He tardado en leerme este libro, porque, aunque me gustó mucho Los Pilares de la Tierra, ya me habían advertido que Un Mundo sin Fin era bastante inferior en originalidad y calidad a su primera parte. Sin embargo, hace un mes fue mi cumpleaños y, como en ese momento no había otro libro que no me interesara comprarme que no tuviera ya, mi suegra me regaló este porque sabía que me gusta la novela histórica. Y aquí estoy ahora, escribiendo la crítica. Y mi veredicto es... ¿lo adivináis? Pues un truño.
Un Mundo sin Fin ha resultado una enorme decepción. Con lo mucho que me gustó Los Pilares de la Tierra, me ha parecido decepcionante que Ken Follett la haya cagado hasta tal punto al escribir su continuación. Podemos empezar con dos cosas que chirrían ya de entrada: el título y los personajes.
Así como Los Pilares de la Tierra hacía referencia a los cimientos de la catedral que se construye durante la novela, Un Mundo sin Fin es un título totalmente gratuito que no hace referencia a nada (incluso se podría calificar de falso, ya que la novela lo que pretende retratar, sin conseguirlo, es el fin del mundo feudal tras la Peste Negra y los albores del Renacimiento).
En segundo lugar, están los personajes. No son más que malas copias de los protagonistas de la novela anterior, pero sin su carisma. Merthin no le llega a la suela de los zapatos a Jack, Godwyn no le llega a la suela de los zapatos al prior Phillip (y encima, Godwyn es un capullo), Ralph es patético comparado con William, y Caris tampoco le llega a la suela de los zapatos ni a Aliena ni a Ellen. Los personajes no te llegan al alma, no los sientes dentro como a los anteriores. Pasan de insulsos (Merthin, Wulfric) a patéticos (Godwyn, Ralph) cuando no abiertamente anacrónicos (Lolla, Caris). Gwenda es la única que vale la pena, y sale demasiado poco.
Y si juntamos personajes que son malas copias de los anteriores, con una trama que no es ni la mitad de interesante y con la historia de amor más cansina y poco creíble del mundo, pues eso es lo que tenemos: Un Mundo sin Fin. O también podría llamarse "Un Libro sin Fin", porque tiene como 1200 páginas y le sobran 400; se nota bastante que el autor ha alargado innecesariamente la trama mediante situaciones reiterativas e historias de amor absurdas, sobre todo las que tienen que ver con Merthin (que viene a ser a Un Mundo sin Fin lo que Michael Bloomsvick a la trilogía Millenium; el típico tío insulso y sin gracia al que TODAS las mujeres se quieren tirar hasta el punto de resultar cansino).
Es una de las continuaciones más innecesarias que he leído, porque, para empezar, a Los Pilares de la Tierra no le hacía falta una continuación. Por sí sola era una obra maestra. En los casos en los que la primera parte es TAN buena (y encima es autoconclusiva por sí misma) sacarse una segunda parte de la manga con los descendientes de los protagonistas 200 años más tarde suele ser un error, en primer lugar porque es difícil alcanzar la maestría de la primera vez y muy probablemente la continuación va a resultar inferior, y, en segundo lugar, porque para intentar no vender más de lo mismo y ser un poco original, el autor puede acabar escribiendo auténticas barbaridades, que es lo que pasa aquí. Burradas en esta historia hay muchas, pero me gustaría señalar dos:
-EL ANACRONISMO: Y lo digo así, con mayúsculas. En esta novela, no hay quien se crea que los personajes son personas del siglo XIV. Hablan, piensan y se comportan como si estuvieran a finales del siglo XX. Son totalmente actuales. Supongo que el autor lo hace para que podamos identificarnos con ellos, pero el resultado acaba siendo que no hay quien se crea esta obra.
Para empezar, tenemos a Caris, una atea racionalista y feminista que a) no cree en Dios y critica abiertamente a la Iglesia, b) ayuda a su padre en su negocio como una igual, incluso le da consejos, y además quiere ser médico, y c) se niega a casarse con el amor de su vida porque no quiere estar sometida a un marido y a unos hijos primero, y porque prefiere dar prioridad a su trabajo en el hospital del convento después (aunque al final resulta que, tras toda una vida dándole calabazas a Merthin, es posible tenerlo todo y compatibilizar la vida profesional con el matrimonio, ya que resulta que al final las mujeres laicas sí que pueden dirigir hospitales en la Edad Media, ¡toma ya patada a la Historia!). Pues lo siento mucho, pero no me creo a Caris. Joder, que estamos en la Edad Media. Esta mujer podría haber vivido perfectamente en el siglo XX, e incluso si me apuras en el XIX (y ya entonces hubiera sido una grandísima pionera adelantada a su época), pero, ¿que haga todo eso en el siglo XIV y encima la gente la aplauda y lo acepte? Ni de coña.
Otra para darle de comer aparte es Lolla, la adolescente rebelde. Tenemos a una niñata de 16 años (con nula evolución psicológica, de la cual no sabemos por qué hace lo que hace ni nos importa) que se escapa de casa dos semanas con un chico sin dar explicaciones a nadie. Y cuando vuelve... ¿qué es lo que pasa? Pues que tenemos la típica escena del padre tratando civilizadamente de preguntarle dónde ha estado y la típica rabieta de la niña en plan "¡Jo, papá, ya soy mayor, no te metas en mi vida, sé cuidarme sola!". A ver, yo hago eso de adolescente (finales del siglo XX) y mi padre me mete un castigo que lo flipas. ¡El padre de la chica es mucho más tolerante en la Edad Media de lo que MI padre hubiese sido en la actualidad! ¿Es que el autor NO se da cuenta de que en el siglo XIV no sólo no había adolescentes que hicieran esas cosas, sino que como se les ocurriera hacerlo se armaba la de Dios por haber desobedecido a la autoridad paterna (juyuuu, autoridad paterna, Edad Mediaaaaa) y poner en entredicho el honor de la familia? Pues no. Las chicas se escapan de casa y los padres modernos y razonables tratan de dialogar con ellas. Con dos cojones.
