Hay muchas figuras del cristianismo que son considerados santos. Ojo, digo del cristianismo porque hay algunas figuras del protestantismo y del anglicanismo que, aunque no son considerados santos al estilo católico u ortodoxo, sí que han sido elevados a los altares como una suerte de ejemplo e inspiración a seguir.
Y de todos estos santos, de todos estos inspiradores, hay unos cuántos que, válgame Dios, a poco que se conoce un poco sobre su vida y sus actos, una no puede dejar de preguntarse cómo es posible que semejantes individuos pudieran ser considerados santos.
Antes de nada,. supongo que tendré que dejar claro lo que yo considero (y se considera en general) que es un santo. Un santo no se convierte en tal porque haya sido muy docto, muy poderoso, muy influyente o muy conocido, o porque le dé la gana a la Iglesia cristiana de turno que no canonice. Un santo (definición de la Delegación Episcopal para las causas de los santos) es
"aquel cristiano que ha imitado a Nuestro Señor Jesucristo a través de una vida que se caracteriza por el cumplimiento en su vida del amor a Dios, que se concreta en la práctica de las virtudes o del acto supremo del martirio".
Lo cual viene a decir que hay dos formas de alcanzar la santidad: vivir imitando el ejemplo de Cristo, o morir por la fe cristiana. Sobre lo del martirio, poco más que añadir, aunque personalmente no estoy de acuerdo en eso de atribuir la santidad por el simple hecho del martirio (en todo caso, ser un mártir de la fe te concedería la salvación, el Cielo inmediato, pero no la santidad). Pero, ¿qué pasa con los que no murieron mártires? Se supone que deberían haber alcanzado la santidad por haber imitado a Jesucristo durante sus vidas. ¿Y qué significa imitar a Cristo? Yo creo que eso poca discusión tiene; los valores básicos que nos enseñó Jesús fue el amor a los enemigos, la paz, el perdón, la caridad, la misericordia, la humildad...
Pues bien, hay una serie de santos, venerados por distintas Iglesias cristianas (no me refiero sólo a la católica) de los que se podría decir que estas virtudes escaseaban, cuando no brillaban por su ausencia. Y no estamos hablando de pecadores que luego se arrepintieran (tipo Saulo de Tarso o San Juan de la Cruz), sino de personas que, aún siendo santos, demostraron ser crueles, vengativas, misóginas, prejuiciosas o egoístas. ¿Ejemplos? Seguro que me dejo muchos, pero he aquí unos cuántos:
-San Pedro Damián:
Cardenal católico del siglo XI, muy amiguito del Papa Gregorio VII (supongo que eso sienta ya un precedente, ya que este Papa fue el que tuvo la brillante idea de decretar el celibato obligatorio de todos los sacerdotes y anular por las buenas todos los matrimonios de los que ya estaban casados, pasándose un poco por el forro la indisolubilidad del matrimonio y destrozando miles de familias en el proceso). Este hombre de misericordioso tenía más bien poco, a juzgar por los durísimos juicios de valor a los que sometía a los demás, llegando a alegrarse de las desgracias ajenas cuando el ajeno en cuestión no era de su gusto. Como muestra, la malsana satisfacción que destilaban sus palabras al comentar la muerte de la princesa bizantina María Argyra a causa de la peste, enfermedad que también se llevó a su esposo, hijo del Dogo de Venecia, y al único hijo de ambos. Según Pedro Damián, el trágico destino de la princesa era un merecidísimo castigo por sus horribles pecados... consistentes en ser una mujer limpia y aseada. He aquí sus palabras:
(La princesa) se negaba incluso a lavarse con agua normal, y obligaba a sus sirvientes a recoger el rocío que caía el cielo para bañarse en él. Tampoco se dignaba a tocar los alimentos con las manos, sino que ordenaba a sus eunucos que se los cortaran en pequeño trozos que luego ensartaba con cierto instrumento dorando dotado de dos púas mediante el que se los llevaba a la boca. Sus estancias, asimismo, se hallaban tan impregnadas de incienso y perfumes diversos que me resulta nauseabundo referirme a ellos, y pienso que a mis lectores les costará trabajo creer mis palabras. La vanidad de esta mujer, sin embargo, resultaba odiosa a los ojos de Dios Todopoderoso, e Él, sin duda, ha descargado Su venganza. Alzó sobre ella la espada de Su justicia divina corrompiendo su cuerpo, marchitando sus extremidades y llenando su alcoba de un hedor insoportable (...) Así, tras un lento declinar y unos atroces sufrimientos, exhaló su último suspiro para gozoso alivio de sus amigos.
