viernes, 11 de junio de 2010

El día que por fin fui libre

Hace ya nueve años que salí del colegio y aprobé el Selectivo. Nueve años, desde que terminé COU con buenas notas (por algo había elegido Humanidades, que contenía todas las asignaturas que me gustaban y que encima no tenía las odiadas matemáticas), me saqué la Selectividad también con buenas notas, y me fui para siempre de aquel lugar maldito que había sido mi cárcel y mi prisión durante catorce años de condena. ¿Mi crimen? Ser diferente.
Hoy ha llovido mucho desde aquello, claro. Comencé y terminé la carrera de Derecho, hice amigos que permanecen todavía y amigos de quienes la vida me fue separando, conocí amores que se perdieron en las nieblas del pasado, y conocí al amor de mi vida, el que dentro de un mes y medio se convertirá en mi marido. Hoy, profesional del Derecho y a punto de convertirme en una mujer casada, he encontrado mi lugar en el mundo. Tengo amigos que comparten mis gustos y me aprecian por lo que soy, delante de los cuales no tengo que fingir ni aparentar nada. Me sigue gustando bromear, debatir, leer libros de fantasía, ver películas de ciencia-ficción, escribir, imaginar, jugar a rol y soñar con historias maravillosas sobre hadas, vampiros, sirenas, magos y dragones. No consiguieron cambiarme (al menos de forma permanente), sigo siendo yo misma, estoy rodeada de gente que me quiere como soy, y estoy orgullosa de ello.

Pero, ¿sabéis? Aún hoy tengo pesadillas. A veces, cuando estoy preocupada y estresada, sueño que tengo que volver. Que estoy de nuevo allí, en una de las aulas del colegio Dominicos, rodeada de aquella banda de hijos de puta que convirtió mi vida en un infierno. Después de todo lo que ha pasado, después de todo lo que ha llovido, después de sufrir, aprender, desesperar y salir adelante, mi vida ha vuelto a ese punto y tengo que estar allí otra vez. Me despierto angustiada y con una enorme sensación de alivio al darme cuenta de que sólo había sido un sueño. Pero, en esos momentos, odio a mi cerebro. Por haberme traicionado haciéndome volver, aunque sólo haya sido en sueños.
Por eso, hoy me gustaría rendir homenaje a aquella adolescente de dieciocho años que salió del colegio con una mezcla de alegría, esperanza e incredulidad, como el preso que por fin ve cómo se abren las puertas de la cárcel ante él tras una larga condena y camina vacilante hacia el exterior, temiendo irracionalmente que alguien le obligue a volver. Herida y destrozada, pero libre por fin. Con la esperanza de que por fin se abría delante de sus ojos un futuro mejor.

En primer lugar, aquí va este artículo de Arturo Pérez-Reverte para el XL Semanal, uno de mis favoritos de este escritor, que me emocionó cuando lo leí porque en muchos aspectos parecía escrito para mí. Un guiño del destino:



NADIE DIJO QUE FUERA FÁCIL

Todo el mérito es tuyo; tienes mi palabra de honor. Quizá el botín de tan larga campaña –y lo que te queda todavía– no sea lo dorado y brillante que uno espera cuando la inicia, a los doce o trece años, con los ojos fascinados de quien se dispone a la aventura. Pero es un botín, es tuyo, es lo que hay, y es, te lo aseguro, mucho más de lo que la mayor parte de quienes te rodean obtendrán en su miserable y satisfecha vida. Tú has abordado naves más allá de Orión, recuerda. Tienes la mirada de los cien metros, esa que siempre te hará diferente hasta el final. Fuiste, vas, irás, esos cien metros más lejos que los otros; y durante la carrera, hasta que suene el disparo que le ponga fin, habrás sido tú y habrás sido libre, en vez de quedarte de rodillas, cómoda y estúpida, aguardando.

Ahora sabes que todo merece la pena. La larga travesía por ese mundo de méritos numéricos y ausencia de reconocimiento, donde te viste obligada a arrastrar contigo al niño de papá, al tonto del haba, al inútil carne de matadero, con tal de llevar a buen término el trabajo para el que te bastabas en solitario. Has crecido y sabes que las oportunidades no estaban en los otros, sino en ti. Que no había nada malo en aquella chica tímida que se llevaba libros a las horas libres de tutoría; que buscaba la mirada de los profesores inteligentes, no para hacerles la pelota, sino por sentirse cómplice y no estar sola. La jovencita que sobrecargaba la mochila con El guardián entre el centeno o El señor de los anillos, que en la excursión del cole a Madrid prefería ver el Planetario, el Prado o el Reina Sofía a dejarse la garganta en el parque de atracciones. Que se enfrentaba a la hostilidad de compañeros cretinos porque era la única que había leído las Sonatas de Valle-Inclán o sabía quién era Wilkie Collins. Ahora que miras hacia atrás con madurez, comprendes que cada vez que alguien ninguneó tu forma de ser, te insultó, te miró por encima del hombro, no hizo sino precipitar tu aprendizaje y tu lucidez. Tu certeza de ser mejor, más despierta y diferente.