Ah, por cierto, y todo el mundo es gay. Sobre todo los curas y las monjas. Pero no de tapadillo, no. Lo sabe todo el mundo. Resulta que según Ken Follet lo de que la homosexualidad estuviera mal vista en el medievo era mentira. Tenemos al menos cinco parejas gays diferentes y un par de bisexuales (todos clérigos menos uno de los bisexuales). Contando, por supuesto, con nuestra querida Caris, que además de acostarse abiertamente con Merthin siendo monja (¡y lo sabe todo el mundo!), tiene un par de rolletes con una monja lesbiana. A ver, por supuesto que había homosexualidad en esa época, la ha habido siempre, pero es que en el siglo XIV (y en los siguientes, dichos ea de paso) era algo MUY MAL VISTO. Joder, era algo por lo que te condenaban a muerte. No era algo que la gente hiciese alegremente. La mayoría de los homosexuales se reprimían, y los que no lo hacían eran sumamente discretos, o acababan muertos. Y la cosa es el doble de llamativa cuando resulta que en Los Pilares de la Tierra no había homosexualidad por ningún lado. Vamos, que da la sensación de que Ken Follet escribió la novela con intención de congraciarse con el presidente de alguna asociación de gays y lesbianas, porque si no, no lo entiendo.
Y ahí no se acaba la cosa... monjas prioras, mujeres que dirigen hospitales y administran negocios ellas solitas, costumbres sexuales modernas abiertamente aceptadas, mujeres que poseen y administran herencias y que son escuchadas en los consejos de la ciudad (yujuuuu, Edad Media de nuevoooo, las mujeres no tenían derechos civiles, eran menores de edad toda su vida, no podían administrar herencias y no podían tener propiedadeeeees, Kingsbridge NO está en Bizanciooo). Vamos, un disparate.
-La Peste: Muy bien, aquí es cuando el señor Follet la caga del todo. Resulta que hay varios tipos de peste. Tenemos la bubónica (la más común, de cuyos bubones oscuros viene el nombre Peste Negra), la septicémica y la neumónica. La neumónica era la más grave pero también la menos común.
En la novela, tenemos una gran epidemia de peste. La gente estornuda, tose sangre y al final le salen bubones y se muere. Y Caris es la única que se da cuenta de que la peste se contagia por el aire, de persona a persona, y decide usar mascarillas para protegerse, método que por supuesto es criticadísimo por los malvados y retrógrados curas, aunque todo el pueblo llano la adore y esté de acuerdo con ella.
Y, aquí viene la clave, las pestes bubónica y septicémica se contagiaban por una picadura de pulga, no de persona a persona. Sólo la neumónica se contagia de persona a persona por contacto o a través de la respiración. El problema es que esta era la menos común, además de la más virulenta. La bubónica y la septicémica tardaban en matar a una persona entre 3 y 5 días tras contraerla, y era característico de la enfermedad que salieran bubones y machas oscuras en la piel. La neumónica era fulmimante: te mataba en 24-48 horas y no llegaban a salir los bubones.
Así que Ken Follet no sólo mezcla varios tipos de peste (la gente empieza con los síntomas de la neumónica pero le salen bubones y tarda en morir lo mismo que los que sufren la bubónica y la septicémica), sino que encima ignora por completo el método de contagio. Si la peste bubónica y la septicémica eran las más comunes, y la neumónica la más rara, lo normal es que de cada 10 pacientes que Caris atendía sólo 2 fuesen víctimas de la peste neumónica, con lo cual el rollo chungo del contagio persona a persona, que en el libro está completamente generalizado, es totalmente falso, y lo cierto es que las dichosas mascarillas no le habrían servido para nada, porque en el 80% de los casos la enfermedad se transmitía únicamente por la picadura de una pulga infectada, y en esa época pulgas como que había por todas partes.
Y yo digo: ¿TANTO le costaba a Ken Follet documentarse míninamente sobre la peste Negra antes de escribir el libro? ¡Si toda esta información la he recabado yo mediante Google en menos de una hora!
En fin, estas son las dos incoherencias más graves que veo. Pero no las únicas. No es que el libro sea aburrida (de hecho, su única virtud es que se lee rápido y ágilmente), pero ni el argumento es tan interesante como en Los Pilares de la Tierra, ni los personajes son molones, ni las historias de amor son bonitas (no sé qué es peor, si el cansino tira y afloja de 40 años de Caris y Merthin, o el encoñamiento de Gwenda con el calzonazos de Wulfric, que se pasa toda la vida enamorado platónicamente de Annet y cuya "reconciliación" final con Gwenda, además de ser totalmente inverosímil, da vergüenza ajena, o la repentina historia de amor de cierto personaje con lady Philippa, que está metida con calzador y aparte de no tener credibilidad no aporta nada a la trama). Si a eso le juntamos que como reflejo del siglo XIV es totalmente inverosímil y de nula credibilidad histórica, tenemos como resultado una novela mediocre que nació con el único propósito de recaudar dólares para su autor aprovechando la estela de éxito que dejó su magnífica primera parte.
¿Mi consejo? Os va a decepcionar, pero si de verdad tenéis curiosidad por leerla, pilladla en formato de bolsillo para matar el tiempo este verano junto a la playa. Cualquier otra forma de tratar este libro es una pérdida de tiempo y dinero.
sábado, 29 de mayo de 2010
domingo, 23 de mayo de 2010
De crímenes y criminales: las dos caras de la moneda
Se ha dicho, se está diciendo y se dirá tanto sobre las dos grandes polémicas (¡cómo odio esta palabra!) que se mueven últimamente por la sociedad, que no pensaba comentar nada al respecto, porque considero que la bola de nieve ya se está haciendo lo bastante grande. Pero, la verdad, hay momentos en los que una, o suelta lo que piensa, o revienta.
Respecto a los curas pederastas:
En primer lugar, decir que todos los pederastas, curas o no, deberían estar encerrados en un psiquiátrico penitenciario, y que sus crímenes hacen que lamente que la castración química no esté entre las penas que recoge el Código Penal español. Dicho esto, me gustaría hacer varias puntualizaciones:
-El hecho de que un cura se acueste con un menor, no significa necesariamente que sea un pederasta. ¿Por qué? Porque si el menor tiene 13 años o más, las leyes españolas lo capacitan para tener relaciones sexuales con consentimiento con cualquier otra persona, sea mayor o menor de edad. Eso significa que si un cura se acuesta con un chico o una chica menor de edad pero de 13 años en adelante, será un viejo verde y un hipócrita, pero no un pedófilo. Hablo, por supuesto, de relaciones consentidas. Si se trata de abusos sexuales, a la edad que sean, el abusador merece la misma suerte que antes comentaba que le deseo a los pederastas.