Lo cual más o menos viene a significa: "¡Es una mujer, y encima osa lavarse con agua limpia, perfumar su habitación y comer con tenedor en lugar de meter los dedos en el plato! ¡Pecado mortal! ¡Merecía morir entre atroces sufrimientos! No como yo, por supuesto, que soy un dechado de virtudes.
Esta evidente falta de compasión, de caridad y de misericordia, muy poco cristiana, demuestra además la nula higiene que se traían los medievales en general, y este señor en particular.
-Santa Helena:
Emperatriz romana, madre el emperador Constantino, su principal gracia consiste en haber convencido a su hijo de convertirse al cristianismo (y hacerla religión oficial del Imperio Romano). Muy buena obra, de no ser porque algunos de los métodos que usó para encontrar la Vera Cruz no fueron, cómo decirlo finalmente, piadosos.
O si alguien que me lea considera que es digno de un santo y una imitación de las virtudes de Cristo irse a Jerusalén, preguntar a los sabios judíos dónde estaba la Vera Cruz (ya me diréis qué iban a saber los pobres hombres, si la crucifixión de Cristo pasó desapercibida en su momento y a los judíos en particular, al no convertirse al cristianismo, la cruz donde fue crucificado se la traía bastante al fresco), y como lógicamente los pobres hombres no supieron qué contestarle, santa Helena no tuvo otra feliz idea que mandarlos torturar a todos hasta que alguno de ellos confesara. Al final se supone que la tortura dio resultado y encontró la Vera Cruz, aunque creo que con todos los fragmentos que hay repartidos por el mundo se podrían recomponer seis leños...
-Martín Lutero:
Ya oigo a quien me acuse de ir en contra de Lutero porque era protestante. Pues no, es más, debo admitir que siento simpatía por muchos de los preceptos de protestantismo, aparte de que en el contexto histórico en que surgió estaba totalmente justificado y era hasta necesario. No; la cuestión por la que Lutero entra en mi lista es , entre otras cosas, por su furibunda misoginia y su desprecio hacia las mujeres, manifestado en perlas como estas:
"Las mujeres estériles son débiles y poco saludables; aquellas bendecidas con muchos hijos son más saludables, limpias y alegres. Pero si eventualmente se agotan y mueren, no importa. Que mueran dando a luz, que para eso están".
Vamos, que las mujeres no son seres humanos, son fábricas de niños. Y si se rompe una, compre usted otra.
"Las niñas empiezan a andar y a hablar antes que los niños porque las malas hierbas crecen siempre más rápido que las buenas semillas".
Para que no parezcan superiores, las compara con un vegetal y se queda más ancho que alto.
-San Agustín de Hipona:
Volvemos al catolicismo, pero seguimos en la misoginia. San Agustín debería ser el santo más odiado por todas las mujeres cristianas del mundo, ya que fue él quien sentó las bases de la feroz misoginia eclesiástica que aún se sigue arrastrando hoy en día en el catolicismo (por ejemplo, en el hecho de que las mujeres tengan prohibido ser sacerdotisas, como si ser mujer nos hiciera indignas de ese sacramento). Este hombre, que sería muy leído pero que tenía de humilde, misericordioso y caritativo lo que yo de portera de fútbol, dejó para la posteridad frases como estas, que encima mucha gente creyó como si hubieran sido predicadas por Cristo en persona (sí, el mismo Cristo que tomaba por discípulas a las mujeres y las consideraba iguales en dignidad a los varones):
"Ya sea esposa o madre, es Eva, la tentadora, de quien debemos cuidarnos en toda mujer. No alcanzo a ver qué de utilidad puede servir la mujer para el hombre, si se excluye la función de concebir niños".
Otro como Lutero, que cree que las mujeres son máquinas de hacer niños. Curioso que a pesar de ello insista en Eva y se olvide de María, por la cual vino la salvación al mundo al dar a luz a Jesús.
