¿Hasta dónde llegarías con tal de mantener a salvo a los tuyos?
Junio de 1707. Xàtiva ha pagado cara su lealtad al archiduque Carlos de Austria y arde hasta los cimientos.
Durante siete largos días con sus
noches Isabel deberá dejar a un lado su honor, su pudor y sus creencias.
Siete noches en las que despertará su cuerpo y sus sentidos a una
sensualidad y un placer prohibidos para una dama. Siete noches en las
que aprenderá que, para una mujer sola en un mundo de hombres, el sexo
puede convertirse en el arma más poderosa con la que derrotar al peor
enemigo.
Siete días que pondrán a prueba los límites de su consentimiento y que la transformarán para siempre.
Como los lectores de este blog sabrán, no leo mucha novela erótica. No porque no me gusten el romance o el erotismo, sino porque me cuesta mucho encontrar novelas que sean diferentes, no una más de las tantas que pueden encontrarse en las librerías. Cierto es que el esquema de toda historia de amor, desde los tiempos antiguos, puede resumirse en "chico conoce chica - chico pierde chica - chico recupera chica", pero la novedad estriba, precisamente, en el modo de contarlo, en el trasfondo que rodea la historia... y también, por qué no, en darle la vuelta a todo y crear algo totalmente diferente.
Leí Los Límites de su Consentimiento porque conozco a su autora y de hecho fui lectora beta de algunos capítulos, hace ya varios años. Y me alegro de que se haya dado la circunstancia, porque si no, tal vez hubiera pasado de largo frente al estante. Y me habría perdido una muy buena novela.
La historia nos habla de Isabel de Corverán, una joven adinerada y huérfana que un buen día se levanta con la noticia de que la Guerra de Sucesión Española ha llegado a las puertas de su casa y las tropas borbónicas han quemado hasta los cimientos la vecina ciudad de Xátiva. Cuando un coronel francés llega a su mansión dispuesto a convertirla por la cara en su cuartel general, Isabel deberá estar dispuesta a todo para impedir que su casa, sus tierras y las gentes a su cargo corran el mismo destino que los desdichados setabenses.
Bien, para empezar, creo que es necesario puntualizar algo muy importante: esta NO es una novela romántica. A pesar de que el resumen de la contraportada
lo deja bastante claro, puede que haya quien la lea esperando encontrar
el típico romance histórico de siempre, y en ese caso se verá
inevitablemente decepcionado. No, no es un romance. No, no hay damas
feministas del siglo XXI
vestidas con refajo y miriñaque. Y no, no hay caballeros galantes y
románticos de esos que hincan la rodilla en tierra con una rosa entre
los dientes y duermen con una espada entre él y la doncella amada para
salvaguardar su virtud.
"Las lágrimas no son la única arma de una mujer. Tienes otra entre las piernas, y más vale que aprendas a usarla".
(Cersei Lannister, resumiendo a la perfección el espíritu de esta novela).
Y, si no es romántica, entonces, ¿qué es? Bien, dado que toca varios géneros, la clasificación es complicada, pero yo definiría Los Límites de su Consentimiento como un thriller erótico histórico. Y en los tres géneros cumple de
manera impecable.
Es un thriller porque tenemos a una mujer en peligro, totalmente indefensa, frente a una situación que la supera y en la que podría morir en cualquier momento. Isabel de Corverán y Armand de Sillegue son enemigos naturales: él es un coronel borbónico en plena Guerra de Sucesión, y ella es una mujer del bando contrario, que como es lógico para él no tiene otro estatus que el de botín de guerra. Isabel es huérfana, está sola, tiene familias enteras y todo el patrimonio familiar a su cargo y carece de hombres que puedan defenderla. Sabe que basta un sólo paso en falso, un resbalón, y todo cuando ama y conoce quedará aniquilado. No tiene más remedio que sacar fuerzas de flaqueza y jugar como puede las cartas que el destino le ha repartido... y un sólo fallo puede resultar fatal. Durante toda la novela se puede sentir el peligro, el miedo que Isabel siente a cada instante, hasta que lo haces tuyo y se te ponen los pelos de punta cada vez que temes que haya cometido un error. Tal vez el argumento de esta novela no sea el de un thriller al uso, pero lo cierto es que no sé cómo llamar a un relato que te tiene con los nervios en punta en cada capítulo, que consigue transmitirte el terror de la protagonista a que en cualquier momento al de Sillegue se le crucen los cables y todos sus seres queridos, junto a ella misma, acaben convertidos en cadáveres calcinados.
