Gracias a mi prima, que es azafata y tiene la oportunidad de viajar a lo largo y ancho del mundo, he podido ponerle las manos encima a algo que llevaba muuucho tiempo querido probar: los famosos Kit-Kat japoneses de sabores raros. Como tampoco era cuestión de arruinar a mi prima con el regalito (ya que hay decenas de variedades de Kit-Kat en Japón), me ha traído cuatro: sabor fresa, tarta de queso, té verde y té negro.
Hola, somos los adorablérrimos Kit-Kat de sabores raros, y vamos a ser comidos por Estelwen
Resulta que en Japón, a diferencia del resto del mundo, la oferta de Kit-Kat no se limita a chocolate blanco, con leche y negro. No; allí es un dulce tan tremendamente popular que existen docenas de variedades de sabores. Algunas se venden sólo en una región concreta, otras se sacan sólo como ediciones limitadas... hasta el punto que se han convertido en auténticos souvenirs y piezas de coleccionista.
¿Y a qué es debido tanto éxito? Pues a que por aquellas casualidades de la vida el nombre Kit-Kat suena en japonés muy parecido a kitto katsu, que significa "ganar seguro". Por ello, es costumbre regalarlo para desearle buena suerte a las personas que se enfrentan a una prueba difícil: estudiantes que van a hacer un examen, opositores que optan a una plaza o personas que se enfrentan a una entrevista de trabajo. La costumbre está tan extendida, que en la parte trasera de las cajas de Kit-Kat hay un espacio para escribir tu mensaje de buena suerte a la persona a quien se lo regalas. Incluso se pueden enviar por correo como si fueran postales, poniendo la dirección del destinatario justo antes del mensaje.
Ejemplo de nota: Querida Midori: Te regalo esta caja de Kit-Kat del color de tu nombre para que saques un sobresaliente.
¿Y qué hay de los cuatro Kit-Kat que he probado yo? Bien, en primer lugar, veamos el exterior. Las cajas son muy monas, totalmente en japonés, por supuesto (no he entendido un pimiento, menos mal que han tenido la cortesía de dibujar la fresa, la tarta y las tazas de té para saber qué me estaba comiendo). Lo primero que llama la atención al abrir el paquete es que no hay cuatro barras grandes como en España, sino cuatro paquetitos con dos mini-barritas cada uno. Muy kawaii, como todo lo japo (parece mentira que esta gente que hace cosas tan adorables y monérrimas sea la misma que montó lo de Nanking y la 731 hace unos añetes, hay que ver cómo cambian los tiempos) :-P
La calidad de las fotos no es muy buena (están hechas con el móvil), pero aquí se ve bien lo que dije del tamaño: las barritas son diminutas, y eso que mi mano es más bien pequeñaja.
Terminados los preliminares, procedamos con la cata. Básicamente todos los Kit-Kat están hechos de la misma forma: la galleta de siempre por dentro, rellena y cubierta por una crema de chocolate blanco a la que se le añaden los aromas y colorantes del sabor característico. de mejor a peor sabor.
El puesto nº 1 es para el Kit-Kat de Té Verde. Mi prima me dijo que era el mejor de los cuatro, y estoy de acuerdo con ella. Cuando lo abres, ya notas la diferencia: no sólo lleva aromas artificiales, sino polvillo de té matcha de verdad: se ven los trocitos de té más oscuros entre el chocolate blanco teñido de verde. El aroma a matcha es tan intenso que la barrita huele bastante a té. Y cuando lo muerdes, el sabor es MUCHO más intenso: el té verde y la dulzura del chocolate blanco armonizan a la perfección y el resultado es tan delicioso y cremoso que se deshace en la boca, dejándote con ganas de más. Nota: 10.
El puesto nº 2 es para el Kit-Kat de Cheesecake. Está muy bueno, dulce sin ser empalagoso y casi tan cremoso como el de matcha, pero lo he dejado en segunda posición porque más que saber a tarta de queso, sabe a natillas. Eso sí, está muy bueno. Por fuera también tiene el color de las natillas. Nota: 8.
El puesto nº 3 es para el Kit-Kat de Té Negro. No sé si lleva té de verdad como el de matcha o sólo el aroma; no se veía ningún trocito de té en la crema de chocolate de fuera, que es del color de un café con leche clarito. El sabor es menos intenso que el del té verde, pero más profundo; aunque el sabor original sea a té negro, te deja un regusto como a café al final del paladar. Está bueno, pero no te deja con la irresistible necesidad de comerte otro como en el caso de los dos anteriores. Nota: 7.
El punto nº 4 es para el Kit-Kat de Fresa. La gran decepción del grupo, sin duda. Está teñido de rosa chicle, y sabe exactamente a eso: a chicle de fresa. Ni rastro de aroma o sabor a fruta. Además de ser artificial, es un sabor que ni siquiera persiste hasta el final: unas chispitas de chicle en la lengua que al cabo de unos segundos ceden paso a un chocolate blanco empalagoso y dulzón. Se puede comer, y para probarlo no está mal, pero yo no me lo compraría otra vez. Nota: 4,5.
Bueno, pues esta ha sido la cata de hoy. Espero que en próximos viajes a Japón mi prima encuentre alguno de los otros sabores tradicionales de aquellas tierras que también quiero probar: cereza, wasabi, azuki y batata son los que me hacen más ilusión.
Recordad: si viajáis a Japón, ¡no perdáis la oportunidad de probar los Kit-Kat!