Como cristiana convencida, no deja de llamarme la atención (igual que al resto del mundo) la obsesión sexual simple y llana que padece la Iglesia como institución. Tanto es así, que desde hace bastantes siglos da la sensación de que la "moral católica" es poco más que una guía sobre el uso (que no disfrute) de los órganos sexuales humanos. Hoy por hoy, y viene ya de antiguo, a la Iglesia le importa mucho más lo que sus fieles hacen con sus genitales que lo que hacen con su dinero. Para muestra un botón: mientras escribo estas líneas se está preparando una petición de beatificación de Marta Obregón, víctima mortal del llamado "violador del ascensor" que actuó en Burgos en los años 90 por haberse resistido a su violación hasta la muerte (¡como si para la Iglesia fuera mejor para una mujer morir que ser violada!), mientras que las peticiones de beatificación para Vicente Ferrer, un religioso español que fue expulsado de los jesuitas por negarse a obedecer la orden de la Iglesia para que abandonara sus obras de caridad en la India, brilla por su ausencia. Vamos, que da igual que diese su vida por los demás y se enfrentara a la jerarquía religiosa para poder ayudar a sus semejantes, exactamente igual que hizo Jesucristo; aquí quien se mueve, deben haber pensado en el Vaticano, no sale en la foto.
¿Cómo hemos llegado a una situación en la que se concede la beatificación a una pobre muchacha que tuvo la desgracia de morir a manos de un violador por haberse resistido a él (por "morir en defensa de la castidad", dicen, como si el resto de las víctimas de ese hijo de puta fuesen peores moralmente que ella por haberse resignado a ser forzadas para salvar su vida), pero no se le concede a un hombre que durante toda su vida siguió el ejemplo de Cristo, incluso en lo que a enfrentarse a la jerarquía farisaica se refiere?
Muchos creen que el cristianismo es así. Muchos creen que la doctrina cristiana consiste precisamente en esto, y es una de las razones por las que deciden alejarse de Jesús con una mueca de desprecio. Craso error. Curiosamente, muchos olvidan que el cristianismo consiste, sencillamente, en seguir las enseñanzas de Yoshua ben Joseph, rabino judío del siglo I e Hijo de Dios, más conocido actualmente como Jesús de Nazaret. ¿Y dónde están las palabras de Jesús de Nazaret? En los cuatro Evangelios (bueno, y el todos los apócrifos a los que se le metió el tijeretazo alegremente en el Concilio de Nicea). No está en las Cartas de San Pablo, ni en los Hechos de los Apóstoles, ni en los escritos de los llamados Padres o Doctores de la Iglesia. Todos esos señores, por eruditos y sabios que fueran, no dejaban por ello de ser hombres, seres humanos. Lo cual significa que tenían exactamente los mismos vicios y virtudes que el común de los mortales, y estaban, al igual que todos, sujetos a la posibilidad de cometer un error. Para el cristianismo, Jesús, que es Dios hecho carne, es el único que puede revelar la Palabra de Dios. Aquel que predique inventándose reglas o mandamientos nuevos se expone a equivocarse, y aquellos que tomen sus palabras como si las del Salvador se tratasen, se exponen a cometer idolatría y herejía. Dejo esto claro para que nadie me rebata el artículo citándome a San Pablo, a San Cirilo, a Juan Pablo II o a sus respetables y bondadosas madres.
¿Y qué dijo Jesús acerca del sexo? ¿Cuáles fueron sus enseñanzas en este aspecto? Curiosamente, al leer los Evangelios nos damos cuenta de que es un tema que le interesaba más bien poco. No incide sobre él demasiadas veces a lo largo del Nuevo Testamento, y cuando lo hace no permite deducir, ni mucho menos, todas las normas morales que la Iglesia esgrime como si se tratasen de las Tablas de la Ley. Veamos sobre qué temas opinó Jesús en este aspecto:
1) El adulterio:
"Sabéis que se dijo: "no cometerás adulterio". Mas yo os digo que todo el que mira a una mujer con mal deseo ya ha cometido con ella adulterio en su corazón" (Mateo, 5: 27-28)
"Le llevaron entonces los escribas y fariseos una mujer sorprendida en adulterio, y, poniéndola en medio, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. En la Ley, Moisés nos mandó apedrear a estas mujeres. Tú, ¿qué dices?". Decían esto para probarlo y tener de qué acusarlo. Pero Jesús, agachándose, se pudo a escribir con el dedo en tierra. Como insistieran en preguntarle, se lazó y les dijo: "El que de vosotros no tenga pecado, tírele una piedra el primero", Y, agachándose otra vez, continuó escribiendo en tierra. A estas palabras, ellos se fueron uno tras otro, comenzando por lo más ancianos; y se quedó Jesús solo, con la mujer que estaba en medio. Entonces se alzó Jesús y le dijo: "Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te condenó?". Y ella le contestó: "Ninguno, señor". Jesús le dijo: "Tampoco yo te condeno. Vete y no peques más". (Juan, 8: 3-11)
Así que ya tenemos una cosa que Jesús veía como reprobable: el adulterio. ¿Y qué es el adulterio? Por decirlo lisa y llanamente, poner los cuernos a tu pareja. Es decir, que para Jesús la fidelidad es fundamental en una relación y ser infiel es pecaminoso. Bien, me parece que este postulado moral es aceptable prácticamente para todo el mundo, ateo o creyente.