Mírate ahora. Qué lejos estás de tanto borrego y tanto buey. Entras en la edad adulta sin que nadie pueda imponerte una sonrisa falsa cuando el mundo y su estupidez, su envidia, su mezquindad, te hagan fruncir el ceño. Ahora tienes la certeza de que no te equivocaste, y de que la niña callada en el banco del fondo puede ser vengada por la mujer que hoy la recuerda. Sabes ya que puedes ser feliz a tu manera y no a la de otros, con tus libros, con tus películas, con tu familia, con esos amigos que no sabes cuánto tiempo van a durar y por eso aprecias tanto, con la mirada serena que ahora posas a tu alrededor, en la calle, en el trabajo, en la vida. En la muerte. Ahora sabes que la virtud, en el más hondo sentido de la palabra, está en ese aguante de tantos años, cuando cerca estuvieron de convertirte en otra. Comprendes al fin que los malos profesores son un accidente sin demasiada importancia, pues eres tú quien aprende; y la vida, incluso con sus insultos, con sus malvados, con sus tragedias, con sus reglas implacables, la que te enseña. Nadie dijo que fuera fácil.

El otro día fuiste a ver Salvador y saliste del cine asombrada, llorando. No por la película, ni por la suerte del protagonista, sino por la certeza de que los ideales de aquel muchacho ya no tienen sentido, porque ninguno los sustituye ahora, porque la gente de tu edad se divide en dos grandes grupos: una minoría de analfabetos desorientados, pasto de demagogia barata en manos de políticos sin escrúpulos, y una masa inerte cuya única aspiración es salir en Gran Hermano o ponerse hasta arriba el sábado por la noche; jóvenes con garganta y sin nada que gritar, que se irían por la pata abajo puestos en la piel de Salvador Puig Antich, o a los que, viendo El crimen de Cuenca, la sola visión del garrote vil haría cerrar los ojos con escalofríos en la nuca. Pero tus lágrimas, amiga, demuestran que tienes razón. Que no te equivocaste al amar al conde de Montecristo y al Gabriel Araceli de Galdós, al buscar el secreto genial de un soneto de Borges o Quevedo, al transitar, jugándotela, por los senderos sin carteles luminosos en los pasillos oscuros de la Historia. Al hacer de cada esfuerzo, de cada miedo, de cada desengaño, de cada ilusión y de cada libro, un martillo con el que picar los muros espesos que te rodean.

Y si algún día tienes hijos, intenta que sean como tú. Como esos tipos flacos de los que hablaba Julio César, a la manera de Casio: gente de dormir inquieto, peligrosa y viva. La que quita el sueño a los apoltronados y a los imbéciles.

El Semanal 21 de enero de 2007



Y, en segundo lugar, querría dedicarle este videoclip a todos los amables compañeros de clase que me fueron acompañando por mis años escolares ignorándome, humillándome, insultándome, burlándose de mí, gastándome bromas crueles, destrozando mis deberes, escondiéndome el material escolar, pegándome chicles en el pelo, poniéndome chinchetas en el asiento, dejándome sola en el recreo, golpeándome, calificándome de "rara" y de "loca" (en aquellos días aún no se estilaba el término "friki") sin conocerme y destrozando mi autoestima, mi esperanza, mi felicidad y mi cordura hasta límites insospechados. Gracias, cabrones. Este vídeo va dedicado a vosotros de parte de Ana, la rara y la loca que se pasaba el día leyendo del grupo C de la promoción 1987-2001 (de segundo de Preescolar a COU) del colegio San Vicente Ferrer de los Padres Dominicos de Valencia.


14 comentarios:

Estelwen Ancálimë dijo...

