domingo, 30 de septiembre de 2012

MIs vacaciones: Primera Parte, Normandía


Llevo más de un mes sin actualizar el blog, lo sé. Es lo que tiene estar preparando una entrada larga y juntar el síndrome post-vacacional con el trabajo y ciertos proyectos personales que no me dejan tiempo para casi nada más. A ver si a partir de Octubre, que estaré (espero) más relajada, me voy poniendo las pilas.

Este verano, mi marido, dos amigos y yo hemos planeado un viaje en coche por Normandía y Bretaña, en la costa noroeste de Francia. A mi esposo y a mí nos hacía especial ilusión poder recorrer el escenario histórico de la Operación Overlord, conocida popularmente como "Desembarco de Normandía". Aparte, hemos visto paisajes preciosos, monumentos bellísimos y hemos comido platos deliciosos. En un restaurante de St Malo, por ejemplo, comimos ostras, foie micuit y confit de pato, todo a veinte euros por persona con la bebida incluida. Otra cosa que nos encantaron fueron los crepes, el plato más emblemático de Bretaña junto con el marisco. Mi crepe favorito fue uno relleno de gruyere, queso de cabra y rataouille; aún se me hace la boca agua cuando me acuerdo de él.
Los bretones y los normandos, además, son muy simpáticos y amables. Hasta ahora, basándome en mis viajes a París, creía que los franceses eran unos bordes prepotentes y arrogantes. Estaba equivocada: bordes son los parisinos, pero no todos los franceses. En Normandía y Bretaña la gente era todo sonrisas y amabilidad, se acercaban por la calle a preguntarnos si necesitábamos ayuda si nos venían despistados o mirando un mapa, y se esforzaban en chapurrear inglés o incluso español para hacerse entender.

Este fue el itinerario de nuestro viaje. Espero que sirva de utilidad si alguien está planeando hacer un viaje por esta zona y no tiene muy claro qué ver o qué hacer. Nosotros nos divertimos mucho.

Día 1: Rennes

El primer lugar donde hicimos escala fue la ciudad de Rennes. No llegamos allí directamente desde España, sino que nos paramos a hacer noche en Burdeos. No la incluyo en el itinerario porque realmente no vimos nada de allí: llegamos por la noche, nos alojamos en un hotel cercano al aeropuerto y salimos por la mañana temprano.
Rennes es una ciudad cuyo principal incoveniente es el aparcamiento: TODAS las calles cercanas al centro tienen aparcamiento de pago. Aunque es gratis por las noches, resulta un engorro tener que volver cada dos horas para pagar (dos horas era el tiempo máximo por el que se podía sacar el tiquet), por lo que lo más practico fue preguntar en el hotel por un parking grande y dejar todo el tiempo el coche ahí.
Solucionado el problema del aparcamiento, fuimos a dar una vuelta por el casco antiguo de Rennes. Es un pasea muy agradable, relativamente corto (se puede ver en una tarde) y precioso, lleno de casas bretonas de fachada medieval. Por la noche, cenamos en una crepería donde nos sirvieron unos deliciosos crepes de trigo sarraceno rellenos de combinaciones deliciosas. El mío fue uno a los cuatro quesos. Una cosa que me sorprendió mucho (y que se fue repitiendo todo el viaje) es que las ensaladas de guarnición de los crepes y otros platos no llevaban aceite o vinagreta, sino mostaza. Tooodas las ensaladas que probamos en esa razona estaban aliñadas con mostaza. A mí me gustó, pero si a vosotros no os gusta la mostaza y vais por allí, os aconsejo que se lo digáis al camarero al hacer el pedido para que no os la sirva.


Día 2: Caen

Al día siguiente, fuimos desde Rennes hasta Caen. La ciudad de Caen tiene pocos edificios antiguos, porque fue salvajemente bombardeada por los aliados en el año 1944. Entre los edificios chulos que pudimos ver allí, está la iglesia de San Juan (con la torre torcida a causa de la desestabilización provocada por las bombas), la iglesia de San Pedro, el castillo de Guillermo el Conquistador, y la Abadía de los Hombres, donde esta la tumba de este rey. También hay una Abadía de las Damas, pero está situada a bastante distancia y no nos dio tiempo a verla.