Es erótica, porque la carga sexual de la novela es potente y está llevada de manera impecable. Aquí viene un tema muy espinoso, que es precisamente el que le da nombre al libro, y es el tema del consentimiento. Hay quienes consideran una violación lo que sucede entre las páginas, y hay quienes no. ¿Qué pienso yo? Pues... no es fácil de discernir. Violación, no. Abuso sexual, en el sentido de sexo conseguido por medio de intimidación o abuso de poder... quizás. Sea como sea, no se puede juzgar por los estándares morales y culturales de hoy en día, porque de hacerlo así no sólo no estás comprendiendo lo que pretende contar la novela, sino que todo disfrute de la misma se hace imposible. El tema es que Armand de Sillegue no tira a la protagonista sobre la mesa y le abre las piernas mientras ésta chilla pidiendo socorro: eso sería una violación sin lugar a dudas, tanto en el siglo XVIII como en el I o en el XXI; no habría más que discutir. Es Isabel quien, imaginando que el coronel podría violarla en cualquier momento si le diese la real gana, y ya de paso entregarla a su compañía, matar a todos sus criados y quemarle los telares y la casa, decide que mejor ponerle buena cara a los invasores y entregar de buena gana todo lo que estos podrían tomar por la fuerza si quisieran. No es una actitud muy diferente a la que tomaron algunas cortesanas profesionales durante el saqueo de Roma, abriendo la puerta de sus mansiones a los soldados españoles (para que estos no entraran a saco y a rapiñar) y poniendo todas sus artes amatorias al servicio del oficial de más alta graduación (para que éste la tomara como amante y al marcarla como suya no permitiera que sus subordinados la tocaran). Para colmo, Armand de la Sillegue es un hombre joven y atractivo (según he leído, su aspecto físico está basado en el de Richard Armitage... ahí es nada). E Isabel, que es una veinteañera virgen que en su santa vida ha conocido varón, digamos que siente cierta atracción física por semejante maromo, aunque el hecho de ser un oficial enemigo que llega por las bravas a su casa también la haga sentir temor y desconfianza. Obviamente, en semejantes circunstancias no es muy lógico que se enamoren, pero sí es lógico que el chico se sienta tentando a pervertir sexualmente a esa chica guapa que tiene tanto miedo de que le hagan daño que se deja hacer de todo, y que la chica se sienta impresionada ante un hombre guapo que, por chungo que parezca, le remueve un poco sus reprimidas hormonas. En el fondo, parece que Isabel consiente en convertirse en amante de Armand tanto por garantizar la seguridad de su gente y sus propiedades como porque eso le da la oportunidad de explorar el tema sexual sin sentir culpa por ello, dando que la búsqueda del placer por el placer estaba vedada y severamente castigada para las mujeres de la época. Me extiendo en esta explicación para que se entienda la ambigüedad moral que impregna la relación entre los protagonistas de la novela, que oscila entre el "me sacrifico para salvar a mi gente" y el "aunque esto sea perturbador en el fondo me gusta". ¿Cuál es el verdadero límite del consentimiento de Isabel? ¿Dónde acaban el miedo y la intimidación y empieza el deseo de experimentar lo prohibido? Pues justo a esto hace referencia el título.
Por lo demás, las escenas de sexo están bien escritas, no son innecesariamente largas pero sí muy intensas y excitantes, y por encima de todo, no son gratuitas, sino que tienen su función en la historia. Con cada una de ellas, conocemos mejor a Armand y a Isabel, y noche a noche nos muestran cómo avanza la historia, dado que lo sucedido durante el día afecta directamente a lo que pasa por las noches, y viceversa. Mediante cada paso más allá en los juegos sexuales, evoluciona también el juego de poder entre los personajes principales, y se va tranzado un esbozo de sus auténticos carácteres.