-Hay pederastas en toda las escalas sociales y en todas las profesiones (los hay albañiles, oficinistas, empresarios, abogados, jueces, maestros, policías, médicos, etc). ¿Por qué sólo se habla de los que son curas? No hay más pederastas curas de que otras profesiones. Por supuesto, es especialmente deleznable que un tipo que supuestamente es una autoridad moral y tiene que dar ejemplo se dedique a cometer crímenes repugnantes, pero también podría decirse lo mismo de los profesores, jueces y policías que cometen delitos semejantes, y ellos no tienen tanta persecución mediática. Estoy totalmente a favor de que se avergüence y se castigue a los que cometen semejantes barbaridades, pero que se haga con todos por igual, por favor, no sólo con los curas.
-Los curas que cometen ese tipo de delitos son una ínfima minoría. Por fortuna, esas depravaciones son casos aislados, por mucho ruido que hagan. No llegan al 5% del total. Me parece sumamente injusto que se desprestigie a toda la Iglesia por culpa de un 5% de malnacidos. Sí, es cierto que algunos altos cargos (que son los que siempre la cagan, por cierto) han preferido en ocasiones tapar las cosas antes que ser valientes y destapar los escándalos (lo cual me parece no sólo hipócrita y lamentable, sino cobarde y estúpido), pero me gustaría que todos pensáramos por un momento en la otra cara de la moneda. En los millones de religiosos y religiosas que dedican su vida a ayudar a los demás y a seguir la senda de Cristo, ya sea en las Misiones o en su parroquias. ¿Qué pasa? ¿Ellos no cuentan? ¿No son ellos también parte de la Iglesia? ¿Por qué sólo se airea lo malo y se ignora lo bueno? El otro día en El País lo de los abusos pederastas de curas estaba en primera página, pero otra noticia referente a la Iglesia Católica, esta vez positiva (la del obispo católico estadounidense que había protestado enérgicamente contra la nueva ley de uno de los Estados Unidos (Arizona me parece que era, no lo recuerdo bien) que tipifica como delito ser inmigrante ilegal y permite a la policía arrestar a alguien sólo porque no tenga los papeles en regla, diciendo que dicha ley era insolidaria e intolerante) estaba en letra pequeña al final del artículo que hablaba sobre dicha ley. Mi pregunta es: si tanta atención mediática merecen los curas cuando la cagan, ¿por qué cuando aciertan pasan desapercibidos?
Respecto al juez Garzón:
Simpatizo totalmente con Garzón, ya que me parece un buen juez. No he leído los autos del procedimiento pro el cual pretenden condenarle por prevaricación, por eso no quiero opinar sobre si es culpable o inocente; porque no sé nada, porque me parece una temeridad opinar sobre un proceso judicial sin haber leído los autos, y estoy completamente segura de que si Garzón leyese esta entrada estaría de acuerdo conmigo en esta cuestión. Pero una cosa sí tengo clara: estoy a favor de que se investiguen los crímenes cometidos durante la Guerra Civil. Los crímenes de guerra (las torturas, las desapariciones, las ejecuciones sumarias...) nunca deben quedar sin castigo, ni en este país ni en ningún otro. Por consiguiente, estoy completamente a favor de que se investiguen y se castigue a los que los cometieron. Eso sí, por favor, que se trate de la misma manera a los dos bandos.
La gente parece olvidar que en la Guerra Civil española había otro bando, además del franquista. Y que los de este bando tampoco fueron hermanitas de la caridad. En una guerra matan todos, y todos cometen barbaridades. Los republicanos también cometieron crímenes de guerra, así que me parece enormemente injusto que se investiguen únicamente los delitos cometidos por los nacionales, y que los criminales republicanos se vayan de rositas. ¿Cuántas obras de arte hermosas acabaron destruidas por culpa de los fanáticos comunistas y anarquistas? ¿Cuántos curas fueron asesinados, cuántas monjas fueron violadas por el único crimen de ser religiosos cristianos, a pesar de que jamás hubiesen hecho mal a nadie (en muchas ocasiones todo lo contrario)? ¿Qué hay de los prisioneros de guerra nacionales ejecutados sumariamente en Paracuellos del Jarama por los republicanos, probablemente siguiendo órdenes de Carrillo? ¿Qué pasa, que fusilar sumariamente a prisioneros y civiles republicanos es un crimen y hacer lo mismo con prisioneros y civiles nacionales no lo es? ¡Que se investigue la Guerra Civil, pero que se investigue todo, si realmente lo queremos llamar justicia!
En definitiva, que ya estoy harta de dobles raseros, parcialidades e hipocresías. Estoy harta de este país de analfabetos donde se condenan los crímenes de los "contrarios" y se perdonan los de los "amigos". Donde se salta presto a la yugular para señalar los errores del otro, pero se obvian sus aciertos. Donde nadie parece recordar que existen dos caras de la moneda.
Porque yo estoy a favor de la justicia, de la legalidad y la transparencia, y creo que ningún crimen debe quedarse jamás sin investigar, que ninguna fechoría debe ser encubierta. Pero también estoy a favor de que se señalen, se mediaticen y se investiguen todos los delitos por igual, sin tener en cuenta quién los comete. De señalar las virtudes y los aciertos de una institución (en este caso, la Iglesia Católica) con la misma celeridad y exhaustividad que se señalan sus defectos. Y creo que los que me leen con regularidad saben que yo soy la primera en rajar de la Iglesia cuando hay algo en ella que no me parece bien.
A mí me podrán acusar de radical, de vehemente, de querer sentar cátedra, de creer que llevo la razón, de políticamente incorrecta y de todo lo que quieran (bastantes acusaciones por el estilo me comí ya en cierto foro de cuyo nombre no quiero acordarme). Pero de lo que no me podrán acusar jamás será de callarme lo que pienso, de hipocresía o de parcialidad. Al menos, de eso no.