¡Vaya! Tu historia me recuerda muchísimo a la mía. Es de vergüenza cómo los supuestos profesionales de la educación se lavan las manos en estos asuntos. Que la culpa era tuya por no querer relacionarte... se necesita ser cabronazo para decir eso. Los dos inútiles que mi colegio tenía de psicólogos decían lo mismo de mí, que si eran treinta contra una sería porque yo no hacía esfuerzos por relacionarme. Al parecer, esos idiotas se olvidan de que para relacionarse hace falta que las dos partes estén de acuerdo en hacerlo. Y, además, si no nos aceptan tal y como somos, ¿qué vamos a hacer? ¿Convertirnos en borregas mediocres como ellos, llevarles la corriente y callarnos lo que pensamos, para que los alfa nos acepten en la manada? Pues yo decidí que prefería ser yo misma y estar sola a ser una borrega más del rebaño.
Además, el problema no es estar sola (eso se puede asumir, y además tarde o temprano acabas encontrando gente afín a ti, aunque sea fuera de la escuela), sino que encima que pasan de ti, se metan contigo, te insulten y te humillen. A mí me jodían lo indecible gastándome putaditas y riéndose de mí, ¿y qué decían los profesores si pedía ayuda? "Ignóralos y ya verás cómo se acaban cansando?". Me daban ganas de contestarles: "¿Y hasta que se cansen qué, cabronazo? ¡Se supone que parte de tu trabajo es impedir que me hagan estas cosas!". Además de que eso de que si pasas de ellos se acaban cansando es MENTIRA. Yo lo intenté y jamás se cansaron.

En fin, menos mal que eso es agua pasada y ahora sólo nos queda el mal recuerdo. Aunque, claro, las secuelas no nos las quita nadie. Yo cogí depresión al poco de salir de allí, tuve que medicarme, y hoy en día mantengo la ansiedad crónica y reacciono muy mal cuando me gastan una broma, aunque sea sin mala intención. Pero supongo que estas cosas mejorarán con el tiempo (espero). Me alegro mucho de que a ti también te vaya mejor. Ya verás como poco a poco te sube la autoestima y vuelves a ser totalmente feliz ^^

Diva Chalada dijo...

Bufff por suerte lo mío fue mucho menos traumático.

Yo escribí una vez en la pizarra que me quería suicidar, imaginad cómo estaba, casi perdí la razón. Fui a una psicóloga que sacó que mi cociente era casi de superdotada, amplió mi vocabulario hablándome de cosas tan útiles como la empatía para defenderme de esos gilipollas (tiene cojones la cosa).

Odiaba salir al recreo y que no me dejaran en paz, nadie de mi clase me apoyaba. Así que encima estaba atacada por dos flancos: los que se metían en el recreo y los de clase. Y yo no solo era la lista y rara sino también la gorda. UNa vez, en marzo, cuando salía del cole, uno de ellos me tiró un masclet a los pies con el pánico que me dan. Salí corriendo y llorando hasta que llegué a casa de mis tías, donde pude llorar a gusto.

Cuando decidí irme del colegio, el equipo directivo me dijo que me metiera yo con ellos también, que respondiera. Yo, que por entonces tenía un sentido del honor muy alto, dije que no tenía por qué rebajarme. No sé... En el nuevo insti pillé unos capullos iguales y me dio una crisis de ansiedad en clase. Una de mis profes lo amenazó con denunciarlo si volvía a hacerme algo, el capullo hasta me pidió disculpas. Al año siguiente coincidí en la misma clase con una amiga, empecé a hacerme con la gente y todo fue mucho mejor, de hecho el instituto fue una gran ayuda.

En la uni me puse a vivir en una resi de estudiantes y bueno, mis vecinos de enfrente, dos chicos, no paraban de gastar bromas. Me enfadaba muchísimo y me lo tomaba todo a mal. Luego vi que esos chicos también comían conmigo, jugaban conmigo con el ordenador, cantaban conmigo, me preguntaban qué me pasaba cuando estaba triste y esperaban a que terminara de desayunar para levantarse de la mesa.

Uno de ellos, JJ, me dijo cuando le conté mi historia que con él intentaron hacer lo mismo, pero que sus padres le habían dicho que si le pegaban, que pegara. Y que si le insultaban, que insultara. Que por iniciativa propia no hiciera nada a nadie, pero por defensa propia sí. "Al poco nadie se metió conmigo. No podían, no les dejé. Y yo tampoco me metí con nadie". Quizá sea una solución, quién sabe. Como punto dulce de la anécdota, cuando mi hermana fue a recogerme a Granada habló con ellos y les dio las gracias por cuidar de mí, porque había estado muy puteada. "Bueno, pues ellos se lo pierden", respondió mi JJ. Aysss cómo los echo de menos.