Es un thriller porque tenemos a una mujer en peligro, totalmente indefensa, frente a una situación que la supera y en la que podría morir en cualquier momento. Isabel de Corverán y Armand de Sillegue son enemigos naturales: él es un coronel borbónico en plena Guerra de Sucesión, y ella es una mujer del bando contrario, que como es lógico para él no tiene otro estatus que el de botín de guerra. Isabel es huérfana, está sola, tiene familias enteras y todo el patrimonio familiar a su cargo y carece de hombres que puedan defenderla. Sabe que basta un sólo paso en falso, un resbalón, y todo cuando ama y conoce quedará aniquilado. No tiene más remedio que sacar fuerzas de flaqueza y jugar como puede las cartas que el destino le ha repartido... y un sólo fallo puede resultar fatal. Durante toda la novela se puede sentir el peligro, el miedo que Isabel siente a cada instante, hasta que lo haces tuyo y se te ponen los pelos de punta cada vez que temes que haya cometido un error. Tal vez el argumento de esta novela no sea el de un thriller al uso, pero lo cierto es que no sé cómo llamar a un relato que te tiene con los nervios en punta en cada capítulo, que consigue transmitirte el terror de la protagonista a que en cualquier momento al de Sillegue se le crucen los cables y todos sus seres queridos, junto a ella misma, acaben convertidos en cadáveres calcinados.
Es erótica, porque la carga sexual de la novela es potente y está llevada de manera impecable. Aquí viene un tema muy espinoso, que es precisamente el que le da nombre al libro, y es el tema del consentimiento. Hay quienes consideran una violación lo que sucede entre las páginas, y hay quienes no. ¿Qué pienso yo? Pues... no es fácil de discernir. Violación, no. Abuso sexual, en el sentido de sexo conseguido por medio de intimidación o abuso de poder... quizás. Sea como sea, no se puede juzgar por los estándares morales y culturales de hoy en día, porque de hacerlo así no sólo no estás comprendiendo lo que pretende contar la novela, sino que todo disfrute de la misma se hace imposible. El tema es que Armand de Sillegue no tira a la protagonista sobre la mesa y le abre las piernas mientras ésta chilla pidiendo socorro: eso sería una violación sin lugar a dudas, tanto en el siglo XVIII como en el I o en el XXI; no habría más que discutir. Es Isabel quien, imaginando que el coronel podría violarla en cualquier momento si le diese la real gana, y ya de paso entregarla a su compañía, matar a todos sus criados y quemarle los telares y la casa, decide que mejor ponerle buena cara a los invasores y entregar de buena gana todo lo que estos podrían tomar por la fuerza si quisieran. No es una actitud muy diferente a la que tomaron algunas cortesanas profesionales durante el saqueo de Roma, abriendo la puerta de sus mansiones a los soldados españoles (para que estos no entraran a saco y a rapiñar) y poniendo todas sus artes amatorias al servicio del oficial de más alta graduación (para que éste la tomara como amante y al marcarla como suya no permitiera que sus subordinados la tocaran). Para colmo, Armand de la Sillegue es un hombre joven y atractivo (según he leído, su aspecto físico está basado en el de Richard Armitage... ahí es nada). E Isabel, que es una veinteañera virgen que en su santa vida ha conocido varón, digamos que siente cierta atracción física por semejante maromo, aunque el hecho de ser un oficial enemigo que llega por las bravas a su casa también la haga sentir temor y desconfianza. Obviamente, en semejantes circunstancias no es muy lógico que se enamoren, pero sí es lógico que el chico se sienta tentando a pervertir sexualmente a esa chica guapa que tiene tanto miedo de que le hagan daño que se deja hacer de todo, y que la chica se sienta impresionada ante un hombre guapo que, por chungo que parezca, le remueve un poco sus reprimidas hormonas. En el fondo, parece que Isabel consiente en convertirse en amante de Armand tanto por garantizar la seguridad de su gente y sus propiedades como porque eso le da la oportunidad de explorar el tema sexual sin sentir culpa por ello, dando que la búsqueda del placer por el placer estaba vedada y severamente castigada para las mujeres de la época. Me extiendo en esta explicación para que se entienda la ambigüedad moral que impregna la relación entre los protagonistas de la novela, que oscila entre el "me sacrifico para salvar a mi gente" y el "aunque esto sea perturbador en el fondo me gusta". ¿Cuál es el verdadero límite del consentimiento de Isabel? ¿Dónde acaban el miedo y la intimidación y empieza el deseo de experimentar lo prohibido? Pues justo a esto hace referencia el título.