Respecto a los curas pederastas:
En primer lugar, decir que todos los pederastas, curas o no, deberían estar encerrados en un psiquiátrico penitenciario, y que sus crímenes hacen que lamente que la castración química no esté entre las penas que recoge el Código Penal español. Dicho esto, me gustaría hacer varias puntualizaciones:
-El hecho de que un cura se acueste con un menor, no significa necesariamente que sea un pederasta. ¿Por qué? Porque si el menor tiene 13 años o más, las leyes españolas lo capacitan para tener relaciones sexuales con consentimiento con cualquier otra persona, sea mayor o menor de edad. Eso significa que si un cura se acuesta con un chico o una chica menor de edad pero de 13 años en adelante, será un viejo verde y un hipócrita, pero no un pedófilo. Hablo, por supuesto, de relaciones consentidas. Si se trata de abusos sexuales, a la edad que sean, el abusador merece la misma suerte que antes comentaba que le deseo a los pederastas.
-Hay pederastas en toda las escalas sociales y en todas las profesiones (los hay albañiles, oficinistas, empresarios, abogados, jueces, maestros, policías, médicos, etc). ¿Por qué sólo se habla de los que son curas? No hay más pederastas curas de que otras profesiones. Por supuesto, es especialmente deleznable que un tipo que supuestamente es una autoridad moral y tiene que dar ejemplo se dedique a cometer crímenes repugnantes, pero también podría decirse lo mismo de los profesores, jueces y policías que cometen delitos semejantes, y ellos no tienen tanta persecución mediática. Estoy totalmente a favor de que se avergüence y se castigue a los que cometen semejantes barbaridades, pero que se haga con todos por igual, por favor, no sólo con los curas.
-Los curas que cometen ese tipo de delitos son una ínfima minoría. Por fortuna, esas depravaciones son casos aislados, por mucho ruido que hagan. No llegan al 5% del total. Me parece sumamente injusto que se desprestigie a toda la Iglesia por culpa de un 5% de malnacidos. Sí, es cierto que algunos altos cargos (que son los que siempre la cagan, por cierto) han preferido en ocasiones tapar las cosas antes que ser valientes y destapar los escándalos (lo cual me parece no sólo hipócrita y lamentable, sino cobarde y estúpido), pero me gustaría que todos pensáramos por un momento en la otra cara de la moneda. En los millones de religiosos y religiosas que dedican su vida a ayudar a los demás y a seguir la senda de Cristo, ya sea en las Misiones o en su parroquias. ¿Qué pasa? ¿Ellos no cuentan? ¿No son ellos también parte de la Iglesia? ¿Por qué sólo se airea lo malo y se ignora lo bueno? El otro día en El País lo de los abusos pederastas de curas estaba en primera página, pero otra noticia referente a la Iglesia Católica, esta vez positiva (la del obispo católico estadounidense que había protestado enérgicamente contra la nueva ley de uno de los Estados Unidos (Arizona me parece que era, no lo recuerdo bien) que tipifica como delito ser inmigrante ilegal y permite a la policía arrestar a alguien sólo porque no tenga los papeles en regla, diciendo que dicha ley era insolidaria e intolerante) estaba en letra pequeña al final del artículo que hablaba sobre dicha ley. Mi pregunta es: si tanta atención mediática merecen los curas cuando la cagan, ¿por qué cuando aciertan pasan desapercibidos?
Respecto al juez Garzón:
Simpatizo totalmente con Garzón, ya que me parece un buen juez. No he leído los autos del procedimiento pro el cual pretenden condenarle por prevaricación, por eso no quiero opinar sobre si es culpable o inocente; porque no sé nada, porque me parece una temeridad opinar sobre un proceso judicial sin haber leído los autos, y estoy completamente segura de que si Garzón leyese esta entrada estaría de acuerdo conmigo en esta cuestión. Pero una cosa sí tengo clara: estoy a favor de que se investiguen los crímenes cometidos durante la Guerra Civil. Los crímenes de guerra (las torturas, las desapariciones, las ejecuciones sumarias...) nunca deben quedar sin castigo, ni en este país ni en ningún otro. Por consiguiente, estoy completamente a favor de que se investiguen y se castigue a los que los cometieron. Eso sí, por favor, que se trate de la misma manera a los dos bandos.
La gente parece olvidar que en la Guerra Civil española había otro bando, además del franquista. Y que los de este bando tampoco fueron hermanitas de la caridad. En una guerra matan todos, y todos cometen barbaridades. Los republicanos también cometieron crímenes de guerra, así que me parece enormemente injusto que se investiguen únicamente los delitos cometidos por los nacionales, y que los criminales republicanos se vayan de rositas. ¿Cuántas obras de arte hermosas acabaron destruidas por culpa de los fanáticos comunistas y anarquistas? ¿Cuántos curas fueron asesinados, cuántas monjas fueron violadas por el único crimen de ser religiosos cristianos, a pesar de que jamás hubiesen hecho mal a nadie (en muchas ocasiones todo lo contrario)? ¿Qué hay de los prisioneros de guerra nacionales ejecutados sumariamente en Paracuellos del Jarama por los republicanos, probablemente siguiendo órdenes de Carrillo? ¿Qué pasa, que fusilar sumariamente a prisioneros y civiles republicanos es un crimen y hacer lo mismo con prisioneros y civiles nacionales no lo es? ¡Que se investigue la Guerra Civil, pero que se investigue todo, si realmente lo queremos llamar justicia!
En definitiva, que ya estoy harta de dobles raseros, parcialidades e hipocresías. Estoy harta de este país de analfabetos donde se condenan los crímenes de los "contrarios" y se perdonan los de los "amigos". Donde se salta presto a la yugular para señalar los errores del otro, pero se obvian sus aciertos. Donde nadie parece recordar que existen dos caras de la moneda.
Porque yo estoy a favor de la justicia, de la legalidad y la transparencia, y creo que ningún crimen debe quedarse jamás sin investigar, que ninguna fechoría debe ser encubierta. Pero también estoy a favor de que se señalen, se mediaticen y se investiguen todos los delitos por igual, sin tener en cuenta quién los comete. De señalar las virtudes y los aciertos de una institución (en este caso, la Iglesia Católica) con la misma celeridad y exhaustividad que se señalan sus defectos. Y creo que los que me leen con regularidad saben que yo soy la primera en rajar de la Iglesia cuando hay algo en ella que no me parece bien.