Cuesta abrirse. Muchísimo, yo aún sigo luchando contra eso, contra la manía persecutoria y contra muchas cosas. No creo que se salga del todo de esto, todos tenemos nuestros fantasmas. Cuando vuelvo a mi ciudad y me encuentro con alguno de ellos... Mi madre me dio un bofetón en la calle hace muchos años porque mandé a la mierda a un chico que me había saludado. Luego le dije a mi madre que ese chico se metía conmigo todos los días. Lo siento, pero aún no se lo he perdonado.

En fin. Mucho ánimo a las dos, y a comerse el mundo :) Un beso!!

Estelwen Ancálimë dijo...

Lo de tu madre es muy fuerte. Me parece lamentable que te diese un bofetón así por las buenas, sin ni siquiera molestarse en averiguar por qué le habías hablado así. Y, por cierto, cómo se nota que son las madres de esos chicos/as las que no les han dado un bofetón a tiempo, si no seguro que no habrían acabado siendo tan hijos de puta.
Mi padre a mí me hizo algo parecido. Me negué a prestarle mi comic favorito de Mortadelo y Filemón a un niño que me caía muy mal porque siempre se burlaba de mi, y agarró mi padre y, como no quería prestar el comic, me lo rompió. Aún no he podido eprdonarselo del todo.

Y lo que me cuentas de tus amigos de la universidad... a mi novio le pasó algo parecido. Cuando se mudó de Tarragona a Barbastro, a los 13 años, en el colegio nuevo se metieron con él por ser catalán (y eso que catalán sólo era de nacimiento, porque su padre es aragonés y su madre extremeña, y de hecho él se siente aragonés). Y, como le puteaban, se dedicó a pillar a los cabecillas de uno en uno, a solas, y les metió un buen par de leches. Así consiguió que le cogieran miedo y le dejaran en paz. ¡Qué triste que la dignidad y el honor le resbalen a los bravucones y que el único modo de vencerlos sea ponerse a su nivel, aunque sea en legítima defendsa! :-(

Rrruciela dijo...

Vaya... Leyendo la entrada y los comentarios me he dado cuenta de la suerte que he tenido (en cierto modo). Conmigo también se metían, y mucho. Pero jamás llegaron a tales extremos, solo me pusieron un mote y me lo decían a todas horas. En parte no pasaron a mayores porque si se me acercaban les daba de leches hasta que me cansaba. Pero sí sé cómo es eso de sentirse sola en el colegio, de no tener amigos y de desconfiar de todos (de hecho mi madre no para de darme la tabarra con eso de "hacer amigos" porque dice que si no me quedaré sola. Pero yo soy de la opinión de que mejor pocos y buenos que muchos y regulares). Cuando le conté a mi tutor que se metían conmigo (y no tardé en hacerlo) su respuesta fue: "ya se les pasará". Y como no se les pasó, ya no se lo dije a nadie más. Porque si no te hacen caso una vez, ¿por qué lo harían si se lo dijeras a la segunda? Al menos eso pensé yo.

Sí, es muy triste utilizar la violencia para que te dejen en paz. Pero en mi defensa diré que nunca los busqué ni nada. Sólo iba a pegarles si se metían con mi primo ò__ó (tenemos la misma edad, pero él siempre fue mucho más retraído, y a él le perseguían hasta su casa y cosas así. Yo me puse en plan matona a sueldo y les partí la cara a más de uno).

De todas formas ahora en parte me alegro de lo que pasó. Porque eso lo quieras o no te hace más fuerte. O por lo menos a mí sí. Es decir, ya que nadie iba a hacer nada por mí, lo haría yo. Y aguantaría lo que hiciera falta y resistiría. Más o menos así me sentí. Pero tuve suerte y cuarto de ESO me dejaron en paz (curiosamente porque me volví heavy xDDDD qué gente más rara la del colegio). Y ya en Bachiller se habían ido la gran mayoría de los que se metían conmigo y pude integrarme mejor.

Una pregunta, Estelwen, ¿también encontraste consuelo en Dios? A mí me pasó. Me apunté a los Grupos de Amistad y eso me ayudó muchísimo. Porque podía poner a todos en su lugar, y los monitores me apoyaban y admiraban precisamente porque no me callaba xDDD Creo que por eso ahora mismo soy creyente: en esos momentos difíciles mi apoyo era Dios y Jesús. También me salvó un poco el hecho de que sea la eterna optimista y me regocijaba pensando que era mejor que ellos en muchos aspectos xDDD

Además, al final toda ese mal que esa gente hace se vuelve contra ellos. Lo acaban pagando (comprobado. Los que se metían conmigo estuvieron en reformatorios o ahora están enganchados a drogas y cosas así).