Por lo demás, las escenas de sexo están bien escritas, no son innecesariamente largas pero sí muy intensas y excitantes, y por encima de todo, no son gratuitas, sino que tienen su función en la historia. Con cada una de ellas, conocemos mejor a Armand y a Isabel, y noche a noche nos muestran cómo avanza la historia, dado que lo sucedido durante el día afecta directamente a lo que pasa por las noches, y viceversa. Mediante cada paso más allá en los juegos sexuales, evoluciona también el juego de poder entre los personajes principales, y se va tranzado un esbozo de sus auténticos carácteres.
Por último, es una novela histórica, porque tiene un telón de fondo real y está muy bien documentada. Tan bien, que para determinadas lectoras puede suponer un problema. No por exceso de información, que no lo hay (de hecho, una de las virtudes de Yolanda León es introducirte a la perfección en el siglo XVIII sin estar haciendo continuas descripciones), sino porque los personajes son DE VERDAD mujeres y hombres del siglo XVIII. Si de algo puede presumir esta novela, es de mostrar la forma de ser y de pensar en aquella época, con el choque cultural que ello implica, sobre todo en el tema sexual, que se trata de una manera muy diferente a como lo trataríamos hoy en día. Las decisiones y los actos de los personajes pueden resultar chocantes, pero es que TIENEN que serlo porque hace 300 años la gente pensaba y sentía de un modo diferente. No están hechos para que te identifiques con ellos o te caigan bien, sino para que cuando leas la novela te preguntes: "¿Y qué habría hecho yo en esa misma situación?". De hecho, soy de la opinión de que si al leer una novela histórica no sentimos el choque cultural con los personajes, ya sea en mayor o en menor medida, es que en algo está fallando el escritor. Por ejemplo, en introducir como protagonistas a dos personas totalmente modernas y actuales que, cuan videntes en el país de los ciegos, son los únicos que se dan cuenta de todo lo que está terriblemente MAL en la sociedad en la que viven. ¿Un ejemplo de esto? El caso más sangrante es el de la infame Caris, una de las protagonistas de Un Mundo sin Fin, indigna secuela de la maravillosa Los Pilares de la Tierra. Caris, como ya comenté en mi reseña de la novela, es una mujer actual metida como un pegote en la Edad Media, que en pleno siglo XIV es feminista, atea, pro abortista y demócrata. Con sus dos redondos ovarios (¡sacad de ellos vuestros rosarios!). No es por nada, pero prefiero mil veces a Isabel de Corverán. Por lo menos, a ella soy capaz de creérmela en su época.
La historia entre Armand e Isabel no es de amor, sino de sexo, supervivencia y psicología. No son Romeo y Julieta, sino más bien como Milady de Winter y D'artagnan, o como Íñigo de Balboa y Angélica de Alquézar: dos personas que parten de un mutuo desencuentro y sienten una fuerte atracción sexual casi a su pesar. Y el modo en que Isabel va espabilando, enfrentándose a la situación que le ha tocado vivir y a sus propios deseos, conociéndose a sí misma y dándose cuenta de lo que tiene que hacer y hasta dónde es capaz de llegar, es admirable. Sólo por contemplar el desarrollo psicológico de este personaje, merece la pena leer la novela. Y encima está realmente bien escrita, con un ritmo y un estilo elegante, ágil y muy bien llevado.
En resumen, recomendable 100%. Bien narrada, bien documentada, valiente en su planteamiento, potente en argumento, en desarrollo y en personajes. Eso sí, más vale que antes de empezarla sepas lo que vas a leer.