A mí me podrán acusar de radical, de vehemente, de querer sentar cátedra, de creer que llevo la razón, de políticamente incorrecta y de todo lo que quieran (bastantes acusaciones por el estilo me comí ya en cierto foro de cuyo nombre no quiero acordarme). Pero de lo que no me podrán acusar jamás será de callarme lo que pienso, de hipocresía o de parcialidad. Al menos, de eso no.
domingo, 16 de mayo de 2010
Crítica de "El cebo", de José Carlos Somoza
Lo ha vuelto a hacer. Hoy por hoy, José Carlos Somoza es mi escritor favorito, y lo ha vuelto a hacer. ¿El qué, preguntarán mis lectores? Pues publicar una nueva novela que, como todas las anteriores, le pega cien mil patadas a todos los bodrios que últimamente pueblan tanto las librerías. Somoza nunca me ha decepcionado hasta ahora (¡cruzo los dedos!), cosa que no puedo decir de otr@s escritor@s a los que en principio tenía en buena consideración. Sólo por esto, de entrada, ya quiero empezar dándole las gracias.
Y, una vez dichos los preliminares, ¿qué tenemos aquí? Pues tenemos una novela de intriga llamada El cebo. La premisa argumental e la que parte es la siguiente: En un futuro cercano (tal vez en este mismo siglo, aunque se omiten fechas), la psicología criminal ha descubierto que todas las personas mese mueven por impulsos instintivos que residen en algo llamado "psinoma" (que también podríamos llamar "instinto" o "centro del placer"). ¿Y qué significa esto? Pues que hay una serie de gestos o actitudes que nos resultan placenteros (cuáles sean depende de nuestra "filia" en concreto), y si alguien ejecuta correctamente estos gestos, es capaz de darnos un placer increíble, provocarnos un dolor atroz, dominarnos e incluso poseernos (en términos roleros de Vampiro, es equivalente a tener la disciplina de Dominación, más o menos). Los distintos tipos de filias y sus claves aparecen descritos en las obras de Shakespeare, el cual se supone que averiguó la existencia del psinoma y las filias que lo dominaban con la ayuda del mago John Dee y su Círculo Gnóstico.
Pero no todo el mundo es consciente de esta realidad. La psicología criminal la mantiene en secreto, y ha entrenado a una serie de agentes para convertirlos en "cebos". ¿Y qué es un cebo? Pues un actor. Pero no un actor cualquiera, sino un actor muy especial, capaz de discernir de un vistazo la filia de cada persona y de ejecutar con mortífera exactitud un ritual de gestos, palabras y movimientos que puede atraer, dominar y reducir a cualquier persona. Obviamente, el trabajo de los cebos es usar este método para distinguir, atraer y detener a los criminales.
La novela tiene por protagonista a uno de esos cebos, una mujer joven llamada Diana Blanco, que arrastra un pasado traumático a sus espaldas y se ha marcado entre ceja y ceja un objetivo: capturar a un escurridizo asesino en serie, cruel y sanguinario, al que llaman "El Espectador".
Partiendo de esta base, Somoza nos ofrece una novela frenética, adictiva, intrigante, muy bien escrita y que, desde luego, hace honor a su título, porque engancha cosa mala. Y, además, también tiene una virtud que por desgracia suele escasear entre las obras literarias de hoy en día: Un argumento perfectamente hilvanado, construido con precisión milimétrica, que no deja un sólo cabo suelto ni contiene incoherencia argumental alguna. En estos tiempos en los que el final impactante prima más que la coherencia narrativa es muy de agradecer que existan autores como José Carlos Somoza, que son capaces de crear una novela que sorprende a cada página, con una escalada de revelaciones y sorpresas dentro de revelaciones y sorpresas semejante a una muñeca Matrioshka, que sin embargo es totalmente coherente tanto con el argumento como con las motivaciones de los personajes.
Como puntos flojos de esta novela (alguno tiene que haber), se puede decir que no es tan original como otras, ya que recuerda a novelas anteriores (Clara y la Penumbra, La Llave del Abismo, La Dama Número Trece) que desde mi punto de vista son superiores. ¿Significa esto que es mala? No, ni muchísimo menos, me parece una novela excelente. Lo que pasa es que, si las tres novelas mencionadas son de sobresaliente, El Cebo se queda sencillamente en un notable alto. Se echan d e menos explicaciones más detalladas sobre el psinoma, los distintos tipos de filias y en qué consiste cada una. Quizás el escritor haya omitido detalles para agilizar la novela, pero es algo que no sólo he echado en falta, sino que en las otras sí que estaba y no frenaba el ritmo ni mucho menos, sino que las enriquecía.
Y por último, no me ha gustado mucho la portada. Creo que se podría haber hecho mejor. Aunque, claro, eso ya no es culpa del escritor sino de la editorial.
Dejando al lado estas tres objeciones, que no son sino detalles menores, la novela es muy buena. Somoziana a más no poder, contiene todos los elementos clásicos de las novelas del escritor, a saber: Una red de intrigas y revelaciones sorpresa donde nada es lo que parece, escenas sangrientas y truculentas bastante peturbadoras, y un elemento sobrenatural ligado a un tipo en concreto de arte (en esta novela es el teatro, como en Clara y la Penumbra fue la pintura, en La Llave del Abismo los relatos de terror y en La Dama Número Trece la poesía). Vamos, ¡una gozada!
La recomiendo a todo el mundo. Si no habéis descubierto a Somoza, hacedlo ya. No os arrepentiréis.