Bueno, paro ya que he escrito un tocho-coment. Pero esta entrada se lo merece porque somos muchos los que lo hemos pasado mal en el colegio ò__ó (ah, y Kriss/Shen, yo también estaba en los Maristas, pero se Sevilla en este caso xD).

Para finalizar solo decir algo... ¡los frikis acabaremos dominando el mundo! xDDD

No dijo...

Bueno, yo no tengo ningún suceso de los que habéis mencionado aquí, más que nada porque tengo un carácter que, al parecer, aleja a la gente... y qué contenta estoy por ello xDDD

A mí nunca me han puesto la mano encima, porque no lo he permitido, solo hubo una vez en la que utilicé la violencia y fue porque un niño enorme de mi edad había pegado y robado el balón a mi hermano, que por aquel entonces tenía 6 o 7 añitos. No me lo pensé dos veces, le di las dos hostias más fuertes que le van a dar en su vida y le mandé a patadas a devolverle el balón a mi hermano.
ÒÓ
A veces, los padres no hacen nada y encima defienden al niño cabrón que putea a otros. Lo sé porque aunque no me haya pasado a mí directamente, lo he visto. Incluso hay profesores que se van silbando como si no hubiesen visto nada...
la única vez en la que yo tuve un conflicto más o menos grave fue cuando un niño intentó tirarme por la escalera. Yo, muy digna siempre, me fui al director, a la jefa de estudios, a la tutora y a mi madre. Y antes de que viniesen todos, le metí miedo en el cuerpo al chaval. Y anda que no vinieron todos... si no, iba a montar ahí la de San Quintín.

Sí, igual soy un poco mafiosa, pero francamente, me parece lo correcto. Ya ni honor ni hostias. Porque en ninguno de los casos vamos a ponernos al nivel de las personas que, sin motivo, se divierten jodiendo a otros. Y me he ido dando cuenta de que conforme pasaban los años, he ido teniendo cada vez más razón.
Ahora que todos los que estamos aquí somos mayores, lo que tenemos que hacer es decirles a los pequeños que la técnica del "ya se les pasará" y el "eso te pasa por no relacionarte" no funciona y típica de los gilipollas del culo que permiten estas cosas.
Hay que enseñarles, con las experiencias que tenemos acumuladas, que tienen que recurrir a los mayores para que les ayuden y tienen que intentar hacerse respetar. De hecho, Luthien, me parece estupenda la técnica de tu novio. De uno en uno y de manera personalizada. Y se acabó el problema.

La culpa ya no es del niño, es de los padres de los cabroncillos, de los profesores y de no sentirse apoyados por su entorno, quiero pensar que las cosas han cambiado, pero hace dos años vi cómo recomendaban a un niño cambiarse de instituto para que no le pegasen y le robasen el dinero de la cafetería.
Los que sabemos cómo está el patio (ya sea por haberlo vivido en carnes o porque pasó rozando) somos los que tenemos que intentar ayudar a los que ahora pasan por ello

Mucho ánimo a todos^^

Estelwen Ancálimë dijo...

Sweet Shadow: Debo reconocer que en aquella época no encontré consuelo en Dios. No encontraba consuelo en nada, excepto en las historias de fantasía. No porque no creyera, que siempre he creído, sino porque en todos los grupos critianos de mi colegio había niños de los que se metían conmigo (qué buenos cristianos los hipócritas de mierda, ¿no? Cantando el "Alabaré, alabaré, qué buenos que somos todos" y luego jodiéndome la vida ¬¬), con lo cual en ninguno de ellos me hubiese podido sentir a gusto. Además, nunca me ha gustado demasiado formar parte de un grupo de ese tipo. Mi fe es algo muy personal, y, aunque sé que no es lo común dentro de la Iglesia, me siento mucho más cómoda viviéndola de modo íntimo y personal.
A veces le pedía a Dios que me ayudara. No cambió las cosas, porque evidentemente Dios no es un hada de varita máica que le lave el cerebro a los maltratadores en contra de su voluntad (me imagino que esos hijos de puta acallaban continuamente la voz de su conciencia), pero sí que me concedió, al menos, la fuerza y el tesón necesarios para aguantar, para seguir siendo yo misma y para no dejar que me cambiaran. Y eso, por muchas cicatrices que me queden, es un triunfo.