Otra parte muy bonita para visitar en Caen es el barrio que crece alrededor del Jardín Botánico. Son casas de finales del siglo XIX-principios del siglo XX, a las que afortunadamente los bombarderos no alcanzaron.


Día 3: Las playas del Desembarco

Nos levantamos muy temprano para visitar en primer lugar el pueblo de St Mere Eglise, cerano a la playa de Utah. Este pueblo fue famoso por ser el lugar donde cayeron los paracaidistas de la 82ª Compañía Aerotransportada, muchos de los cuales fueron abatidos por los alemanes antes de poder tomar el pueblo. Uno de ellos se quedó colgado de la torre de la iglesia y salvó la vida haciéndose pasar por muerto hasta que llegó el día y sus compañeros pudieron rescatarle. Como recordatorio, aún hay un muñeco a tamaño natural vestido de paracaidista y colgado de la torre de la iglesia. Aparte de ver el pueblo, también estuvimos en el museo-memorial al aire libre, que recomiendo encarecidamente porque no tarde mucho en verse pero hay piezas interesantísimas, entre ellas varios aviones a tamaño natural (en uno de ellos se puede incluso entrar) o un campamento donde recreacionistas franceses reproducen la vida de campaña en el frente.

Tras visitar St Mere Eglise, fuimos a Pointe-du-Hoc, sobre un acantilado que separa las playas de Utah y Omaha. Esta posición fue tomada por los Rangers de la 116ª División de Infantería de los EEUU, que tuvieron que escalar los acantilados lanzando garfios y escalas. El lugar está muy bien conservado: hay un montón de bunkers en los que se puede entrar (y que te dan la sensación de estar metido dentro del Call of Duty), varias posiciones de cañones antiaéreos, y una ENORME cantidad de cráteres (a los que decidí bautizar como "pepinos de mar", ya que eran pepinazos lanzados desde el mar por los Aliados). Los pepinos de mar en cuestión tenían varios metros de profundidad y otros tantos de anchura, y se podía entrar y salir libremente de ellos. En algunos, crecían árboles y todos. Lo cual hace que uno se pregunte: "Si ahora mismo estos agujeros están así, ¿cómo estaba este sitio hace setenta años?".

De Pointe-du-Hoc fuimos al cementerio de la Cambe, que está situado en medio del campo y al que sólo se puede acceder en coche. Es uno de los cementerios alemanes, al que Tindomion tenía gran interés en ir porque en él está enterrado Michael Wihttman, el mejor cazacarros del ejército alemán (y probablemente de toda la Segunda Guerra Mundial). Además de la tumba de Wihttman, que aún tiene flores y velas, había miles y miles de cruces y placas, y casi todas mostraban fechas de muerte desoladoramente tempranas: la mayoría de los alemanes que estaban enterrados allí eran chavales de diecisiete a veintidós años. Muchos de ellos, sobre todo los más jóvenes, eran de la SS, pero al ver sus tumbas no pude dejar de preguntarme hasta qué punto esos chicos serían nazis y malvados de corazón, o si acaso la mayoría de ellos no habían sido muchachos con el cerebro lavado por las Juventudes Hitlerianas a los que habían puesto un fusil en las manos y habían mandado a morir por el Fhürer. Teniendo en cuenta cómo es la naturaleza humana, me inclino más bien por la segunda opción. Al final, estás en ese cementerio y acabas llorando por los niños que algún día fueron, aunque no puedas llorar a los hombres en los que se convirtieron.