2) El repudio:
"También se dijo: Si alguno despide a su mujer, déle libelo de repudio. Pero yo os digo que todo el que despide a su mujer, excepto en caso de concubinato, la expone a cometer adulterio, y el que se casa con una repudiada, comete adulterio". (Mateo, 5: 31-32)
"Se le acercaron unos fariseos para tentarle, diciendo: "¿Es lícito repudiar a la mujer por cualquier motivo?". Él respondió: "¿No habéis leído que el Creador, desde el principio, los hizo macho y hembra, y que dijo: "Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? De tal manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre. Replicáronle: "Entonces, ¿por qué Moisés ordenó dar libelo de divorcio cuando se repudia?". Díjoles: "Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres por la dureza de vuestro corazón, mas no era así desde el principio. Por tanto, os digo que el que repudia a su mujer, excepto en caso de concubinato, y se casa con otra, adultera, y quien se casa con la repudiada, comete adulterio". (Mateo, 19: 3-9)
Muy bien, Jesús encuentra reprobable el repudio, salvo en casi de concubinato. Lo que sucede es que este pecado, a diferencia del anterior, nos genera dudas. ¿Qué es el repudio? ¿Es lo mismo que el divorcio actual? Veamos en qué consistía esta figura jurídica.
Entre los judíos no existía el divorcio de los romanos, sigo la figura jurídica del repudio. Mientras que el divorcio podía ser iniciado tanto por el hombre como por la mujer, el repudio era patrimonio exclusivo de los varones. Era el marido el que repudiaba a la mujer y nunca a la inversa. Como formalidad jurídica, el marido que repudiaba a su mujer redactaba el libelo de repudio, en el que el marido podía estipular una compensación económica y alguna otra cláusula adicional, a su elección. Y menos mal, porque una mujer repudiada estaba, perdón por la expresión, bien jodida. El marido, sin alegar motivo alguno (bastaba con informar al Sanedrín), podía echar en cualquier momento a su mujer de la casa, quedándose con los hijos y sin permitirle volver a entrar en ella. La mujer podía considerarse afortunada si recibía una compensación económica que le permitiera sobrevivir si convertirse en prostituta o en mendiga, porque en aquella época una mujer no podía ser una trabajadora independiente que se mantuviera a sí misma, y lo del segundo matrimonio lo tenía difícil porque no todos los hombres estaban dispuestos a casarse con una mujer que había quedado deshonrada a ojos de la sociedad, aunque su única culpa fuese no ser tan joven, hermosa, fértil o rica como la otra mujer a la que su marido hubiese echado el ojo y con la que pretendiera casarse después de echarla a ella de casa y quitarle a sus hijos.
Por lo que vemos, Jesús no está condenando el divorcio romano (que no se daba entre los judíos), sino protegiendo los derechos de las esposas judías, que dependían totalmente de la benevolencia de sus maridos para conservar su honor, su casa y a sus hijos. Viene a decirle a los hombres: "No creáis que podéis marcharos de rositas después de dejar tirada a vuestra esposa porque ya no os apetece seguir con ella. Si os casasteis con ella, lo hicisteis para lo bueno y para lo malo, así que no os la quitéis de encima cuan patata caliente para casaros con otra, porque eso, a ojos de Dios, es adulterio".
Aquí aparece otra vez la palabra clave: adulterio. Lo que censura Jesús no es tanto el hecho del repudio (ya que acepta que un hombre repudie a su mujer en caso de concubinato, es decir, si esta le pone los cuernos), como el hecho de dejar a la mujer para poder irse con otra. No trata el matrimonio como algo indisoluble per se, sino como algo santo que no puede ser roto sin una causa poderosa que lo justifique.
Del repudio de la mujer por parte del hombre nada se dice, más que nada porque no existía; la mujer no tenía derecho de dejar al marido por mal que este la tratase.