Gy: Tienes toda la razón en lo que dices de los padres y los profesores. Me parece lamentable que haya tantos adultos cobardes que miren a otro lado cuando pasan esas cosas. Mis profesores sabían lo que me pasaba, pero ninguno me ayudó. Todos se limitaban a dar sus clases y mirar hacia otro lado, en plan "yo vengo aquí a explicar la lección y a poner el examen y no me quiero meter en camisa de once varas".
Aquello me desesperaba. No hay nada más descorazonador que pedir ayuda a los mayores y darte cuenta de que en realidad no les importas, no te comprenden, y no les interesa moverse para ayudarte. Es en esos momentos cuando te das cuenta de que en realidad estás más solo que la una, y tienes dos opciones: o volverte egoísta como ellos y decidir que ya que ellos no se preocupan por nadie tú vas a hacer lo mismo, o volverte compasivo y decidir que cuando tú seas adulto no permitirás que le hagan a nadie lo que te están haciendo hoy a ti. Es triste que la mayor parte de las personas, cobardes y mezquinas, adopten la primera actitud. Por suerte, nosotras pertenecemos al privilegiado segundo grupo :-)

Julia dijo...

Hola, soy Gaz, de la APG, ¿te acuerdas de mí? xD

ME ENCANTA ese artículo. Afortunadamente, yo no he vivido esas experiencias(más allá de una tía que me llamaba rarita y cosas de ese estilo), pero me he sentido (y me siento)muy fuera de lugar. Desgraciadamente, es muy común en los institutos actuales (y veo que no tan actuales).

PD: Yo también leí "El verano de la sirena". *__* Lo estuve buscando, pero sólo se encuentra en bibliotecas anticuadas. Las veces que yo me leería ese libro...

La juglaresa dijo...

¡Hola! Me quito el sombrero ante tu entrada. Llegué a tu blog a través del foro de LGG, y aunque no siempre estoy de acuerdo con lo que escribes, te leo bastante a menudo, y con mucho gusto. Después de leer tu entrada y sus comentarios, descubro que al parecer no soy la única que lo paso fatal en el colegio y en el instituto. Ya había leído el artículo de Reverte, casi me hizo llorar; me sentí terriblemente identificada con lo que dice. En los años de colegio había un grupo de niños que me caneaban cada vez que podían, y los demás niños se lavaban las manos. Uno de ellos era mi vecino, un genio de las matemáticas al que mi madre adoraba (ella estudió Física, y mi padre también), a veces más que a mí, según creía en ese momento, porque entonces no me interesaban demasiado sus chascarrillos matemáticos y científicos. Era vomitivo verle cada vez que bajaba a mi casa a jugar, para que al día siguiente se dedicara a hacer trampas cuando jugábamos al escondite para que siempre me la ligara yo. Y encima, cuando se lo contaba a mi madre, ella no se lo creía, y decía que lo que pasaba es que no sabía defenderme. Había otra niña que era un desastre en todas las asignaturas, y yo, tonta de mí, la ayudaba. Si no aprobaba, me daba unos cuantos palos, o me hacía el vacío. Ya en los últimos cursos, descubrí el mundo de los libros, y empecé a llevarme algunos al cole para leer en los recreos. Ahí empezaron a dejarme un poco en paz, hasta que un día, mirando una revista con unas amigas, comenté que una chica me parecía guapa. Al parecer, eso les valió a esa panda de hideputas para deducir que era lesbiana, y propagaron el rumor por el colegio. En los recreos, cuando no me llevaba un libro, nadie quería jugar conmigo. Así que acababa quedándome sola. O sea que a parte de gilipollas, eran homófobos desde su más tierna infancia. No era homosexual entonces ni lo soy ahora, y me llevé aún más vacíos por tratar de explicarles que no lo era y que en todo caso serlo no era malo. Cuando empecé a llevarme "El señor de los anillos" a clase comenzaron a llamarme rarita y a echarme de sus conversaciones porque me gustaba más el SdlA que Piratas del Caribe o lo que fuera. El colmo fue cuando, unas navidades, me regalaron el libro de "Armas y batallas de las películas de ESDLA", y una de las cretinas de mi clase me lo quito de las manos cuando lo leía en el patio y se dedico a pasar las hojas a lo bestia, casi rompiéndolas, mientras decía que aquello era una mierda, etc.