"Las mujeres no deben ser iluminadas ni educadas de forma alguna. De hecho, deberían ser segregadas, ya que son causa de involuntarias e insidiosas erecciones en los santos varones".
Y se quedó tan pancho. Me sorprende que no inventara el burka.
"Nada rebaja tanto la mente varonil de su altura como acariciar mujeres".
Este hombre tenía algún tipo de trauma, ¿no?
"La mujer es un ser inferior y no está hecha a imagen y semejanza de Dios".
Y encima, ahora, suelta una herejía en contradicción directa con el Génesis.
"El padre tiene que ser más amado que la madre y merece mayor respeto porque su participación en la concepción es activa y la de la madre simplemente pasiva y material".
Ahora demuestra, además, que desconoce cómo nacen los niños, porque parece no tener ni idea de que era la mujer quien llevaba al niño en la barriga y quien se jugaba la vida dándolo a luz, mientras que el padre se limitaba a meterla cinco minutos y a olvidarse del tema.
Si a estas alturas aún os estáis preguntando cómo es posible que este hombre fuera canonizado, y en qué criterios se basaron para subirlo a los altares, no os preocupéis; no sois los únicos.
Aparte de Lutero y Agustín, en el club de la misoginia también tenemos a muchos otros muchachos, demasiado numerosos para enumerarlos a todos, entre los cuales se cuentan:
-San Pablo: "Las mujeres callen en las iglesias, que no les está permitido hablar durante la reunión. Deben quedarse en silencio, como manda la Ley. Si quieren saber más información, que se la pidan a sus maridos en casa, pues no está bien visto que una mujer hable en una asamblea". "La mujer aprenda en silencio con toda sumisión, pues no permito a la mujer que enseñe, ni que domine al hombre, sino que esté en silencio".
Las palabras de San Pablo son especialmente graves en cuanto se redactaron cuando los cristianos eran mucho más fieles al mensaje de Cristo y las mujeres actuaban en igualdad con los hombres en las iglesias, ocupando algunas de ellas cargos de importancia e incluso de sacerdocio, algo que San Pablo no aprobaba en absoluto. No deja de ser irónico que este hombre haya sido la figura más escuchada e imitada por generaciones sucesivas, cuando a diferencia de los apóstoles NO conoció a Cristo en persona. Entre él y Tertuliano, otro misógino de mierda considerado doctor de la Iglesia, consiguieron cargarse por completo lo que en el paleocristianismo era una realidad: la igualdad entre mujeres y varones a todos los efectos, sacerdocio incluido.
-San Juan Crisóstomo: Otro que odiaba furibundamente a las mujeres, atribuyéndoles con toda tranquilidad la culpabilidad colectiva del pecado en el mundo y de todos los males de la humanidad: "¿No sabéis que cada una de vosotras es una Eva? (...) Vosotras sois la puerta del infierno.Tú eres la que empezaste el árbol prohibido.Tú eres la primera que desertaste de la ley divina.Tú eres la que le corrompió a él, a quien el diablo no se atrevió a atacar. Por causa de tu mérito, que es la muerte, incluso el Hijo de Dios tuvo que morir".
Vale, podríamos decir, este tío odia a Eva porque le echa la culpa de todo (lo de que la serpiente y no ella fuera la primera tentadora, o lo de que Adán también se comiera alegremente la manzana cuando habría podido negarse, parece que se la trae al fresco). Pero, ¿qué tienen que ver en esto la restantes mujeres de la Humanidad? Nuestro simpático amigo nos lo aclara en un instante:
"No sólo Eva sufrió el engaño, sino que "la Mujer" fue engañada. La palabra "Mujer" no debe aplicarse a una, sino a todas las mujeres. Por tanto toda la naturaleza femenina ha caído en el error".
Tócate los huevos con la conclusión a la que llega este hombre. Seguro que me puede explicar cómo todas esas mujeres fueron engañadas si aún no habían nacido. ¿Alguien más piensa que este tío era un gayer reprimido o que la niña mona de su pueblo le dio calabazas cuando intentó sacarla a bailar en las fiestas del pueblo?