Creo que queda bastante claro que el repudio judío poco tiene que ver con el divorcio actual. Es, cuanto menos, dudoso, lo que diría Jesús de Nazaret ante nuestro actual ordenamiento jurídico. Y, en cualquier caso, queda bastante claro su criterio de que es causa justa de disolución matrimonial el hecho de que un miembro de la pareja le sea infiel al otro.
-La fornicación:
"Lo que sale del hombre, es lo que contamina al hombre, porque de dentro del corazón del hombre proceden los malos pensamientos, las fornicaciones, robos, homicidos, adulterios, codicias, maldades, engaño, intemperancia, envidia, blasfemia, soberbia, insensatez. Todas esas malas cosas salen de dentro y hacen impuro al hombre". (Marcos, 7: 20-23).
Este es uno de los textos que más quebraderos de cabeza puede darnos, ya que aquí, de todas las cosas malas que comenta Jesús que puede hacer el ser humano, sólo dos tienen que ver con el sexo: el adulterio (del que ya le hemos visto hablar muy mal y muy duramente; está claro que para Cristo la fidelidad es algo fundamental) y la fornicación.
La pregunta del millón es: ¿qué es la fornicación? Porque he leído bastantes definiciones al respecto, y no todas coinciden entre sí.
Para el diccionario de la RAE, la definición actual es "tener ayuntamiento o cópula carnal fuera del matrimonio". Esta es también la definición que se le suele dar dentro de la moral sexual de la Iglesia. Sin embargo, si acudimos a la raíz de la palabra en cuestión, descubrimos que es una palabra proveniente del latín, utilizada por los romanos, y que el los tiempos de Jesús desde luego no era sinónimo del sexo pre o extra matrimonial. La palabra "fornicar" viene de la voz latina "fornix", es decir, arco o bóveda. Que, casualmente, es el lugar donde las prostitutas romanas solían colocarse a la espera de captar clientes, lo cual hizo que la palabra evolucionara para convertirse también en un sinónimo, o eufemismo, de "burdel". Es decir, que fornicar, hace 2000 años, significaba como vulgarmente se dice, "irse de putas". Es decir, que lo que Jesús está criticando, más que el sexo prematrimonial, es el sexo mercernario, el sexo por vicio, en definitiva, el sexo sin amor.
¿Significa eso que Jesús condena la prostitución? Pues sí, la condena, pero curiosamente parece ser mucho más duro con quienes contratan los servicios de una prostituta, que con la prostituta en sí. No podemos dejar de lado la lectura del famoso texto del Evangelio de San Lucas sobre esta cuestión:
"Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: "Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora". Jesús le respondió: "Simón, tengo algo que decirte". El dijo: "Di, maestro". "Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?". Respondió Simón: "Supongo que aquel a quien perdonó más". El le dijo: "Has juzgado bien", y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra". Y le dijo a ella: "Tus pecados quedan perdonados". Los comensales empezaron a decirse para sí: "¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?". Pero él dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado. Vete en paz". (Lucas, 7: 36-50).
Pocos pasajes de los Evangelios son tan reveladores como este en materia sexual. Está claro que Jesús ve a la prostituta como víctima, aunque la sociedad la vea como pecadora. No le falta razón; como ya se ha comentado antes, en aquellos tiempos (y en los actuales todavía sucede) eran muchas las mujeres que se veían obligadas a practicar la prostitución, no por vicio, sino para no morir de hambre. En un tiempo en que las mujeres ni podían tener un empleo y dependían totalmente de sus parientes varones para subsistir, si estos las abandonaban o no podían mantenerlas lo único que les quedaba era su propio cuerpo. Este pasaje es bastante revelador en cuanto a que Jesús le perdona a la prostituta sus pecados porque amó mucho. Aquí, creo yo, podemos ver la clave: la relación sexual es buena en cuanto va de la mano del amor.
Ya hemos visto, desde el punto de vista de los Evangelios, qué puede considerarse pecaminoso en lo que al sexo se refiere: la infidelidad, el repudio y el sexo sin amor. Qué lista tan corta, ¿no? ¿Cómo es entonces posible que la Iglesia, de esta más bien escueta lista, haya sacado tantas y tantas enseñanzas que no estaban ahí? Que si las masturbación esto, que si el preservativo lo otro, que si el sexo sólo sirve para engendrar hijos, que si los homosexuales se van a ir todos al infierno... ¿Por qué se ha llegado a esta situación? ¿Por qué semejante obsesión sexual eclesiástica cuando ya hemos visto que en los Evangelios no se insiste demasiado acerca del tema y la lista es más bien corta?
De eso hablaremos en la segunda parte de este artículo.