Resto de comentarios sobre la novela, en SPOILER:
Algo desconcertarte e impactante por igual es el hecho de que al final la captura del Espectador, que parecía ser el eje central de la trama, se convierta en algo secundario. Es entonces cuando el asunto pega un pequeño bajón (mucho ruido y pocas nueces con esto del asesino, parafraseando a Shakespeare de nuevo, jejeje) y cuando, de repente, la novela pega un brinco revelando la siguiente muñeca Matrioshka, el verdadero fondo de la novela: los experimentos que hizo el doctor Gens con uno de los cebos, Claudia, así como la retorcida y sangrienta venganza de esta. Magistral lo de su supuesta muerte, que me creí completamente, y magistral también lo de Olena, la chica esa que parece en el prólogo parece que sin venir a cuento y de la que el escritor ha conseguido que todos nos olvidemos tras cuatrocientas páginas de misterio y tensión. Aquí José Carlos Somoza demuestra su maestría al hacer que, al igual que los criminales de esta novela, los traguemos el cebo hasta el fondo. Nos lleva por donde quiere, nos maneja como quiere, y nos sirve en bandeja un final brillante que nos deja con la boca abierta. Sólo puedo decir una cosa: Olé sus cojones.
Otra cosa destacabale de la novela es su reflexión sobre el libre albedrío: ¿Sómos esclavos de nuestros impulsos? ¿Podemos dominar el psinoma, es decir, el instinto, con la voluntad? Es algo que queda un poco ambiguo, porque en principio se supone que no (es algo incosciente, mecánico, yo le he comparado antes con la Dominación de Vampiro). Pero al parecer, puede resistirse (Diana lo hace in extremis ante la manipulación de Claudia). Entonces, ¿se puede o no se puede resistir la filia con la voluntad? ¿Sólo las mentes de hierro y las voluntades más poderosas pueden hacerlo? Es algo complejo, porque si se puede los cebos no deberían ser tan efectivos como son, pero si no se puede la liberación de Diana se convierte en un deux ex machina...
Lo único que me chirría de la novela es el personaje de Arístides Mario Valle, el psiquiatra asesino, que me parece un poco de relleno y que, francamente, me da pena al final (me hubiera gustado que no fuese ningún fan de la eutanasia forzada y que acabase con Diana al final, me caía muy simpático y encima tenía un nombre muy bonito). Y la actitud de Diana con él es algo desconcertante; ¿realmente tiene que llegar tan lejos como para acostarse con él para atraparle? ¿No hubiera bastado con manipular su psinoma para que acabase confesando sus crímenes?
Y, una vez dichos los preliminares, ¿qué tenemos aquí? Pues tenemos una novela de intriga llamada El cebo. La premisa argumental e la que parte es la siguiente: En un futuro cercano (tal vez en este mismo siglo, aunque se omiten fechas), la psicología criminal ha descubierto que todas las personas mese mueven por impulsos instintivos que residen en algo llamado "psinoma" (que también podríamos llamar "instinto" o "centro del placer"). ¿Y qué significa esto? Pues que hay una serie de gestos o actitudes que nos resultan placenteros (cuáles sean depende de nuestra "filia" en concreto), y si alguien ejecuta correctamente estos gestos, es capaz de darnos un placer increíble, provocarnos un dolor atroz, dominarnos e incluso poseernos (en términos roleros de Vampiro, es equivalente a tener la disciplina de Dominación, más o menos). Los distintos tipos de filias y sus claves aparecen descritos en las obras de Shakespeare, el cual se supone que averiguó la existencia del psinoma y las filias que lo dominaban con la ayuda del mago John Dee y su Círculo Gnóstico.
Pero no todo el mundo es consciente de esta realidad. La psicología criminal la mantiene en secreto, y ha entrenado a una serie de agentes para convertirlos en "cebos". ¿Y qué es un cebo? Pues un actor. Pero no un actor cualquiera, sino un actor muy especial, capaz de discernir de un vistazo la filia de cada persona y de ejecutar con mortífera exactitud un ritual de gestos, palabras y movimientos que puede atraer, dominar y reducir a cualquier persona. Obviamente, el trabajo de los cebos es usar este método para distinguir, atraer y detener a los criminales.
La novela tiene por protagonista a uno de esos cebos, una mujer joven llamada Diana Blanco, que arrastra un pasado traumático a sus espaldas y se ha marcado entre ceja y ceja un objetivo: capturar a un escurridizo asesino en serie, cruel y sanguinario, al que llaman "El Espectador".
Partiendo de esta base, Somoza nos ofrece una novela frenética, adictiva, intrigante, muy bien escrita y que, desde luego, hace honor a su título, porque engancha cosa mala. Y, además, también tiene una virtud que por desgracia suele escasear entre las obras literarias de hoy en día: Un argumento perfectamente hilvanado, construido con precisión milimétrica, que no deja un sólo cabo suelto ni contiene incoherencia argumental alguna. En estos tiempos en los que el final impactante prima más que la coherencia narrativa es muy de agradecer que existan autores como José Carlos Somoza, que son capaces de crear una novela que sorprende a cada página, con una escalada de revelaciones y sorpresas dentro de revelaciones y sorpresas semejante a una muñeca Matrioshka, que sin embargo es totalmente coherente tanto con el argumento como con las motivaciones de los personajes.
Como puntos flojos de esta novela (alguno tiene que haber), se puede decir que no es tan original como otras, ya que recuerda a novelas anteriores (Clara y la Penumbra, La Llave del Abismo, La Dama Número Trece) que desde mi punto de vista son superiores. ¿Significa esto que es mala? No, ni muchísimo menos, me parece una novela excelente. Lo que pasa es que, si las tres novelas mencionadas son de sobresaliente, El Cebo se queda sencillamente en un notable alto. Se echan d e menos explicaciones más detalladas sobre el psinoma, los distintos tipos de filias y en qué consiste cada una. Quizás el escritor haya omitido detalles para agilizar la novela, pero es algo que no sólo he echado en falta, sino que en las otras sí que estaba y no frenaba el ritmo ni mucho menos, sino que las enriquecía.
Y por último, no me ha gustado mucho la portada. Creo que se podría haber hecho mejor. Aunque, claro, eso ya no es culpa del escritor sino de la editorial.
Dejando al lado estas tres objeciones, que no son sino detalles menores, la novela es muy buena. Somoziana a más no poder, contiene todos los elementos clásicos de las novelas del escritor, a saber: Una red de intrigas y revelaciones sorpresa donde nada es lo que parece, escenas sangrientas y truculentas bastante peturbadoras, y un elemento sobrenatural ligado a un tipo en concreto de arte (en esta novela es el teatro, como en Clara y la Penumbra fue la pintura, en La Llave del Abismo los relatos de terror y en La Dama Número Trece la poesía). Vamos, ¡una gozada!