5 comentarios:
Si realmente la autora ha podido retratar la manera de pensar de la era de la Guerra de Sucesión, entonces me muero por leerla (y me quito el sombrero ante ella) porque es imposible hoy en La Era de la Corrección Política escribir asi. Y comparto tu opinión (y te agradezco porque me has dado un arma en contra de la ficción histórica actual), que la novela de época debe provocar un shock cultural en el lector moderno, tal como la verdadera faz de la historia debe hacerlo con el historiador. Me ha gustado mucho tu crítica porque otra la hubiera vendido como "50 Sombras Dieciochescas" y ciertamente no lo es.
Este libro tratar trata sobre el morbo de una "violación que no es violación y sí lo es". Trata sobre el clásico sueño de ser solo un poquito forzada, sin gran violencia o dolor, por un hombre atractivo. Ese sueño ha sido explotado mil y una veces en la ficción, e incluso en la vida real, ya que como muchos psicólogos comentan es una de las fantasías sexuales más recurrentes. Muchas mujeres, por algún motivo, sueñan que son forzadas por un hombre hermoso que, al fin y al cabo, "no las trata mal del todo". Los psicólogos están de acuerdo en que son efectivamente fantasías evasoras, y que ciertas mujeres evitan la culpa de buscar el placer a través de fantasías de dominación, de violación, que siempre terminan con un final feliz, porque aunque son violadas, de alguna manera lo acaban “disfrutando”. No me parece un libro precisamente innovador...
En el sentido de basarse en la famosa "fantasía de violación", puede que no sea original. Sin embargo, sí lo es en su planteamiento: un contexto histórico bien trabajado, una premisa argumental creíble, y unos personajes de acorde a la época y al lugar donde ocurre la acción. Asimismo, también me parece original el hecho de que no intente contar una historia de amor, sino de suspense: no estamos ante el guapo malote violador que se acaba enamorando de la protagonista, sino ante un villano de verdad, que mantiene a la vez todo su carisma y toda su perversidad durante la novela, y el objetivo de la protagonista no es enamorarle, sino derrotarle en su propio juego).
El tema es delicadísimo, y si la autora ha logrado manejarlo bien sin ofender a las lectoras, tengo curiosidad por leer esta obra de un género que normalmente me interesa poco.
Las mujeres tienen deseos eróticos (y ademas sexuales y porno hard al 200%) pero la ideología oficial durante siglos lo negaba. Una buena chica no lo hace, no lo dice, no lo piensa, etc. Las fantasías de (falsa) violación permiten que las mujeres se deleiten en su imaginación sin sufrir sentimientos de culpa. Esa es la teoría científica generalmente aceptada.
Otra teoría, un poco mas "heavy" invoca un mecanismo de selección sexual por parte de las hembras de la especie. Esta teoría sugiere que nuestros antepasados prehumanos necesitaban demostrarles a las hembras que eran aptos para darles hijos fuertes y sanos, de manera que las hembras ponían a prueba a los machos resistiéndose físicamente a sus avances (Si el pretendiente no interesa en absoluto, no se le resisten, se quedan pasivas hasta que el macho capta la indirecta y se larga) Si la hembra era capaz de derrotar al macho, quedaba demostrado que el pretendiente no estaba a la altura. Este comportamiento existe realmente en algunas especies vivas (los jaguares por ejemplo) pero no hay ni rastro de el en chimpances, gorilas o cualquier otro primate.
¿Has leído las novelas de "Outlander" de Diana Galbon, o la serie de TV que en ellas se basa? Creo que hay algunas similitudes. (solo algunas)
Leí "Forastera", pero debo reconocer que no me gustó nada. No sentí empatía ninguna hacia la protagonista, tampoco entendí que se olvide de su marido para enamorarse de Jamie, y aún me gustó menos la escena de la paliza que éste le da. No porque sea raro en él (en aquella época era totalmente normal meter en cintura a la mujer si desobedecía a su hombre), lo que me chocó y me indignó fue que Claire, una mujer del siglo XX, aceptara que Jamie la golpease y encima siguiera enamorada de él. En ese sentido, encuentro mil veces más realista el personaje de Isabel de Corberán (al que, por cierto, Armand no agrede físicamente en ningún momento del libro) que al de Claire Randall.
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