La cosa no mejoró demasiado cuando fui al instituto. Fui a uno distinto del que habían escogido la mayoría de mis compañeros, para no verles el careto nunca más. De mi clase fueron al mismo instituto que yo dos chicas con las que no me llevaba mal. Desaparecí para ellas en cuanto empezamos las clases. En 1º de ESO fui un cero a la izquierda permanente. La rarita que disfrutaba con los libros de clase de Lengua y Literatura. La inocente que dijo cuando empezó a tocar la guitarra que algún día tocaría en una banda. En 2º de ESO la cosa siguió más o menos igual, pero entró en clase un chico nuevo, el típico malote, del que me enamoré inmediatamente. Me quitaba el estuche y se ponía a jugar al fútbol con él acompañado por otros compañeros. Me llamaba rarita por leer tanto. De vez en cuando me pegaba. Pero yo seguía enamorada de él. En esos tiempos empezaron a gustarme el heavy metal y el rock clásico. Las chicas se burlaban de mí porque en lugar de leer la Bravo leía en la Rolling Stone artículos sobre John Lennon o los Sex Pistols. Me decían que daba asco porque leía cosas sobre tíos muertos. Se burlaban de mí porque todavía no me depilaba las piernas (claro, yo tenía tres pelos, y rubios, y ellas en cambio tenían la selva negra en las piernas). También me tomaban el pelo porque practicaba esgrima, o porque llevaba el pelo corto.

La juglaresa dijo...

(Publico en dos comentarios porque no me dejaba poner todo lo que quería, lo siento >.<)

En los recreos no salía al patio. Me iba a la biblioteca a leer. En 3º tuve a la mejor profesora de Lengua y Literatura que he tenido nunca, que charlaba conmigo en la parte trasera de la biblioteca, y a la que aún hoy le estoy agradecida. También conocí a un profesor de Latín que me descubrió el mundo clásico, y que a la vez que me hacía disfrutar enormemente con sus clases, provocaba que los demás se burlaran de mí por ser la única que tomaba apuntes y por disfrutar tanto con lo que contaba. Me llamaban pelota por charlar con los profesores, cuando en realidad me daba igual qué nota me pusieran, mientras me contaran cosas interesantes y me hicieran sentir que no estaba tan sola. En 3º los chicos de otras clases me robaban mis marcapáginas, o me rompían los deberes, o me los quitaban para copiarlos. Era un infierno.

Por suerte, en 4º de la ESO tuve un curso mucho mejor, y empecé a hacer amigo. En 1º de bachillerato cambié de instituto para hacer la modalidad de bachillerato internacional, y mi vida en el instituto fue a bastante mejor. Ahora acabo de terminar 2º de bachillerato, la selectividad me ha salido bastante bien, y en breve me matricularé en la carrera de Historia; de aquí a unos años espero poder trabajar ya como arqueóloga. En estos dos años he hecho amigos en los cursos de ciencias del Internacional (lamentablemente los de mi clase de humanidades eran más o menos igual de ceporros que los de mi antiguo instituto). Ahora toco la guitarra eléctrica, y aunque aún no estoy en una banda, pronto lo estaré. Aunque este año he ido menos a esgrima, el año pasado obtuve muy buenos resultados. Juego al rol y hago el friki. Sigo teniendo problemas, y algunos son consecuencia directa de lo ocurrido en esos años, pero ahora tengo amigos (pocos, pero geniales), y me siento fuerte, soy capaz de defenderme. Miro a los que en mi infancia me maltrataban y eran los "guays", y no puedo sino sentir cierta pena porque, como dice Pérez-Reverte, ahora no son sino borregos, que cuando puedan votar serán pasto de los políticos demagogos que pueblan todos los partidos de este país. Son gargantas sin nada que gritar. Y esa es la parte más triste del artículo. Cuando mi padre me cuenta la implicación que demostraban muchos jóvenes en los años sesenta y setenta, y a continuación miro a las gentes de mi generación, me entran ganas de llorar. Estos no lucharían ni por mantener los columpios del parque donde jugarán sus hijos, y sin embargo se llenan la boca de discursos políticos que ni siquiera entienden, solo porque están de moda. Y encima, si tratas de razonar con ellos y les dices que Stalin hizo muchas burradas o que más valían los comunistas que ayudaron a mantener viva a la gente del campo de Manhausen después de que los nazis desertaran que la cúpula del Partido Comunista de España que los expulsó por haber sobrevivido, van y te llaman facha.

El video perfecto para que una se de cuenta de que, a pesar de todo, salimos ganando.