La recomiendo a todo el mundo. Si no habéis descubierto a Somoza, hacedlo ya. No os arrepentiréis.
Resto de comentarios sobre la novela, en SPOILER:
Algo desconcertarte e impactante por igual es el hecho de que al final la captura del Espectador, que parecía ser el eje central de la trama, se convierta en algo secundario. Es entonces cuando el asunto pega un pequeño bajón (mucho ruido y pocas nueces con esto del asesino, parafraseando a Shakespeare de nuevo, jejeje) y cuando, de repente, la novela pega un brinco revelando la siguiente muñeca Matrioshka, el verdadero fondo de la novela: los experimentos que hizo el doctor Gens con uno de los cebos, Claudia, así como la retorcida y sangrienta venganza de esta. Magistral lo de su supuesta muerte, que me creí completamente, y magistral también lo de Olena, la chica esa que parece en el prólogo parece que sin venir a cuento y de la que el escritor ha conseguido que todos nos olvidemos tras cuatrocientas páginas de misterio y tensión. Aquí José Carlos Somoza demuestra su maestría al hacer que, al igual que los criminales de esta novela, los traguemos el cebo hasta el fondo. Nos lleva por donde quiere, nos maneja como quiere, y nos sirve en bandeja un final brillante que nos deja con la boca abierta. Sólo puedo decir una cosa: Olé sus cojones.
Otra cosa destacabale de la novela es su reflexión sobre el libre albedrío: ¿Sómos esclavos de nuestros impulsos? ¿Podemos dominar el psinoma, es decir, el instinto, con la voluntad? Es algo que queda un poco ambiguo, porque en principio se supone que no (es algo incosciente, mecánico, yo le he comparado antes con la Dominación de Vampiro). Pero al parecer, puede resistirse (Diana lo hace in extremis ante la manipulación de Claudia). Entonces, ¿se puede o no se puede resistir la filia con la voluntad? ¿Sólo las mentes de hierro y las voluntades más poderosas pueden hacerlo? Es algo complejo, porque si se puede los cebos no deberían ser tan efectivos como son, pero si no se puede la liberación de Diana se convierte en un deux ex machina...
Lo único que me chirría de la novela es el personaje de Arístides Mario Valle, el psiquiatra asesino, que me parece un poco de relleno y que, francamente, me da pena al final (me hubiera gustado que no fuese ningún fan de la eutanasia forzada y que acabase con Diana al final, me caía muy simpático y encima tenía un nombre muy bonito). Y la actitud de Diana con él es algo desconcertante; ¿realmente tiene que llegar tan lejos como para acostarse con él para atraparle? ¿No hubiera bastado con manipular su psinoma para que acabase confesando sus crímenes?
miércoles, 12 de mayo de 2010
L'Escuraeta
Hoy querría hablaros de un mercadillo que se hace todos los años en la plaza de la Reina de Valencia, desde el segundo domingo de mayo (la fiesta de la Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia) hasta el Corpus Christi, en Junio. Se trata del mercado de L'Escuraeta.
Hoy he tenido que ir al centro a hacer unas gestiones, y he pasado por delante. Por supuesto, me he parado delante de los tenderetes, y he comprado algo. Todos los años, desde que soy una niña, lo hago, igual que lo hicieron mi abuela y mi madre antes que yo.
En el mercadillo de L'Escuraeta se venden exclusivamente objetos para el hogar hechos de cerámica y barro, principalmente menaje de cocina, objetos de decoración y unos juguetes muy monos, que son mini objetos de barro muy chiquitines a imitación de los grandes (mini ollas, mini morteros, mini chocolateras, etc) para que los niños jueguen con ellos. También se venden unas campanitas muy típicas, de cerámica blanca con el badajo y el manillar rojo y la imagen de la Virgen de los Desamparados grabada en la parte delantera, que también se regalan tradicionalmente a los niños.
Este año, me he comprado unas cazuelitas individuales de barro para preparar platos gratinados al horno. De años anteriores, tengo un juego de recipientes pintados para aperitivos, un mortero, cazuelas de barro y muchas cosas más. Y, de cuando era pequeña, creo que mi abuela aún conserva los mini objetos con los que yo jugaba.
L'Escuraeta es una de las tradiciones más antiguas de Valencia. Más antigua incluso que las Fallas. Este mercadillo tiene sus orígenes en la conquista de Valencia por Jaime I y la santificación de la catedral. Desde el siglo XIII, en la misma plaza, en el mismo sitio, se ha venido plantando este mercadillo en las mismas fechas, vendiendo lo mismo, hasta el día de hoy. Únicamente hace unos años ha empezado a desvirtuarse un poco la cosa, porque algunos puestos vende souvenirs (figuritas, abanicos, etc) que rompen con el espíritu original de mercadillo, pero afortunadamente son los menos.
El caso es que, cuando he comprado las seis cazuelitas de barro, he estado un rato charlando con el comerciante. Ha sido una gozada poder hacerlo, como antes, como en los viejos tiempos. Como cuando las matronas medievales acudían todos los años de la Virgen al Corpus a la plaza de la Reina para hacerse con el mensaje para sus hogares y su cocina, y aún no había tarjetas de crédito, ni cajeras de supermercado. El señor, que era muy amable, y yo, hemos estado conversando acerca de lo afortunado que era que esta tradición se hubiese seguido manteniendo hasta la actualidad, cuando hay tantas y tantas que se han perdido a través del tiempo. Según me ha dicho, los puestos se ponen todos los años exactamente en el mismo sitio, y el derecho de venta se va pasando de padres a hijos desde el tiempo de los Gremios medievales. Y, mientras envolvía las cazuelitas en papel de periódico y me cobraba el precio, que era bastante asequible, ha comentado algo: "Esto sí es un mercadillo medieval de verdad y no esos que se disfrazan de princesas y soldados para vender pulseras".
Pues sí, oiga, tiene razón. Los mercadillos medievales que tan de moda están pueden ser muy divertidos (de hecho a mí me encantan), pero lo cierto es que, si alguien quiere acudir a un mercadillo medieval de verdad, de los auténticos, de esos que si retrocedieras en el tiempo y visitases la valencia del siglo XIV lo encontrarías exactamente igual y en el mismo sitio, entonces tiene que ir a L'Escuraeta.
