Inglaterra, siglo XIX. La enfermera Anne McCarey, agobiada por la vida en Londres y huyendo de una relación sentimental tormentosa, acepta el encargo de cuidar a un paciente en una exclusiva clínica para enfermos mentales en Southsea, en la ciudad costera de Portsmouth. Para alguien con su experiencia, el trabajo no puede ser más fácil.
Pero lo que encuentra no es lo que esperaba: el paciente, cuya identidad se oculta bajo el nombre de “señor X”, es capaz de descubrir los secretos más recónditos de las personas que le rodean sin necesidad de salir de su habitación, que siempre está a oscuras.
A este dúo se añade el joven doctor Arthur Conan Doyle, que acude a la clínica para atender al señor X y que por aquellos tiempos se hallaba en Southsea ejerciendo su profesión y perfilando el personaje de su próxima novela, el detective de ficción más famoso de todos los tiempos. Solo Anne y el doctor Doyle estarán preparados para descifrar los acertijos del enigmático señor X, que parecen ser la clave para descubrir el origen de los asesinatos que empiezan a sacudir la ciudad de Portsmouth, con sus delirantes teatros, su inframundo de escenarios clandestinos y espectáculos criminales.
Retomo las reseñas del blog, que últimamente tenía algo abandonadas, para hablaros del nuevo trabajo de José Carlos Somoza, que como bien sabe cualquiera que conozca mis gustos literarios es mi autor vivo favorito en lengua castellana junto a Isabel Allende.
De Somoza me gusta, entre otras cosas, que tenga la valentía de escribir novela negra con toque de fantasía y terror en un panorama literario en el que la literatura adulta es mayoritariamente realista (parece que dé vergüenza decir que lees a Sanderson, a Martin o a Abercrombie si tienes más de 30 años). Me encanta, además, que el leit-motiv que guía los misterios de sus novelas siempre esté relacionado con el arte de un modo u otro, ya sea la poesía, el teatro, la pintura, la música... o incluso los relatos de Lovecraft (hablando de Lovecraft, me parece que este autor ha influido muchísimo en Somoza, ya que la mayoría de sus novelas tienen un toque lovecraftiano, y no, no hablo sólo de La Llave del Abismo, que ya lleva esa influencia hasta sus últimas consecuencias XD).
Por eso me decepcionó un poco El origen del mal, el penúltimo trabajo del autor, una novela de espías de lo más realista sin toque alguno sobrenatural. No es que estuviera mal escrita, de hecho la prosa era magnífica (dudo mucho que José Carlos Somoza haya escrito algo malo en toda su vida) pero con las expectativas que tengo siempre puestas en la obra de este autor, pues es como si hubiera ido a casa de un amigo pensando que iba a dirigirme una partida de rol de La Llamada de Cthulhu o Mundo de Tinieblas y encontrarme con que saca un Monopoly. Eso sí, a quien le gusten las novelas de espías al estilo de John Le Carré se la recomiendo sin dudar, seguro que se cuela en su lista de favoritas.
Por fortuna, tras su incursión en la literatura realista, José Carlos Somoza ha vuelto a deleitarnos con uno de sus clásicos: una historia de intriga trepidante y siniestro toque sobrenatural que vuelve a tener un subtipo de arte como leit-motiv (en este caso, las novelas de Sherlock Holmes de sir Arthur Conan Doyle). Es decir, la marca de la casa de toda la vida, lo que sus lectores fieles esperamos, anhelamos y devoramos. Se trata de Estudio en Negro, la primera parte de una trilogía que reinventa al personaje de Sherlock Holmes y que nos recuerda a algunos de los mejores títulos del autor, como Clara y la penumbra o El Cebo.