-Santo Tomás de Aquino: "La mujer es defectuosa y mal parida, desde el momento en que la fuerza activa de la semilla masculina tiende a la producción de la similitud perfecta en el sexo masculino; mientras que la producción de una mujer deriva de un defecto en la fuerza activa o de alguna indisposición material, o de alguna influencia externa".
Nuestro amigo Tomás me recuerda a una cosa que le dijo mi tío el anestesista a una monja que le puso exceso de anestesia a un paciente por error: "Usted sabrá mucho de Dios, pero de medicina no tiene ni puta idea". Me pregunto si alguien le propuso a Santo Tomás que contara cuánto creía que iba a tardar la humanidad en extinguirse si las semillas dejaban de ser defectuosas y el mundo se llenaba exclusivamente de varones.
Habrá quien me diga que estos señores no hacían más que expresar lo que era una opinión más o menos generalizada en sus tiempos, y que hay que leerles en su contexto. Esto sólo es verdad hasta cierto punto. En primer lugar, tengamos en cuenta que estos señores son los llamados Padres de la Iglesia. Es decir, los que sentaron la doctrina que imperó en los siglos sucesivos. En segundo lugar, recordemos que la santidad viene de seguir a Jesucristo, no las modas o las opiniones imperantes. Jesús no seguía las modas, Jesús fue un innovador, un rabino que escandalizaba por tomar a mujeres como discípulas y tratarlas como iguales. El que dijo "no juzguéis si no queréis ser juzgados". Era el Hijo de Dios, el Mesías, y eligió a tres mujeres para que fueran las primeras que lo vieron resucitado y llevaran la noticia a los demás, las mismas tres mujeres que permanecieron a su lado hasta el final cuando los hombres lo negaban o huían. Que Agustín, Pablo, Tomás de Aquino y Juan Crisóstomo odiaran y despreciaran a las mujeres de ese modo no los hace distintos a la mayoría de hombres de su época, pero por eso precisamente, tampoco los hace santos. Porque su forma de sentir, de hablar y de pensar en este sentido era radicalmente contraria a la forma en que sentía, hablaba y pensaba Cristo.
-San Cirilo de Alejandría:
Este es conocido a raíz de la (lamentable y poco fiel a la Historia) película sobre Hypatia de Alejandría. Sin embargo, películas aparte, es cierto que este hombre tenía poco de santo. Para empezar, era un hombre bastante fanático, que odiaba a los judíos, a los paganos y a las mujeres (no necesariamente en ese orden).
Además de instigar varios pógromos contra judíos que se saldaron con bastantes víctimas, les expropió las sinagogas, las propiedades, y finalmente los expulsó por las buenas de Alejandría, al más puro estilo Adolf Hitler, lo cual cabreó bastante al emperador Teodosio II de Constantinopla porque encima Cirilo ni siquiera tenía derecho legal a tomar semejantes medidas.
También instigó ataques y agresiones contra los paganos. Una de sus víctimas más famosas en este sentido fue la pobre Hypatia, una pagana neoplatónica muy bien relacionada entre las familias pudientes cristianas porque era una famosa preceptora y educadora que tenía amistad incluso con Orestes, el prefecto bizantino en Alejandría. Como además de ser pagana era mujer, inteligente y bien relacionada política y socialmente, Cirilo le tenía un odio que no te cuento, de modo que fue el instigador de un grupo de fanáticos que la asaltaron cuando regresaba a su casa tras una jornada de enseñanza y la violaron en grupo para luego descuartizarla viva. La pobre señora tenía unos 60 años en el momento de su muerte.
Nuevamente, no sé quién tuvo la idea de canonizar a un fanático violento, lleno de odio, que instigó más de un asesinato.
De momento, estos son bastante ejemplos para ilustrar lo que quería decir en esta entrada. Y dicho todo esto, quiero dejar clara otra cuestión: estas personas no eran Dios. No eran un ejemplo. Ni siquiera eran cristianos ejemplares, y nunca debieron ser canonizados. Sus palabras ni son reflejo ni tienen nada que ver con el mensaje de Jesús, por eso me duele tanto que se empleen como supuesta prueba de que el cristianismo es misógino, intolerante o absurdo.
Los que sí eran misóginos, intolerantes y absurdos, fueron los que tuvieron la brillante idea de elevar a los altares a este tipo de gentuza.