Y, tras la Cambe, el plato fuerte: Omaha Beach. También conocida como "La sangrienta Omaha". Poco puede decirse de esta playa que no se haya escrito ya (o filmado, porque supongo que la mayoría de mis lectores recordarán la primera media hora de Salvar al Soldado Ryan). Debo decir que la playa sorprende por lo tranquila, pacífica y hermosa que es: todo arena blanca y suave, aguas cristalinas, y hermosos paisaje naturales de fondo. Para acceder al terraplén que baja a la playa, hay que subir unas escaleras "rompe-piernas" criminales, de modo que no hay más que imaginarse lo que debió ser escalar ese terraplén sin escaleras, con la ropa mojada, llevando a cuestas todo el equipo militar reglamentario y bajo el fuego de los morteros y las ametralladoras que los alemanes tenían allí, y se entiende perfectamente cómo es posible que en el Desembarco de Omaha hubieran casi 5.000 bajas. Tras pasear por Omaha y mojarnos los pies en el agua, visitamos el famoso cementerio americano, con su hierba tan verde y sus miles de cruces (y alguna estrella de David) de mármol blanco. Ni me imagino el gasto que debe hacer cada año el Gobierno de los EEUU para mantener el memorial y el cementerio tan perfectos e impolutos. Hablando de los EEUU, por cierto, al entrar en el museo-memorial del cementerio americano nos llevamos la sorpresa de que ¡había que pasar por un detector de metales con policías como si estuviéramos en el aeropuerto! Sinceramente, creo que los yanquis se pasan de paranoicos.

Cuando nos marchamos de Omaha Beach, fuimos a Bayeux para comer y también para visitar dos lugares emblemáticos de la ciudad: la catedral y el Tapiz de Bayeux. Este tapiz, al que desgraciadamente no pudimos hacer fotos, viene a ser algo así como la primera novela gráfica de la historia: metros y más metros de tela con escenas magníficamente bordadas que por la parte de arriba tienen, en letras claras y latín sencillo, la historia de Guillermo el Conquistador y la conquista de Inglaterra (por supuesto, desde un punto de vista totalmente normando).

Después de Bayeux, fuimos a ver la batería costera de Longues-sur-le-Mer, famosa pro ser la única que conserva los cañones en su sitio (se puede incluso entrar dentro de los búnkers y posicionarse donde estaban los artilleros que manejaban los cañones). Todo el campo alrededor estaba lleno de bruma, lo que daba al sitio un aire anacrónico y misterioso de lo más adecuado.

Y, ya por último, visitamos el pueblo de Arromanches, cuya playa (nombre en clave "Gold" en la Operación Overlord) fue una en las que desembarcaron los británicos. En ella aún hay restos del Mulberry, el puerto portátil flotante que los Aliados montaron para poder llevar allí sus barcos, ya que los alemanes volaban los puertos antes de dejar que cayeran en manos del enemigo. La verdad es que el momento en que llegamos (al atardecer) fue IDEAL, porque no había ya sol, estaba todo lleno de bruma, y como era el momento de máxima bajamar, las aguas se habían retirado más de seiscientos metros hacia el interior y apenas se veían entre la cortina de bruma, así que lo que teníamos delante eran un montón de estructuras de los años 40 llenas de algas goteantes que reposaban sobre un lecho de arena mojada, con pequeños charcos llenos de algas, y las olas sonando lejanas tras una cortina blanca que las hacía invisibles... Vamos, que aquello parecía un paisaje onírico, o post-apocalíptico, tipo Silent Hill... alucinante. De todo lo que vimos creo que fue lo que más me impresionó.

Día 4: El Memorial de Caen y Etretat

Al día siguiente nos levantamos pronto, tras haber dormido como troncos a causa del palizón que supuso la Ruta del Desembarco del día anterior. Para la mañana, elegimos algo suavecito: el Memorial de Caen. Este memorial, que es ENORME (hace falta mínimo medio día para verlo) no es un museo propiamente dicho, sino una especie de enciclopedia gigante, con imágenes y textos y algunas piezas de muestra (que haberlas, haylas, pero no son lo más importante). Para aprender cómo fue el Día D en particular y la Segunda Guerra Mundial en general es de lo mejorcito que hay, pero se necesita tener conocimientos de inglés, francés o alemán, porque no hay explicaciones en castellano. Si sois fans de la Historia o de la Segunda Guerra Mundial y vais a Caen, es una parada que no os podéis perder. Hay incluso documentales y entrevistas subtitulados al inglés con imágenes de archivo, que son impresionantes.