Lo de devorar no es un decir; la novela tiene casi cuatrocientas páginas y cayó en un par de días. Su protagonista es Anne, una mujer maltratada con graves problemas de autoestima que entra a trabajar en Clarendon House, una institución psiquiátrica, como enfermera particular de un paciente (perdón, "residente") misterioso, cuyos altos orígenes familiares han hecho que su nombre ni siquiera pueda aparecer en los expedientes médicos de la residencia, motivo por el cual todo el mundo lo conoce como señor X. Pronto se dará cuenta de que ella es la última de una larga lista de enfermeras que han huido despavoridas de su paciente residente a los pocos días de empezar a trabajar para él, y no tardará en descubrir el motivo: el señor X, de algún modo, es capaz de conocer los detalles más íntimos de la gente aunque no los haya visto en su vida. A Anne se unirá el joven Arthur Conan Doyle, un simpático doctor que se dedica a escribir en sus ratos libres y que pronto comenzará a ver en la mente analítica y casi sobrenatural del señor X un reflejo del personaje que está creando para su novela: Sherlock Holmes.
El ambiente en el que se mueven los personajes es una Inglaterra victoriana oscura que a primera vista parece ordinaria, pero en la que poco a poco van brotando inquietantes pinceladas distópicas, como los hombres-dulces o los teatros clandestinos: aberraciones que despojan a las personas de su dignidad, no perdonan ni siquiera a los niños e incluso pueden hasta resultar mortales... sobre todo si los distinguidos espectadores están dispuestos a pagar lo suficiente para ver el espectáculo. Es en este sentido en el que Estudio en Negro me recuerda a Clara y la penumbra, una novela genial que os recomiendo YA si todavía no la habéis leído.
Como siempre ocurre con este autor, los principales puntos fuertes de la novela son tres: los personajes, perfectamente construidos e imperfectamente humanos, en cuya mente entras en seguida y de los que estás deseando saber más; la narración, impecable, tenebrosa y adictiva hasta el punto de no permitir que pares de leer; y el trasfondo. Aunque la intriga que envuelve a los asesinatos que van teniendo lugar a lo largo de la trama es fascinante, para mí lo ha sido muchísimo más ir descubriendo poco a poco la Inglaterra distópica que nos ofrecen, con el puritanismo y la hipocresía victoriana llevados al extremo. De hecho, dado que Estudio en Negro es la primera parte de una trilogía, espero de corazón que el autor ahonde más sobre ésto en los futuros libros y nos ofrezca más detalles del teatro clandestino, las cazas del tesoro, la gente-dulce, el teatro mental y los siniestros bochornos realistas. Si tengo que ponerle algún "pero" al libro, sería precisamente éste: que a veces esboza los secretos más oscuros del trasfondo de forma un poco superficial y te deja con ganas de saber más. Pero en fin, como ya he dicho, tiene otros dos libros por delante para revelarnos todos los detalles. ¡Espero que los aproveche!
¿Y el toque sobrenatural? Bueno, del toque sobrenatural no puedo hablar demasiado porque constituiría un spoiler. Basta con decir que me recuerda bastante a otra de las novelas de Somoza, El Cebo, hasta el punto en que en ciertos momentos de la trama llegué a preguntarme si no estaría, sin saberlo, ante una precuela de la misma. Quienes hayan leído ambas sabrán a qué me refiero.
En definitiva, esta es una novela que no os podéis perder si os gustan la intriga, la ambientación victoriana, las novelas de Sherlock Holmes o la fantasía oscura. Es raro encontrarse hoy en día una de estas historias con un ritmo perfecto, personajes de carne y hueso y un final redondo y sorprendente que cierra la trama con maestría y a la vez deja la puerta abierta para las futuras entregas de la trilogía. José Carlos Somoza nunca da puntada sin hilo al escribir (una de las muchas razones por las que se cuenta entre mis escritores favoritos) y todo, absolutamente TODO lo que ocurre a lo largo de la trama pasa por algo, tiene una razón de ser, y termina encajando a la perfección en el momento oportuno. Algo que agradezco infinitamente porque, como saben los lectores habituales de este blog, no hay nada que me dé más rabia que los cabos sueltos y las incoherencias argumentales que se llevan por delante la verosimilitud de las historias. Con Somoza esto no me ha pasado, y si sigue escribiendo así no creo que me pase nunca.
Espero impaciente la siguiente entrega de la trilogía. A ver si hay suerte y podemos tenerla para el año que viene :-)