Perdón por extenderme tanto, pero después de leer tu entrada necesitaba desahogarme a gusto. Repito, me ha encantado tu entrada. Y me encantaría decirle a mis queridos compañeritos, a esa gente cobarde, cruel e ignorante: ¡QUE OS JODAN!

Un saludo, y felicidades por el blog.

Estelwen Ancálimë dijo...

Hola, Nuska, y bienvenida :-)

Lamento muchísimo lo que te pasó, me he sentido mal al leerlo y todo, porque me ha recordado a lo que me hacían a mí. Desde luego, si los hijos de puta volaran no se vería el cielo.
Me he sentido un poco triste y angustiada al leerlo, pero, por otra parte, me siento orgullosa de que mi entrada te haya conmovido lo suficiente como para animarte a hablar de tus experiencias. Es triste saber que otros han pasado por lo mismo que yo, pero a la vez me conforta saber que no estoy sola, aunque estonces pensase que lo estaba.

No dudes en volver por mi blog y comentar siempre que te apetezca ^^

Lalachan dijo...

He leído todos los comentarios con un nudo en la garganta porque, al igual que vosotros, mi adolescencia tampoco fue agradable. Es tan triste tener que decir que durante esos difíciles años fuiste infeliz, que me dan ganas de correr hasta el borde de un acantilado y gritar que la vida puede ser muy injusta. O tal vez son injustos los humanos que la viven y nos rodearon en su momento.

No dejaré mi testimonio porque, aparte de hacerlo en otra de tus entradas, no serviría más que para echar leña al fuego. No podemos cambiar esos años. Si tuviera una máquina del tiempo, retrocedería trece años para sentarme al lado de aquella niña cabizbaja que lloraba en silencio porque las demás se metían con ella, darle un beso en la frente y decirle: No llores más; no estás sola. Una vez soñé que lo hacía, y esa niña sonreía y se desvanecía en medio de un resplandor de luces.

Gran artículo de Pérez-Reverte, que leí en su día con lágrimas en los ojos, con las mismas ansias con las que devoraba Fortunata y Jacinta o todas las obras de Shakespeare. Con toda la pasión que ponía en mis dibujos o en los cuentos que escribía, presa de mi fantasía. Y por si alguna casualidad leyera este post, le doy las gracias por valorar nuestros pesares.

Hoy en día estoy bien. Hay cosas de las que no me he recuperado y cosas que me cuesta hacer por miedo a que alguien se ría de mí, pero hay una cosa de la que estoy segura: soy la persona que quiero ser. Aunque haya acabado la carrera de Historia que, según muchos de mis allegados, no tiene futuro alguno; aunque no tenga trabajo; aunque nunca haya tenido ni tenga una pareja (algo "rarísimo" para una chica de 26 años). No me importa, porque esa es la vida que he elegido. Ahora me faltan pocos meses para que me publiquen mi primera novela, y no podría ser más feliz. Todas las buenas personas que encontré en mi camino contribuyeron para que eso fuera posible, y es así como quiero pensar a partir de ahora.

Estelwen Ancálimë dijo...

¿¿De verdad?? ¿¿Te van a publicar una noevla?? ¡¡Qué bien!! :-D
¿De qué va? Tienes que decirme el título, así la buscaré. Publicar también es mi sueño, a ver si tengo suerte, termino la mía de una vez y empiezo a hacerla rodar este verano ^_^

Lalachan dijo...

Todavía faltan unos meses, pero creo que para finales del verano ya estará a la venta en Amazon.
Se titula "Es nuestro sueño" y es una novela de amor dramático, ya que trata de una chica que se enamora de su propio hermano. Y no, no es tan previsible como pueda parecer ni tiene nada de rosa (detesto el género rosa). Hay amor y hay lágrimas a partes iguales.

Vaya, cualquiera que entre y lea esto va a pensar que estoy haciendo publicidad de mí misma...

También trabajas en una novela?? Pues ya sabes: A publicar!! A lo mejor, algún día otro adolescente retraído y rechazado por los demás se anima a cogerlo y trasladarse a otro mundo que le ayude a reflexionar de cara al futuro.

Estelwen Ancálimë dijo...

Vaya, así que twincest, a lo Lannister/Targaryen, ¿eh? ;-D
Suena interesante. Las historias de amor prohibido entre hermanos no son muy comunes, pero pueden dar bastante juego (no sólo en "Canción de Hielo y Fuego"; si aún no has leído "Los hijos de Húrin" de J.R.R.Tolkien, te la recomiendo desde ya).
Parece muy interesante, y desde luego la premisa es original. Lo buscaré :-)