martes, 10 de noviembre de 2009

La mujer y el soldado

Hace 20 años, cuando yo era una niña pequeña que cursaba segundo de Preescolar y acababa de aprender a leer, vi en la televisión una escena que me impactó mucho y se me quedó grabada en la mente hasta el día de hoy.
Había mucha gente congregada en torno a un muro que estaban derribando. Yo no sabía quién era esa gente, qué hacían allí, dónde estaba el muro o por qué lo estaban demoliendo, pero recuerdo que miraba interesada la televisión porque en los telediarios no hablan de otra cosa desde hacía días. Y, entonces, en la pantalla, junto al muro, apareció una mujer. En la televisión subtitularon lo que dijo, por eso pude entenderla. La mujer, una señora que pasaba de los 50 años, se dirigió a un soldado que estaba junto al muro.
"Entonces", dijo, con una expresión entre incrédula e ilusionada. "¿Puedo pasar al otro lado? ¿Puedo ir a ver a mis hermanos, a los que no veo desde hace 30 años?".
"Sí, claro" contestó el soldado, un hombre joven. "Adelante".
Y la mujer, eufórica de alegría al escuchar la respuesta, abrazó al soldado.
Como ya he dicho, yo, una niña de 6 años, no entendía lo que estaba pasando, pero recuerdo que la imagen me regocijó el corazón. Era lo bastante mayor como para saber lo que es una guerra y un soldado, y me gustó el hecho de que la mujer abrazara al soldado y este la dejara pasar, en lugar de hacerle daño.
Ahora, mucho tiempo después, sé perfectamente que ese muro era el Muro de Berlín, también llamado el Muro de la Vergüenza. Sé lo que significaba, por qué se construyó y cómo consiguió seer derribado. Y, en el 20 aniversario de su demolición, no he uerido ponerme grave hablando de los muros que aún quedan por derribar (el que separa México de EEUU, el que separa las dos Coreas, el de Cisjordania, etc), sino que he preferido compartir con vosotros una anécdota acerca de cómo viví yo aquel momento. Aún hoy pienso a veces en la mujer y en el sodlado, y me pregunto qué sería de sus vidas, qué estarán haciendo ahora, si será felices y cómo recordarán ese momento. Pero de una cosa estoy segura: de que volver a ver a sus amigos y a sus seres queridos, después de tantos años de separación, fue el mejor regalo que pudieron tener en las Navidades de 1989.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muchas veces el propio planeta es una barrera infranqueable, para que los humanos nos pongamos más trabas aún.

Sañudos Gorgonitas