuantos incidentes parecidos a este abra ávido entre los distintos países que posen armas nucleares...?
Luchemos por un mundo sin armas nucleares y en paz.
Gracias por tu comentario, Ricardo. Ojalá algún día el desarme y la paz mundial sean una realidad y no sólo un deseo :-)
¡Qué buen artículo!
Está muy bien que se de a conocer el Coronel Petrov. Admiro además su humildad.
Ahora mismo he escrito una entrada sobre él en mi blog, junto a otro desconocido al que también deberíamos mostrarle agradecimiento :)
http://concienciaecumenica.wordpress.com/2012/07/10/stanislav-petrov-y-vasili-arkhipov-dos-hombres-que-salvaron-al-mundo/
¡Un abrazo!
Publicar un comentario