Si alguna vez visitáis Valencia en estas fechas, os aconsejo que no dejéis de pasaros por la plaza de la Reina. Mirad, disfrutad, y si os gusta algo compradlo. Y gozad de la sensación de sentiros, aunque sea sólo por un rato, formando parte de un pedacito de la Historia.
Hoy he tenido que ir al centro a hacer unas gestiones, y he pasado por delante. Por supuesto, me he parado delante de los tenderetes, y he comprado algo. Todos los años, desde que soy una niña, lo hago, igual que lo hicieron mi abuela y mi madre antes que yo.
En el mercadillo de L'Escuraeta se venden exclusivamente objetos para el hogar hechos de cerámica y barro, principalmente menaje de cocina, objetos de decoración y unos juguetes muy monos, que son mini objetos de barro muy chiquitines a imitación de los grandes (mini ollas, mini morteros, mini chocolateras, etc) para que los niños jueguen con ellos. También se venden unas campanitas muy típicas, de cerámica blanca con el badajo y el manillar rojo y la imagen de la Virgen de los Desamparados grabada en la parte delantera, que también se regalan tradicionalmente a los niños.
Este año, me he comprado unas cazuelitas individuales de barro para preparar platos gratinados al horno. De años anteriores, tengo un juego de recipientes pintados para aperitivos, un mortero, cazuelas de barro y muchas cosas más. Y, de cuando era pequeña, creo que mi abuela aún conserva los mini objetos con los que yo jugaba.
Este es uno de los muchos puestos de L'Escuraeta. La pared de piedra que véis ahí es la de la catedral
L'Escuraeta es una de las tradiciones más antiguas de Valencia. Más antigua incluso que las Fallas. Este mercadillo tiene sus orígenes en la conquista de Valencia por Jaime I y la santificación de la catedral. Desde el siglo XIII, en la misma plaza, en el mismo sitio, se ha venido plantando este mercadillo en las mismas fechas, vendiendo lo mismo, hasta el día de hoy. Únicamente hace unos años ha empezado a desvirtuarse un poco la cosa, porque algunos puestos vende souvenirs (figuritas, abanicos, etc) que rompen con el espíritu original de mercadillo, pero afortunadamente son los menos.
El caso es que, cuando he comprado las seis cazuelitas de barro, he estado un rato charlando con el comerciante. Ha sido una gozada poder hacerlo, como antes, como en los viejos tiempos. Como cuando las matronas medievales acudían todos los años de la Virgen al Corpus a la plaza de la Reina para hacerse con el mensaje para sus hogares y su cocina, y aún no había tarjetas de crédito, ni cajeras de supermercado. El señor, que era muy amable, y yo, hemos estado conversando acerca de lo afortunado que era que esta tradición se hubiese seguido manteniendo hasta la actualidad, cuando hay tantas y tantas que se han perdido a través del tiempo. Según me ha dicho, los puestos se ponen todos los años exactamente en el mismo sitio, y el derecho de venta se va pasando de padres a hijos desde el tiempo de los Gremios medievales. Y, mientras envolvía las cazuelitas en papel de periódico y me cobraba el precio, que era bastante asequible, ha comentado algo: "Esto sí es un mercadillo medieval de verdad y no esos que se disfrazan de princesas y soldados para vender pulseras".
Pues sí, oiga, tiene razón. Los mercadillos medievales que tan de moda están pueden ser muy divertidos (de hecho a mí me encantan), pero lo cierto es que, si alguien quiere acudir a un mercadillo medieval de verdad, de los auténticos, de esos que si retrocedieras en el tiempo y visitases la valencia del siglo XIV lo encontrarías exactamente igual y en el mismo sitio, entonces tiene que ir a L'Escuraeta.
Si alguna vez visitáis Valencia en estas fechas, os aconsejo que no dejéis de pasaros por la plaza de la Reina. Mirad, disfrutad, y si os gusta algo compradlo. Y gozad de la sensación de sentiros, aunque sea sólo por un rato, formando parte de un pedacito de la Historia.
Etiquetas:
Cuéntame una historia,
querido diario
viernes, 7 de mayo de 2010
Acabo de ganar un punto de fuerza de voluntad temporal ^^
Si alguien aún no entiende por qué adoro a Rhapsody (sí, el mismo grupo de metal épico-sinfónico italiano que ahora se llama Rhapsody of Fire)...
Si alguien se ha preguntado alguna vez qué hace que tenga un subidón cada vez que escucho uno de sus temas...
Si alguien quieres saber por qué los considero el mejor grupo masculino de heavy metal que ha habido y habrá...
Os sugiero que escuchéis esto:
¿Y qué es esto? Pues una canción de White Metal como una catedral, señores. Es una patada en el culo a las fuerzas del mal. Es una canción fantástica, Épica (con mayúsculas), conmovedora y alucinante, de las que te deja la piel de gallina. ¡Alegráos el día y escuchadla!
La canción habla por sí sola en lo que a la música se refiere. Y en cuanto a la letra, bueno...
-Versión larga de la letra: La tenéis en el vídeo
-Versión corta de la letra (para los que no sepan inglés y/o latín):
Horda de ángeles justicieros armados con espadas sagradas: ¡Os vamos a dar pa'l pelo, hijos de puta!
Demonios: ¡Auch!
Si alguien se ha preguntado alguna vez qué hace que tenga un subidón cada vez que escucho uno de sus temas...
Si alguien quieres saber por qué los considero el mejor grupo masculino de heavy metal que ha habido y habrá...
Os sugiero que escuchéis esto:
¿Y qué es esto? Pues una canción de White Metal como una catedral, señores. Es una patada en el culo a las fuerzas del mal. Es una canción fantástica, Épica (con mayúsculas), conmovedora y alucinante, de las que te deja la piel de gallina. ¡Alegráos el día y escuchadla!
La canción habla por sí sola en lo que a la música se refiere. Y en cuanto a la letra, bueno...
-Versión larga de la letra: La tenéis en el vídeo
-Versión corta de la letra (para los que no sepan inglés y/o latín):
Horda de ángeles justicieros armados con espadas sagradas: ¡Os vamos a dar pa'l pelo, hijos de puta!
Demonios: ¡Auch!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)