Por la tarde, después de comer, fuimos a un pueblo precioso llamado Etretat, que sonará a los fans del impresionismo porque Manet pintó allí muchos de sus cuadros, entre los cuales está El Ojo de la Aguja, que es precisamente el acantilado donde estuvimos.
El pueblo es precioso, aunque demasiado turístico. Las playas están llenas de piedras y cuando baja la marea se descubre una especie de estructura muy rara (llegamos a la conclusión de que debían ser mejilloneras, pero si alguien me puede aclarar de verdad qué puñetas era eso le estaré muy agradecida), y también se descubre la entrada a una enorme cueva que parece sacada de un libro de Los Cinco de Enid Blyton; hay una escalera enganchada en la roca para subir a una especie de plataforma natural, de la cual parte un túnel que atraviesa el acantilado y llega hasta el otro lado, donde hay una preciosa cala. Lo alucinante es que en esa cala también encontramos otra escalera, aunque esta estaba ¡en las paredes del acantilado, de la parte de abajo hasta la cima! A juzgar por las telarañas ya estaba en desuso, pero no quiero ni imaginarme quiénes la utilizaban y todavía menos quiénes la instalaron.
Después de estar allí abajo, volvimos sobre nuestros pasos y subimos la cuesta hasta llegar encima de los acantilados, donde el paisaje es precioso. Los prados que los rodean son tan verdes que se usan como campos de golf, y en ellos pudimos ver montones de conejos saltando y jugando. Fue muy chulo.

Día 5 (Mañana): Ruta del Desembarco, Segunda Parte

El día que dejábamos Caen (y Normandía) visitamos por la mañana lo que no nos había dado tiempo de ver dos días antes. El primer lugar al que fuimos fue el Memorial de la Batería de Merville, que fue nuestra espinita clavada del viaje porque llegamos tan pronto que no habían abierto todavía. Me fastidió tanto no poderlo ver que a veces pienso que valdría la pena volver a Normandía sólo para verlo.

Affortunadamente, sí que pudimos ver el famoso Puente Pegaso (que también recordarán los que jueguen al Call of Duty). La zona está casi igual que hace setenta años, aunque el puente actual es una reproducción idéntica del original, que se conserva en el Memorial Pegasus porque tantos coches y camiones pasando por encima comenzaban a deteriorarlo. Junto al puente, está la primera casa que fue liberada en el Día D (o Jour J, como lo llaman los franceses), con su plaquita conmemorativa.

De allí, fuimos a ver la famosa Posición Hillman, un complejo que costó sangre, sudor y lágrimas de conquistar. Además de los búnkers (a los que no se puede entrar por riesgo de derrumbe, a diferencia de lo que sucede en otras partes), pudimos entrar en una posición de ametralladora que aún tenía pintado un croquis con la posición y la distancia de los pueblos y accidentes geográficos más cercanos, lo cual nos llevó a la conclusión de que además de posición de ametralladora era un puesto de observación. También había en pie varias trincheras, que pudimos recorrer.

Por último, hicimos una parada en la playa Sword, que no es un alto imprescindible en la ruta pero era importante para mí porque un personaje mío del juego de rol Comandos de Guerra desembarcó allí (como todos los demás comandos británicos que desembarcaron).

Y, una vez visitada Sword Beach, partimos de Normandía rumbo a Betraña.

(continuará...)

2 comentarios:

Malena dijo...

Muchas gracias por compartir. ¿Qué los llevó a hacer turismo histórico y precisamente el que se vincula al Día D?

Estelwen Ancálimë dijo...

La verdad es que mi marido y yo somos grandes aficionados a la Historia (de hecho, él actualmente está cursando la carrera de Historia por medio de la Universidad a distancia), y a él le apasiona especialmente la hisoria bélica, es uno de los mejores expertos en la Primera y Segunda Guerras Mundiales que conozco. Así que los dos teníamos muchísimas ganas de visitar un escenario histórico tan importante en el siglo XX como el de la Operación Overlord y la Batalla de Normandía. :-)

De hecho, siempre que viajamos nos gusta ir de turismo cultural, yendo a ciduades con tradición histórica y artística. No somos muy amigos de ir a ciudades muy modernas (tipo Berlín o cualquiera de los EEUU) o a playas paradisíacas (de hecho, vivimos en una ciudad costera, así que si es por playa la tenemos todo el año).